En base a un Foro en donde se discutió el documento «Un Horizonte para la Izquierda» y que tuvo como invitado a su autor, el ex-candidato presidencial, Jorge Arrate McNiven, me caben algunas reflexiones que hacer.
Últimamente, no ha existido foro o coloquio tanto de “derechas” como de “izquierdas” en que no salgan diciendo: “puta que estamos cagaos”. Esta vez, si bien uno sabía que el mensaje a dar era el de la construcción de un frente amplio de izquierda que hiciera frente a la derecha (como olvidándose de los 20 años con la Concertación, de la mano de la fotocopia de derecha), era atractivo el discutir acerca de aquella propuesta y cuán sustentable es.
Básicamente, la propuesta se traduce en crear desde los espacios de poder actuales una convocatoria amplia, con el objetivo de conformar un nuevo pacto de izquierda. Un proyecto que reúna a todos los sectores de la izquierda tradicional y excluidos de la política, en función de proponer un nuevo programa de acuerdos mínimos, que nos haga transitar en la búsqueda de una sociedad más justa y democrática. Suena bonito, ¿no? ¿No fue acaso esa la promesa y táctica concertacionista que ilusionó durante años?
¡Justo ahora! Luego de 20 años, usufructuando del poder que les entregó el pueblo en base a un pliego de propuestas incumplidas, nace este afán romántico de rejuvenecer la izquierda, volviendo al rumbo que se perdió en el camino (irrecuperable proyecto, dicen desde la prolongación de los gobiernos liberales de sus mal llamados “socialistas” Lagos y Bachelet).
Sin lugar a dudas, una táctica de guerra para ganar los próximos comicios electorales, nos dictaminaría reunirnos todos, en torno a un objetivo común: ganar a la derecha. ¿Quiénes? Los que estamos “a la izquierda”. Pero aquella estrategia nos obliga a vincularnos como aliados, sectores que no compartimos principios comunes (reformistas y revolucionarios) y que por lo tanto no podemos acordar proyectos políticos comunes, más allá del cortoplacismo de la política actual. Desde mi posición, no opto por los cortoplacismos en la política. Esto, en cuanto el proyecto que se nos propone, nos significaría “pan para hoy y hambre para mañana”.
El proyecto presentado encuentra las respuestas para la convivencia de sectores de la izquierda de disímil trabajo e inserción social, mediante la distribución de funciones, por el rol que han llevado tradicionalmente. Actualmente existen ciertos sectores con nula inserción social, pero con elevado posicionamiento político, y sectores con amplia vinculación social pero muchas veces auto-marginados políticamente. Esto merece al menos una crítica y es que cualquier proyecto y sujeto que se diga de izquierda debe representar, por medio de su participación cotidiana, fielmente los valores y sentimientos de una clase que vivencia problemas sociales. Es absolutamente inaceptable resguardar en el núcleo de nuestro proyecto a sujetos que sin inserción social alguna, pretendan representar intereses que no les son propios, pero que dicen serlo; en este punto lo popular se vuelve populista.
Si bien, en un primer momento, la duda de los sectores sociales sin representación política puede ser ¿Quién nos representa(rá)? Es una interrogante aceptable en la construcción de un proyecto de izquierda de largo aliento. Pero por otro lado, la duda de representantes políticos que una vez instalados en el poder se preguntasen ¿a quién representamos ahora y qué vamos a hacer? o ¿Cómo nos vinculamos con lo social? Me parece totalmente intolerable. El poder de la izquierda reside en las masas y en la relación cotidiana que ellas viven, y no, en los representantes de aquellas; la política de la izquierda es una política de masas, si no es politiquería.
La propuesta que debemos construir como izquierda, debe superar aquella reivindicación por llenar ese vacío histórico, que como sujetos de izquierda tenemos. Como joven de izquierda, he vivido permanentemente en la derrota y con la convicción intacta de poder construir ese mañana más justo. No somos simples “portadores de una utopía”; somos voceros de una realidad. Nuestro ideario no se fundamenta en simples ensoñaciones de un futuro, sino en la expresión científica de un descontento con nuestro presente, y la seguridad de que la realidad es transformable de manera colectiva. Nuestra promesa debe ser una revolución en sí misma y no puede sólo responder a la consigna de “porque antes tuvimos el poder (o creímos tenerlo), y ahora no”.
Así mismo, el camino a construir una propuesta de izquierda amplia, debe continuar paso a paso, y no acelerarnos y dejar atrás a sectores que no representaremos. La vía a erigir un proyecto de izquierda, debe superar la marginalidad y sectarismo de la que tradicionalmente hemos sido presos, pero eso no se resuelve de manera tan simple como decir “juntémonos contra la derecha”. Debemos ser cautos, el saltarnos procesos sociales que consoliden nuestra propuesta, nos puede llevar a tener un propósito vacío y fácil de derribar. No estamos dispuestos a nuevas derrotas.
Sectores como el PC y el PS por años han negociado de manos de la DC las confianzas del pueblo, y hoy al verse desnudos de poder, recurren a la fraseología que les dio tanto éxito en el pasado. Confío en que al interior de aquellas estructuras existen compañeros que instalan la crítica, pero aquella militancia justifica la existencia de cúpulas apernadas, que no representen a las clases populares, que por definición debieran representar. Que no nos vengan a vender un cuento de unir a la izquierda mediante un método supuestamente renovado, cuando los sectores revolucionarios nunca abandonaron esa senda. Por lo demás cabe mencionar que aquel proyecto basa su poder en la convocatoria social que puedan hacer aquellos sectores congregados, pero no desde la inserción social que tienen.
Por último, este análisis acerca del proyecto de izquierda a construir, no puede escapar de la contrapropuesta de “nueva derecha” que se levanta desde el oficialismo. Izquierda y derecha son conceptos relativos y que obedecen a principios que se manifiestan en contextos dinámicos, que no deben ser enfrentados con dogmatismo, ni improvisación. Nuestra alternativa debe contrastarse con las concepciones ideológicas de la derecha, que hoy reafirman implícitamente, su convicción de control y cohesión social para imponer una sociedad que no cuestione la estructura económico-social.
Las preguntas quedan abiertas a la discusión. Es misión de nosotros escribir un proyecto transformador que responda a nuestra realidad. El análisis constante nos permitirá adelantarnos con propuestas firmes para la construcción de la sociedad que soñamos. La responsabilidad es de todos y no de unos pocos, que no nos dejen afuera.
Por Aquiles Hernández
Vicepresidente FEPUCV