El amor es todo lo contrario de un poder elemental; parece un género literario, pues más que un instinto es una creación y, aún como creación, es nada primitiva en el hombre.
El amor, el de enamoramiento, es un hecho poco frecuente para el que hay que tener talento; no se enamora cualquiera ni a cualquiera. El suceso se origina cuando se dan ciertas condiciones en el sujeto y en el objeto que garantizan un mutuo estado de deseo.
Es una realidad que las palabras más puntales, dichas en el momento correcto y que te incendian el alma, son las que nos enseñan a amar; no sólo son los “te amo”, sino esa emoción transformada en metáfora que deja en vela hasta al más duro de corazón.
De las muchas formas que hay de enamorar, una de las más poderosas, de las más sugerentes y de las más excitantes, es la poesía, por esta razón presentamos 4 poemas de la joven española Jennifer Gomez, que se convertirán en las mejores historias de amor:
La felicidad es tenerte cerca
Nunca supe cómo definir
la felicidad,
ni siquiera sé si alguna vez
la he sentido.
Es difícil
pero lo explicaré:
La felicidad es como cuando apruebas
el último y jodido
examen de tu carrera.
Es como si sintieras
justo el momento en el que explotan
miles de mariposas
y rompen la larva al nacer.
Es como ir a un concierto
y que la última canción
sea tu preferida.
Es como levantarte siempre
con el pie derecho
y tener el desayuno preparado.
Es como las cervezas frescas
en cualquier bar
pero con los de siempre.
Es como tener resaca
-después de esas cervezas-
y encontrar
la última pastilla de ibuprofeno.
Es como el sonido del móvil
que te avisa
de la llamada que nunca llegaría.
Es como las preguntas que te haces
pero para las que ya tienes respuesta.
Es como si el amor de tu vida
te reconoce entre un millón de caras.
Es como cerrar los ojos
para volar
y que al abrirlos esté frente a ti.
Eso sí da vértigo y no las alturas.
Es como los besos
en un portal
de madrugada.
La felicidad,
en resumen,
es caminar en silencio
pero a su lado.
Te quiero a ti con todo
Yo no quiero
que te acuerdes de mí
a cada momento.
Quiero que me recuerdes
en ese instante en el que
te tumbas en la cama,
en paz,
y cierras los ojos.
Yo no quiero
recibir noticias tuyas
todos los días.
Quiero que me (ll)ames
cuando llores,
y cuando lo hagas de alegría
o cuando estés en guerra contra el mundo.
Yo no quiero
ir de la mano contigo por Madrid.
Quiero que Madrid
nos pese en las palmas
hasta quebrarnos los brazos.
Yo no quiero
escuchar canciones
que hablen de otros.
Quiero que todos los músicos
encuentren la inspiración
con nuestra historia.
Yo no quiero
que te reflejes en ningún espejo.
Quiero que me mires a mí
y te veas a ti
y descubras cómo te veo.
Yo no quiero
largas conversaciones
ni palabras forzadas.
Quiero estar en silencio,
siempre a tu lado,
y respirar.
Yo no quiero
acostarme contigo.
Quiero, sobre todo,
que el sol despunte
y despertar en tu casa.
Yo no quiero
saber qué piensas
cuando me abrazas.
Quiero que me abraces
sin pensarlo.
Yo no quiero darte un beso.
Quiero nunca dejar de dártelo.
Perspectivas
El tiempo es
lo único que hace justicia
ante dos corazones cansados
de amar.
Nos hemos roto tanta veces
que solo él
puede volver a rehacernos.
Nos hemos dicho tan pocos
“te quieros”
a pesar de haber querido tanto
que solo el tiempo sabrá decirnos
por qué no supimos hacerlo.
La diferencia entre tú y yo
es mi pasado
y tu futuro.
Que donde tú escuchas
un tic tac
yo veo una manija
repleta de quizás.
Y no se trata de luchar
contra los relojes
ni de perder el tiempo
intentando recomponer
pedazos de una vida desgastada.
Se trata,
simplemente,
de hacer del tiempo
un aliado
para darnos cuerda
y alivio
en esta sinrazón en la que
nos hemos instalado.
Miedos verdades
Tengo tanto miedo
a tirarme desde un avión
y que el paracaídas no se abra.
Y tú tienes miedo a tirarte
y que no te dé tiempo
a volar antes de abrirlo.
Mientras yo pienso en la caída
Tú prefieres disfrutar de ella.
Tengo tanto miedo
a descubrir qué hay detrás
de cada puerta
que me interpone la vida.
Y tú las derribas a golpes
y saltas por las ventanas si se tercia.
Mientras yo llevo echado el freno
Tú vas cuesta abajo y sin ellos.
Tengo tanto miedo
a dormirme por si al despertar
ya no estás.
Y tú estas deseando hacerlo
para poder soñar -aún más-.
Mientras yo te miro, tú duermes.
Tengo tanto miedo
a romperme,
a que me rompas por la mitad
y me dejes en cien piezas.
Y tú eres especialista
en hacer puzzles
y recomponer corazones perdidos.
Mientras yo me hiero, tú me curas.
Tengo tanto miedo
a la soledad por tu ausencia.
Y tú, a sabiendas,
te empeñas en aparecer
por todas partes.
Tengo miedo,
de que me quieras
y que sea yo
quien te haga mil pedazos.
Fuente: Culturacolectiva