¿Por qué el Patrimonio se ha convertido en una lucha ciudadana? ¿Por qué movilizarse para defender los símbolos o referentes de nuestra historia e identidad? ¿Por qué pararse afuera de la Biblioteca Nacional con un gran pendón para reivindicar públicamente que “Tomé defiende y proyecta su patrimonio”, que somos los propios ciudadanos quienes queremos participar en la construcción de nuestras ciudades, de nuestro futuro?
“El Patrimonio es un derecho”, sentenciaba Rosario Carvajal, presidenta de la Asociación Chilena de Barrios y Zonas Patrimoniales, cuando estuvo en Tomé recientemente. Y así lo entendemos desde esta ciudad un grupo cada vez mayor de vecinos y vecinas, y de organizaciones e iniciativas comunitarias, culturales, políticas, académicas y medioambientales, que este año nos organizamos para defender nuestro mayor hito: el recinto de la fábrica de paños de Bellavista, frente a la propuesta de un proyecto inmobiliario.
Son 6,2 hectáreas y unos 15 edificios que integran esta verdadera ciudadela, lugar donde se inició hace 151 años una industria textil que dio vida y esplendor a la localidad, e incluso renombre internacional al país. La fábrica es el corazón del barrio Bellavista, un puñado de casas y poblaciones que –a medida que avanzaba el siglo XX– fueron brotando en un estrecho valle. Todo esto nos recibe cuando bajamos por la empinada y sinuosa cuesta Caracol, llegando a la ciudad. A un lado, el mar; al otro, entre cerros, las poblaciones La Rana, La Florentina, La Junta, Los Cerezos, y, enmarcando a la entrada el recorrido, la imponente arquitectura de la fábrica.
La arremetida comenzó eso sí justo después del terremoto de 2010. Antiguos galpones industriales, que lucían abandonados a orillas de la playa, fueron de pronto demolidos, incluyéndose la recordada Casa Schmutzer, donde hasta hacía poco había estado un consultorio. Cinco torres de 15 pisos cada una se levantaron y –como murallón implacable– taparon el sol a las viviendas de trabajadores. El Condominio Santa Beatriz es para algunos la postal de un Tomé que rejuvenece y se moderniza. Para otros es una aberración arquitectónica, una herida a nuestro carácter patrimonial, una burla insoslayable.
Mientras avanzaba 2013, un rumor: los propietarios de Bellavista Oveja Tomé habían loteado el terreno industrial, evidenciando –leíamos en ello– el interés de venderlo. En 2007, la fábrica había quebrado, siendo adquirida por Juan Carlos Sabat a través de un leasing del Banco de Chile. La promesa era reactivar una industria que comenzó a decaer con la crisis económica de 1982 y en definitiva con un sistema que estaba imponiéndose violentamente a costa de un proyecto nacional.
Ante las sorpresivas acciones de la empresa, el Consejo Comunal para el Patrimonio de Tomé, formado en 2009, solicitó a la autoridad comunal acelerar la protección del recinto. En febrero de 2014, el municipio presentaba el expediente para postularlo a Monumento Histórico Nacional. Luego de algunas reuniones, donde también participaron empresarios y la organización ciudadana, el proceso –sin embargo– pareció dormir.
Otro hecho, en enero de 2016, impulsó nuevas fuerzas. Los propietarios solicitaron a la municipalidad el cambio de uso de suelo de industrial a inmobiliario con una propuesta que implicaba demoler todo y dejar sólo una fachada, para construir mil 500 departamentos y un stripcenter. Vecinos y vecinas, junto a unas veinte organizaciones, conformaron la Mesa Ciudadana por el Patrimonio de Tomé, comenzando una campaña por agilizar la declaratoria. Había que moverse rápida y efectivamente, activando nexos y redes de ayuda. Un mes después, estaba Rosario Carvajal –todo un emblema nacional en la lucha ciudadana por el patrimonio– en un encuentro con la comunidad. Nos habló de cómo se levantó el barrio Yungay frente al poder de las inmobiliarias; de cómo tomaron las riendas y se fueron enfrentando tanto al sistema económico como a la falta de políticas idóneas y a una institucionalidad obsoleta.
El 13 de abril, llegó la Mesa Ciudadana hasta el Consejo que dirimió en la Biblioteca Nacional la decisión, con seis mil firmas de apoyo recolectadas en una campaña que duró unas dos semanas, con gestiones realizadas en apenas dos meses y sin financiamiento alguno. Tras la sesión –donde también intervinieron representantes de la empresa y la alcaldesa de Tomé, Ivonne Rivas– el veredicto fue unánime y favorable en especial para la organización, ya que obedeció a uno de los lemas: la Fábrica de Bellavista Tomé fue declarada Monumento Histórico Nacional en su totalidad.
Sabemos que la burocracia juega contra la mantención del patrimonio arquitectónico en Chile, que no hay fondos estatales suficientes ni un conocimiento desde el capital sobre el potencial que tiene para el desarrollo de las ciudades. Se entiende generalmente su defensa como un ejercicio de la nostalgia, como una apología al mausoleo, a la ruina. Y la lógica del mercado es implacable: demoler rápidamente y construir desde una estética homogeneizante. Pero hoy no son pocas las agrupaciones que trabajan con logros importantes por un cambio de paradigma: del 22 al 24 de abril en Lota, 43 organizaciones provenientes de Arica a Punta Arenas participaron en el 5° Congreso Nacional de Barrios y Zonas Patrimoniales.
Cuando el cierre de la fábrica es irremediable, y no tanto porque los dueños lo anuncien ante la declaratoria, sino porque su desmantelamiento ha sido paulatino en esta última etapa, ¿qué soñamos para el lugar? Muchas ideas han surgido con la claridad de que se deben abrir fuentes de trabajo para una ciudad golpeada por la cesantía y que hoy se redefine hacia el turismo. El añorado museo textil, la sede de algún instituto, universidad o del Consejo de la Cultura y las Artes, talleres textiles, tiendas de artesanía o diseño, lofts, espacios para compartir.
En abril, la Mesa Ciudadana por el Patrimonio de Tomé trabaja por apurar la firma del decreto correspondiente a la declaratoria por parte del Ministerio de Educación. Al mismo tiempo, espera la respuesta de la municipalidad para una reunión que será paso importante dentro de un proceso ya iniciado, en busca de un uso para el recinto con la participación de todos: del Estado, de las autoridades locales, de universidades, profesionales, de empresarios (por qué no), pero sobre todo de los ciudadanos, porque el patrimonio pertenece en definitiva y primeramente a su comunidad.
Carolina Lara B.
Vocera Mesa Ciudadana por el Patrimonio de Tomé
BUFÉ / Magazine de Cultura, Concepción