El césped del vecino siempre parece más verde que el nuestro, suelen decir los ingleses. Es normal que en muchos casos nos preguntemos por qué otras parejas parecen presumir de una vida sexual salvaje mientras que nosotros tenemos que esperar a que los astros se alineen para poder echar una canita al aire. ¿Eres tú o soy yo? Sea como sea, la satisfacción sexual, así como la frecuencia en las relaciones –que son cosas parecidas pero no exactamente lo mismo– influyen enormemente en nuestra relación de pareja.
Como es evidente, la frecuencia de nuestras relaciones sexuales no tiene nada que ver con nuestra mala suerte, nuestro atractivo (si no le gustásemos a nuestra pareja, es probable que se hubiese buscado otra) o los posos del café, sino más bien, con los condicionantes de nuestra vida diaria (estrés, tiempo libre) y, sobre todo, nuestra personalidad. Por ello, una nueva investigación publicada en el ‘Journal of Research in Personality‘ intenta arrojar una nueva luz sobre este asunto y, sobre todo, solucionar las habituales “inconsistenciasa la hora de demostrar las relaciones entre la personalidad y el funcionamiento sexual”.
Las principales conclusiones son las siguientes, así que ya pueden ir apuntándolas para comprobar si su pareja o, más importante, ustedes mismos, encajan en ellas, sobre todo para saber si hay algo que solucionar: sobre todo, que el gran condicionante en la frecuencia sexual son las esposas y su amabilidad, en referencia a uno de los Cinco Rasgos de personalidad, el modelo de cinco dimensiones que comprenden la psique humana y que es frecuentemente utilizado en la psicología moderna. Esto quiere decir que las parejas en las que las mujeres tienden a ser compasivas y cooperativas en lugar de desconfiadas tienden a tener más relaciones; es más, es el factor más importante a la hora de determinar la frecuencia de las mismas.
Estereotipos de género, ¿reforzados?
Pero no es la única conclusión que debería llamarnos la atención. Además, el estudio recuerda –que tomen nota aquellos que están empezando a escribir a sus mujeres para echarles la culpa– que los hombres más abiertos a la experiencia pero con un mayor grado de neuroticismo tienden a mostrarse mucho más insatisfechos con sus relaciones sexuales. También ocurría con las mujeres, aunque tan solo en lo que se refiere al neuroticismo, lo que sugiere que para los hombres “abiertos a la experiencia” (es decir, que pretenden experimentar) este es un factor más importante que para las mujeres. Pero quizá lo más importante sea la siguiente afirmación: “La personalidad de la pareja no tenía ninguna relación con la propia satisfacción con el sexo”.
En otras palabras, si tenemos un problema con la frecuencia de nuestras relaciones sexuales, es básicamente nuestro y de nuestra personalidad. En ese caso, lo peor que uno puede ser es un neurótico, es decir, experimentar a menudo emociones como la furia, la ansiedad, la depresión y la vulnerabilidad. Lo que no queda completamente claro es si las personas neuróticas son más propensas a sentirse mal con sus relaciones sexuales, sean estas muchas o pocas, o si es este rasgo de personalidad el que les conduce a tener malas relaciones.
Estos resultados han sido obtenidos por los profesores de la Universidad de Florida Andrea L. Meltzer y James K. McNulty (no confundir con el protagonista de ‘The Wire’) a partir de los datos obtenidos de tres estudios diarios e independientes sobre 278 parejas recién casadas (la mayoría de entre 20 y 30 años) y la frecuencia con la que hacían el amor, así como otros dos adicionales que se centraban en la satisfacción sexual, que cruzaron con el test sobre los Cinco Rasgos de la personalidad, basado en modelo aportado de manera inicial por Ernest Tupes y Raymond Christal y más tarde desarrollados por otros como J.M. Digman o Goldman.
Como recuerda un artículo publicado en ‘The New York Magazine‘, la investigación contradice las teorías más populares hasta el momento, que aseguraban que los hombres eran los grandes “gatekeepers” (“conserjes”, por traducirlo así), del sexo. Es decir, eran ellos los que decidían cuándo y cómo se realizaba el acto sexual. Sin embargo, la visión alternativa propuesta por esta investigación tampoco resulta particularmente progresista, ya que parece reforzar el viejo estereotipo de la mujer aburrida del sexo que pone excusas(“es que me duele la cabeza”) para encamarse con su marido.
¿Cuál es, pues, la fórmula ideal para una pareja fogosa y feliz, como se entiende que debe serlo aquella que está en plena luna de miel, como los participantes en el estudio? Según las declaraciones del autor de la investigación al medio americano, la mayor parte de parejas hacen el amor cada tres o cuatro días. Sin embargo, eso no quiere decir necesariamente que sean felices, claro: que cada cual ponga el listón donde prefiera.