El asiento vacío de Liu Xiaobo alberga mucho más de lo que China piensa

En la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz de este año habrá un asiento vacío

El asiento vacío de Liu Xiaobo alberga mucho más de lo que China piensa

Autor: Cesarius

En la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz de este año habrá un asiento vacío. En medio de la pompa y la solemnidad, ante una sala abarrotada con un millar de invitados y dignatarios reunidos para este acontecimiento centenario, la silla del galardonado de este año, Liu Xiaobo, estará vacía.

Liu Xiaobo habría ocupado el estrado junto con los miembros del Comité del Nobel en el grandioso Ayuntamiento de Oslo al ser homenajeado por su larga lucha no violenta en favor de los derechos humanos fundamentales en China. Habría pronunciado un discurso, habría aceptado su medalla y su diploma y habría continuado con su llamamiento en pro de una reforma legal y política pacífica en China. Habría posado para los fotógrafos, habría concedido entrevistas, habría disfrutado brevemente del brillo del reconocimiento internacional, y luego habría vuelto a casa.

En lugar de eso, Liu Xiaobo está encarcelado. Cumple una condena de 11 años por “incitar a la subversión del poder del Estado” como principal autor de “Carta 08”, un manifiesto en el que se pide el reconocimiento de los derechos humanos fundamentales en China. Liu ha mantenido siempre que la condena viola tanto la propia Constitución china como los derechos humanos fundamentales pero, como muchos otros que, en China, han optado por alzar su voz, ha sido severamente castigado.

Las normas del Nobel exigen que el galardonado o su familia inmediata acepten personalmente el premio. La ausencia forzosa de Liu supone que, por primera vez desde 1938, el Premio Nobel de la Paz no se entregará en la ceremonia. Su esposa podría haber recogido el premio por él, pero también ella ha sido detenida por las autoridades chinas, y actualmente se encuentra bajo arresto domiciliario en Pekín. Decenas de personas que querían asistir a la ceremonia han sido detenidas también, o se les ha prohibido salir de China.

Quizá el gobierno chino considere esto una victoria, pero se equivoca. Pese a la campaña de intensa presión política, intimidación y amenazas, no ha conseguido derrotar ni a Liu Xiaobo ni al Comité del Nobel. Porque, mientras, el día de la ceremonia, los demás asientos de la abarrotada sala albergarán sólo a una persona, el asiento vacío de Liu Xiaobo albergará mucho más.

Albergará a los miles de presos políticos y de conciencia que languidecen en las cárceles chinas o bajo arresto domiciliario, víctimas de procesamientos y persecución únicamente por tener el valor de expresar sus opiniones. Personas como Tian Xi, atrapado en un bucle jurídico y que se enfrenta a una posible detención indefinida por su lucha en busca de una indemnización tras ser infectado de VIH y hepatitis a raíz de una transfusión de sangre recibida cuando era niño. O Zhao Lianhai, que cumple dos años y medio de prisión por pedir justicia para los bebés que han enfermado a causa de una leche en polvo contaminada. O Chen Guangcheng, activista de derechos humanos ciego que permanece bajo arresto domiciliario tras cumplir una pena de cuatro años de prisión por su participación en una acción judicial contra las esterilizaciones y abortos forzosos a que sometieron las autoridades a miles de mujeres en la provincia de Shandong.

Albergará el recuerdo de los intentos de China de sabotear los premios de este año mediante presiones políticas, coacciones y chantajes económicos para tratar de intimidar a la comunidad internacional con el fin de que boicoteara las ceremonias. El hecho de que, pese a la presión y las amenazas, China sólo haya logrado engatusar a un puñado de países, refleja lo inaceptable de sus exigencias. Los gobiernos y las instituciones internacionales deben seguir oponiendo resistencia a este tipo de coacción.

En el 60 aniversario del Día de los Derechos Humanos, las acciones de China ayudarán a que la atención del mundo se centre en su atroz historial de derechos humanos. Los millones de personas obligadas a abandonar sus casas a consecuencia de enormes proyectos de construcción. La indignación de la Plaza de Tiananmen. Los abusos en el Tíbet. Y la constante persecución de los Falun Gong.

Resulta curioso que una nación tan poderosa como China se sienta tan amenazada por sólo un hombre. Pero la verdad es que Liu Xiaobo es más que sólo un hombre. Representa los ideales del Premio Nobel de la Paz y las esperanzas y aspiraciones de millones de chinos y chinas silenciados por el aplastante peso de su Gobierno.

Quizá el gobierno chino haya conseguido que la silla de Liu Xiaobo quede vacía, pero, en ausencia de su ocupante, esa silla dice mucho.

Por Salil Shetty

Secretario General de Amnistía Internacional
Institución galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1977


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