Los medios en general, la prensa conservadora e incluso la digital de centro progresista, se sienten incómodos e incluso le temen a WikiLeaks. No faltan editores que aseguran vehementes en programas de TV que las filtraciones dadas a conocer por el equipo de Julian Assange no tienen más valor que ser una prueba de la libertad de información y de la superioridad de los valores de la sociedad occidental (1). Sin embargo, al mirar de cerca las reacciones de la prensa nacional, que hace gárgaras con la función vital de los medios en una democracia, vemos que las informaciones de WikiLeaks no son seguidas ni tratadas por los medios nacionales con el fin de esclarecer los lados oscuros e incompletos de los datos revelados de manera escueta. Por más que tengan que ver directamente con la soberanía nacional, el comportamiento de ministros de Estado ante el Embajador de EE.UU. y las relaciones entre el Estado y el pueblo mapuche. Además, La Tercera y El Mercurio han sido severamente criticados y catalogados por la diplomacia norteamericana de “conservadores” y “alarmistas”, cuando se trata de la cobertura que le dieron a incidentes aislados en territorio mapuche. Pero en Chile, país dominado por la mediocridad de la política binominal, “chapucera”, según sus mismos aliados estratégicos yankees, no hay un debate de fondo sobre el tema.
En Chile, al contrario de lo que sucedería en un parlamento democrático, donde las revelaciones de WikiLeaks hubieran significado no sólo una sesión especial para debatir de manera transparente acerca de las implicancias de los datos develados, sino también la puesta en marcha de una comisión investigadora donde se interpele e investigue a los ex ministros concertacionistas de Bachelet, Pérez Yoma y Viera Gallo, con el fin de esclarecer el pedido de ayuda a los servicios de inteligencia de los EE.UU. con el fin de obtener informaciones de conciudadanos mapuche en conflicto con el Estado chileno, todos los sectores de las elites binominales, incluídos los de la “izquierda” parlamentaria (PC, MAS y PRO) prefieren adoptar la política del avestruz.
No debe olvidarse que se desprende de los cables enviados por la Embajada norteamericana en Santiago que “funcionarios” de esta sede diplomática se pasearon por la Araucanía” recabando información de inteligencia. Conviene recordar que periodistas franceses, investigadores y militantes de la solidaridad internacional y la cineasta Elena Varela, han sido tratados como delincuentes “terroristas” cuando han recorrido territorio mapuche con el fin de entender la realidad de cerca.
Las revelaciones recientes de WikiLeaks acerca de los pedidos de inteligencia del ex ministro concertacionista del Interior de Michelle Bachelet, E. Perez Yoma, sobre los presuntos vínculos del pueblo mapuche con organizaciones designadas como “terroristas” por el Departamento de Estado y el gobierno colombiano al Embajador de EE.UU., Paul E. Simons, muestra de manera fehaciente que las politicas de la Concertación y de la derecha sobre puntos de política interior sensibles eran y son absolutamente intercambiables.
Hemos visto que mientras la troika formada por Piñera, Allamand y Espina, de viaje en Colombia, se dejaban intoxicar con desinformación por el consejo de Seguridad colombiano, los operadores políticos del concertacionismo se dirigían directamente a los servicios norteamericanos para pedir “ayuda”. Así, de manera encubierta y violando los principios de la profesión periodística, los medios chilenos dominantes, bajo presión derechista y con el beneplácito de la Concertación, desataron una campaña anti mapuche.
CRISIS DEL PERIODISMO, CRISIS DE LA PRENSA TRADICIONAL
Si hay una verdad que los estudiantes de periodismo del mundo conocen como una certeza es que desde marzo del 2003, cuando Bush se lanzó a la guerra contra Irak y el “terrorismo internacional”, con pruebas que se revelaron falsas y que el New York Times –el diario de “referencia” de las elites mundiales– reprodujo por patriotismo y sin matices –sin cuestionarlas–, se produjo un momento de inflexión o un giro en la práctica periodística que la condujo a una crisis de legitimidad. Como bien lo expresa la académica de la Universidad Laval, Anne Marie Gingras, en su libro Médias et démocratie, a partir de ese momento, no hay ningún medio que sea un modelo de rigor y de objetividad y que la mayoría de las veces la “gran prensa dominante es portadora de grandes mentiras” (2).
Todavía no puede medirse el impacto político de las revelaciones de los cables de los servicios diplomáticos y de inteligencia yankee en el ámbito de la política mundial, ni tampoco en la conciencia de los ciudadanos. Aunque la información atañe a la percepción que la diplomacia política de EE.UU tiene acerca de los actores políticos mundiales, cabe constatar que la información entregada es de primera calidad para que el ciudadano formado en la crítica a los medios se forme una opinión acerca de las características de las elites políticas nacionales e internacionales y del funcionamiento del poder en general, así como de sus laberintos en el siglo XXI.
La de WikiLeaks es información bruta que merece ser tratada seriamente. Es el trabajo del periodismo de calidad hacerlo. Pero si el periodismo es obsecuente y timorato y no lo hace, se está revelando la miseria de una profesión sometida tanto a criterios mercantiles como a los intereses de los poderosos. De ahí el doble movimiento de atracción y rechazo a WikiLeaks por parte de los medios que no pertenecen al club selecto de los que reciben las “filtraciones”.
