Oculta bajo la superficie y enredada en las raíces de la asombrosa y diversa vegetación de la Tierra, existe una autopista biológica que une a la mayoría de los miembros del reino vegetal en lo que los investigadores llaman la «Internet de las plantas».
Esta red orgánica funciona muy parecida a nuestro servicio de Internet, permitiendo que las plantas se comuniquen, distribuyan la nutrición e incluso en lo que concierne a su defensa.
La red está compuesta por finos hilos de hongos conocidos como micelios. Estos crecen hacia el exterior unos pocos metros de su planta de asociación, lo que significa que toda la vida de las plantas dentro de una región sea alcanzada por la red que las mantendría conectadas entre sí.
La asociación de las raíces de las plantas y los hongos es conocida como micorrizas y es beneficioso para las dos partes implicadas, ya que las plantas proporcionan hidratos de carbono para los hongos y, a cambio, los hongos ayudan en la recolección de agua y el aporte de nutrientes como el fósforo y el nitrógeno a las planta en la que habitan.
Se ha descubierto que esta red de hongos permite que las plantas colaboren unas a otras en el crecimiento y el florecimiento. Suzanne Simard de la Universidad de la Columbia Británica fue las primera persona en demostrar que los árboles como el abedul y el abeto eran capaces de transferir carbono a los árboles más pequeños que pueden no estar recibiendo suficiente luz solar, permitiendo que las plantas crezcan a la sombra de otros árboles.
Simard cree que muchas de las plantas pequeñas del mundo no serían capaces de sobrevivir si no fuera por la línea de vida que esta red ofrece.
Un estudio realizado por Ren Sen Zeng, de la Universidad Agrícola del Sur de China encontró que esta interconectividad también permite que las plantas se adviertan entre sí de posibles daños. En el estudio, el equipo sembró pares de plantas de tomate en macetas, donde a algunos de los pares se les permitió formar micorrizas.
Cuando se habían formado las redes de hongos, una planta de cada par fue rociado con Alternaria solani, un hongo que causa la enfermedad del tizón en la vida de la planta. Se usaron bolsas de plástico hermético al aire para asegurar que no hubo interacción por encima del suelo.
Después de 65 horas, el equipo trató de infectar a la segunda planta de cada par y encontró que aquellos con enlaces de micelios fueron mucho menos propensos a contraer la plaga y tenían niveles mucho más bajos de daño que las que no fueron influenciadas por los micelios.
[jwplayer player=»1″ mediaid=»289850″]