El ex candidato presidencial MEO ha dejado más que claro que no tiene ninguna intención de sumarse a la Concertación en algún pacto electoral con vistas a las próximas elecciones municipales. De algún modo, este “enfant terrible”, nacido y criado entre las huestes concertacionistas ha mostrado la “cara pálida” a las pretensiones de algunos sectores del otrora poderoso conglomerado de la Concertación de Partidos por la Democracia.
La actitud de MEO deja traslucir algunas cuestiones políticas de interés. Primero, pareciera que el nuevo Partido Progresista (PRO) no sólo es el partido de Marco Enríquez, sino que se identifica con él. Segundo, resulta claro que al negarse a todo entendimiento con sus ex – compañeros, el PRO ha resuelto seguir un camino autónomo. Tercero, más que pactos electorales, a MEO le interesa discutir ideas y bases programáticas.
La actitud de MEO puede resultar controversial y polémica a primera vista, pero no deja de plantear cuestiones políticas de fondo. Por de pronto, la idea de que no estamos ante una crisis que se resuelva mediante pactos electorales, se trataría más bien de una reformulación total de ideas capaz de hacer frente al primer triunfo político de la derecha sancionado por el voto popular en más de medio siglo. Es claro que el PRO no está disponible para volver a instalarse en el débil reformismo concertacionista. Situado a la izquierda del antiguo conglomerado gobiernista, la cuestión que se plantea es si acaso existe alguna posibilidad de establecer alianzas con otros sectores a la izquierda de la Concertación.
El actual discurso político del PRO posee fortalezas y debilidades. Entre las fortalezas, es evidente que tomar distancia de un conglomerado de partidos sumidos en el desprestigio, la desconcertación y el fracaso, reafirma una posición propia y relativamente autónoma. Por lo demás, la lúcida posición crítica de MEO no sólo adquiere vigencia sino verosimilitud. Entre las debilidades, no es menos cierto que la autonomía tiene un precio. El partido PRO por sí mismo no es capaz de convocar mayorías suficientes para legitimarse en la institucionalidad política, a nivel municipal, para no hablar del nivel parlamentario. En pocas palabras, el PRO requiere de alianzas estratégicas de mediano y largo plazo.
Es interesante destacar que MEO, técnicamente fuera de juego, sigue administrando con astucia su capital político. Hasta aquí ha dado los pasos correctos para volver a escena en los próximos años. El éxito de su empresa depende de dos factores, a saber: Su capacidad política para tejer alianzas estratégicas de mediano plazo en el terreno que se extiende hacia la izquierda de la Concertación. La capacidad del PRO para definir y financiar una plataforma de ideas–fuerza que encanten a una parte sustantiva del electorado en las próximas elecciones en el país.
Es todavía demasiado temprano para ponderar el potencial político del PRO, Sin embargo, no se puede negar que el llamado “factor MEO” es una realidad que ha logrado instalarse en el imaginario político y social del país. Una cuestión que los sectores de oposición al actual gobierno debieran tomar más en serio a la hora de preparar sus estrategias para futuras elecciones.
Por Álvaro Cuadra
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. Elap. Universidad Arcis