Es difícil definir la figura de Kim Kardashian. Producto de esa seudo cultura que hace famosa a la gente por el simple hecho de ser famosa. El odio que se le tiene es directamente proporcional a la devoción que provoca en millones de `personas que están al pendientes de sus selfies desnuda o si salió a la esquina a tomar un café.
De ser amiga de Paris Hilton y disfrutar una riqueza que no creó, ha logrado exasperar a cualquiera que intente ser exitoso en esta vida: sus selfies se han convertido en libro, no parece tener fin su serie televisiva, su aventura como desarrolladora de aplicaciones pone en apuros a los servidores de Apple y puede aparecer en la portada de la revista que le de la gana.
Lo cierto es que ha demostrado que la fama es una cuestión de cuánto interés puedes generar, no de lo que puedes hacer. Una mujer que simplemente se preocupa de sí misma, que no tiene opinión y no desarrolla ninguna habilidad más que hacerse selfies frente al espejo, se alza en nuestra sociedad como la representación del icono de la decadencia consciente, un becerro dorado y hueco a quien no le interesa nada ni nadie más que su micro mundo(irreal para la mayoría).
Quizás eso motiva a sus seguidores. Poder lograr que el mundo se rinda a tus pies sin tener ningún talento especial, sin brillar en ningún campo y aún así ser portada de GQ Estados Unidos.
Te dejamos aquí las fotografías de la sesión
Una foto publicada por Kim Kardashian West (@kimkardashian) el