Familiares, amigos, palabras de aliento y un lienzo negro con letras blancas en donde se leía “Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones”. Así transcurrió ayer el íntimo acto en conmemoración de la muerte de Marcos Ariel Antonioletti, primer asesinado en democracia, el 15 de noviembre de 1990.
Hasta la plaza de la Villa Fernando Gualda llegaron una veintena de personas. En su mayoría, cercanos a la familia del joven del Movimiento Juvenil Lautaro (MJL), quien fuera asesinado por la Policía de Investigaciones (PDI) a meses de asumido el regreso de la democracia al país. Ex compañeros de partido, el único hijo de Ariel, los padres de los hermanos Vergara Toledo y algunos jóvenes anarquistas, llegaron hasta el lugar para brindar palabras de recuerdo y conmemoración, así como su respeto por la familia y la vida del líder revolucionario.
Ana María Antonioletti, madre del joven lautarino y periodista de profesión, remarcó lo importante que es para ella el apoyo de todas las personas que la acompañan ese día. En sus palabras, esta fecha es “atroz, pero al mismo tiempo llena de cariño (…) si yo estuviera pasándola sola, sería terrible, pero estar con la gente es importante”, asegura.
Refiriéndose al caso y la impunidad que gira en torno a la muerte de su hijo, Ana María dice que ya no cree en la justicia del país. “Yo abandoné seguir con los procesos, porque mi constatación es que la justicia es un valor (…) que en Chile es impedido por las leyes”, asevera.
Manuel Vergara, padre de Pablo, Rafael y Eduardo -todos asesinados en dictadura- se refirió en la mima línea sobre la justicia del país, diciendo que “es la gran falla que tenemos en Chile (…) es inoportuna, se demora muchos años y a veces se llega a la verdad, pero no se hace nada”, dijo.
Si bien tres carabineros están detenidos por el caso de dos de sus hijos, Rafael y Eduardo, recordó el caso de Ariel y de su primogénito, también asesinado, Pablo, para quien “después de 20 años, su investigación sigue abierta” y sin respuestas.
Matías Antonioletti (19 años), hijo de Marcos Ariel, cuenta que no siente rabia, sino más bien “impotencia” por la impunidad en que quedó el crimen de su padre. Él nació meses después de la muerte del lautarino y nunca llegó a conocerlo. En este sentido, Matías dice que quisiera que el señalado como el delator (Juan Carvajal) “fuera sentenciado por lo que hizo. Me gustaría tenerlo en frente y contarle las consecuencias que trajo para otras personas lo que hizo”, señala.
Por otra parte, un ex dirigente del MJL, señaló que es claro que la delación en la que incurrió Carvajal fue un detonante para la muerte de Antonioletti, pero también sabían que era un costo al que se podrían enfrentar cuando asumieron el camino revolucionario. “Cuando se escoge vivir de esa manera, se sabe que la cárcel y la muerte pueden ser parte de nuestra historia”, aseguró. En este sentido, contó que “Ariel quiso ser rescatado. Quiso romper la cárcel porque él escogió la libertad”.
Recordemos que el militante del MJL murió a los 21 años de edad, al día siguiente de ser rescatado por un grupo de lautarinos desde del Hospital Sótero del Río, en la casa de Juan Carvajal, periodista que –de acuerdo a numerosos testimonios– fue quien delató a Antonioletti ante su amigo Ricardo Solari, persona que hizo llegar la información a Investigaciones y a Belisario Belasco.
LAS COSAS SIGUEN IGUAL
“Yo no viví la fecha de la misma forma, es como un recuerdo de algo que yo no viví”, dice Matías, hijo de Ariel. Sin embargo, “Para mí las cosas siguen iguales, sólo que las armas que utiliza el capitalismo son distintas a las que se utilizaban en ese tiempo, pero van en desarrollo de los mismos objetivos”, asegura.
El reconocer que la actualidad sigue siendo igualmente opresiva, fue una de las ideas que más transitó y se reflexionó en el acto conmemorativo. En esa línea, Ana María Antonioletti recordó casos como la huelga de Caimanes, las hidroeléctricas de Aysén y, en particular, a “Mónica Quezada (madre de Matías Catrileo) con quien hemos pasado momentos muy dolorosos, pero también muy alegres”, dijo.
Manuel Vergara también piensa que “nada ha cambiado. Lo que se quiere es que nadie se preocupe, que se elimine la solidaridad. Es una cosa realmente cruel”, dijo refiriéndose también a los jóvenes okupa encarcelados el 14 de agosto y a los comuneros mapuche encerrados por ley antiterrorista.
Finalmente, después de reunirse y recordar a Ariel en la plaza de la Villa Fernando Gualda- con discursos, palabras, anécdotas y poesías –todos y todas caminaron una cuadra hasta la casa donde el joven fue asesinado, un joven de 21 años cuando gobernaba Patricio Aylwin, con un balazo justo en medio de sus ojos. Se encendieron unas velas y se dio término a la conmemoración.
Por Mijaíla Brkovic Leighton
El Ciudadano
Fotografías: César Baeza Hidalgo