Barcelona resultó un caos el jueves a causa de una huelga que colapsó la ciudad a primera hora de la mañana y última de la tarde. Los retrasos que ocasionaron las protestas y las gestiones de la acreditación hicieron que solo pudiera asistir durante media hora al gran espectáculo que ofrecieron los norteamericanos Car Seat Headrest en el escenario Pitchfork.
Willie Toledo, su líder, una suerte nerd enclenque con la voz potente de Micah P. Hinson, tocó al completo su nuevo disco Teens of Denial equilibrando acertadamente las distorsiones de las guitarras con las melodiosas letras de la ópera rock que narra el viaje de aprendizaje de un adolescente como cualquier otro llamado Joe.
Sin tiempo que perder, como es habitual en un recinto que se tarda en recorrer unos veinte minutos de una punta a la otra, me trasladé al escenario Heineken donde actuaba Daughter.
El trío londinense de dream pop, a menudo comparado con The XX, ofreció una hora de dolorosas armonías sobre las que su líder, Elena Tonra, sonaba dulce y desgarradora.
Tras escuchar de fondo la electrónica sofisticada de los franceses Air, acudí presto, esquivando hipsters barbudos y guiris extasiados sobre los que las drogas de diseño comenzaban a hacer efecto, a coger sitio para escuchar el post rock de Explosions in the Sky.
Contaba con que fuese uno de los conciertos de la noche pero sonó más deslavazado que épico a excepción de los tres últimos temas y un final espectacular en el que restallaron las guitarras distorsionadas.
En Tame Impala, la mística del rock psicodélico de los australianos se vio interrumpida por un extraño problema de sonido a mitad de la canción Eventually que enfrío a un público entregado y levantó las sospechas de los más suspicaces al reanudarse quince minutos después en el mismo instante en que se había detenido.
Muchos, con razón, aprovecharon la pausa para escoger un buen lugar en el que presenciar la vuelta a los escenarios de LCD Soundsystem. Estaban en forma. Dos horas de funk, house, punk y disco en los que sus temas sonaban como mantras kilométricos.
Cerraron, como no podía ser de otra forma con Dance Yrself Clean aunque podrían haberlo hecho con Drunk Girls puesto que cerca de las dos de la mañana ya empezaban a enfilar las salidas del festival los primeros rostros desencajados.
El rock matemático de Battles y su alucinado paseo por la experimentación pusieron el broche a la primera jornada. Los neoyorquinos, que para el que esto escribe fueron los más destacados de la noche, sacudieron al público con una sucesión de ritmos maratonianos y percusiones enloquecidas cerrando de forma notable los compases iniciales de un festival que continuará mañana desde primera hora de la tarde.
Diego Montes
Fotografía: Eric Pamiés
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