¿Usted sabe quién es Jorge Batlle Ibáñez? Pero sí se acuerda de Juan Domingo Perón ¿no? Batlle fue presidente del Uruguay (2000-2005), un funcionario más, de tantos, obediente a Estados Unidos y al Fondo Monetario Internacional, FMI, que permitió que los ahorros de centenares de miles de uruguayos se diluyeran durante la crisis financiera de 2002.
En la misma coyuntura, pero mucho más grave, Néstor Kirchner se convirtió en presidente de Argentina, en 2003, cuando el país tuvo una caída del Producto Interno Bruto, PIB, superior a 14 por ciento. Pero Kirchner hizo todo lo contrario de Batlle: No fue a mendigarle a Bush, se la jugó por la soberanía y la redistribución, y la Argentina comenzó a crecer aceleradamente y sin freno hasta este 2010 en que se prevé un aumento de 9,1 por ciento del PIB.
La huella de Kirchner le abrió camino a la Presidencia a su esposa, Cristina Fernández, como la de Lula a Dilma Roussef, con una victoria espectacular sobre el «socialdemócrata» José Serra, el 31 de octubre. En cambio, aquí, Eduardo Frei no consiguió prácticamente nada de la popularidad de Michelle Bachelet, y así la Concertación se hundió en una crisis irreversible. Y de aquí a poco, Bachelet perderá -si no perdió ya, igual que Ricardo Lagos-, toda gravitación.
Dilma Roussef ganó porque la derecha no consiguió engañar al pueblo brasileño, ni siquiera con la más obscena campaña de que se tenga historia en ese país: Los brasileños y brasileñas saben que en los ocho años de Lula su país cambió ante sus ojos, de subpotencia regional sumisa a un actor de primera línea mundial. Que la pobreza cayó en 50 por ciento, que se crearon tres veces más empleos que en los ocho años del PSDB (Partido da Social Democracia Brasilera), que cayó en picada la deforestación de la Amazonía, que se crearon 14 universidades federales.
Y cosas parecidas ocurren en Bolivia, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Venezuela, países que de comparsas pasaron a ser protagonistas ¿Quién imaginaría hace cinco años a un presidente boliviano siendo atendido y escuchado en decisiones de relevancia mundial? ¿O a Chile admitiendo la devolución de territorios?
Estos presidentes han demostrado que, con todo en contra, se puede hacer una gran diferencia cuando existe la voluntad de hacerlo. Por eso Bachelet -un producto mediático- fue incapaz de mostrar algo que pudiera traspasar su pretendida popularidad al aburrido continuismo de Frei.
Por Alejandro Kirk
Polítika, segunda quincena noviembre 2010
El Ciudadano N°91