El periodismo sabe que hay una fuente de primera mano para investigar, pero al mismo tiempo teme ir al fondo de los hechos para no herir las susceptibilidades de los directores o editores que representan los intereses de los patrones de medios y de los poderes fácticos nacionales. Chile es la prueba.
Por lo mismo, algunos minimizan la importancia de los documentos revelados o sostienen la tesis de un auto complot del centro del poder imperial. Como el corresponsal del cotidiano argentino de Página12 en París, quien afirmó en un sarcástico comentario, que “los secretos verdaderos (de la política exterior de EE.UU. como las relaciones israelí-palestinas o chino) están a salvo por ahora”.
Otros insisten en que muchos de los informes de “inteligencia” de los funcionarios de la Embajada de EE.UU. se basan en recortes de prensa sobre la vida privada de Berlusconi, por ejemplo.
Historiadores consideran que el cuarto de millón de mensajes de más de 250 Embajadas de EE.UU. repartidas por el mundo, son el «sueño del historiador y la pesadilla del diplomático».
Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, nos entrega elementos contextuales para evitar todo relativismo y entender la importancia del trabajo del equipo de WikiLeaks: “Estados Unidos se enfrenta a una crisis diplomática de imprevisibles consecuencias. Y todo ello ocurre en un momento de quiebra económica aguda, en medio de una notable ausencia de liderazgo político y con varios frentes de guerra y amenaza terrorista abiertos en el mundo (aunque esto último es materia de discusión). Es para estar preocupados, aunque algunos piensen que solo «los otros» deberían estarlo. Porque las complejas conexiones que una red de informantes esparcida por el mundo tejía en secreto han quedado al desnudo”.
El conocido escritor y profesor universitario italiano, Umberto Eco, va más lejos cuando se pregunta en un artículo publicado en el cotidiano parisino Libération: ¿Cómo puede mantenerse un poder que ya no tiene la posibilidad de conservar sus propios secretos? Es cierto, Georg Simmel lo decía. Un verdadero secreto es un secreto vacío (y un secreto vacío no podrá nunca ser revelado); es verdad que todo conocimiento acerca del carácter de Berlusconi o de Merkel (ahora sabemos algunos secretos de J. Viera Gallo) es efectivamente un secreto vacío porque es de dominio público; pero revelar, como lo ha hecho WikiLeaks, que los secretos de Hillary Clinton eran secretos vacíos significa despojarla de todo poder. WikiLeaks, no le ha hecho ningún daño a Sarkozy o a Merkel (o a Cristina Fernández según los comentarios poco solidarios de Michelle Bachelet, tal como lo indican los informes de los hombres de Arturo Valenzuela y Paul Simons) pero le ha hecho un gran daño a H. Clinton y a B. Obama. Luego de estas reflexiones, Umberto Eco se pregunta: ¿Cuáles serán la heridas infligidas a un poder tan poderoso?
Obvio, asistimos a un período de cambio de hegemonía. El viejo “hegemón” se resquebraja por dentro y sus elites patalean ante la complejidad de lo nuevo que emerge.
Es quizás la primera vez que medios considerados de referencia en sus respectivos países y continentes tienen acceso a información clasificada y secreta donde hay trigo y paja molida. Pero no hay que engañarse acerca de los motivos invocados por la “gran prensa”. Porque si la publican con tantas ganas es debido a la presión de la lógica del funcionamiento competitivo del sistema de información.
Es la dinámica propia del campo mediático (el espacio donde los medios se mueven, copian y repiten la misma información) la que los empuja a revelarla simultánea y masivamente. ¿Cómo quedar fuera del club de los selectos? Y al resto de los periódicos no le queda otra que filtrarla y destacar contenidos según sus intereses nacionales. Sin comentar, por ejemplo, la información o los análisis y percepciones que en los cables de la diplomacia norteamericana consideran que la mayoría de la prensa chilena es conservadora, alarmista y sensacionalista cuando se ocupa de los conflictos entre el Estado y el pueblo mapuche. Más bien cuando de manera desembozada se procede a la criminalización de la causa mapuche y a la construcción del enemigo. Actuando como meras correas transportadoras de los servicios de inteligencia colombianos y de los Espina, Piñera y Allamand, que declaraban que la “Araucanía estaba en llamas o que ardía”.
Tema que nosotros habíamos tratado y analizado en artículos sobre el tema.
En este sentido el análisis de Derrick De Kerckove, investigador de la Universidad de Toronto es interesante cuando sostiene que: “Las revelaciones de Wikileaks muestran la fuerza de la Red Net, su naturaleza transparente. Una fuerza capaz de oponerse al poder de los gobiernos, de las grandes multinacionales y de la banca mundial. Estas entidades han sido cuestionadas por la operación mediática de WikiLeaks. El interés y la curiosidad con la que esta historia es seguida en la opinión pública, indica que hay un deseo profundo de verdad o al menos de explicaciones. Explicaciones que no han sido dadas en las recientes crisis económicas, políticas o las concernientes a los últimos conflictos internacionales.”
Pero tampoco hay que exagerar. El ciudadano informado no es necesariamente activo en política. El conocimiento del funcionamiento de los engranajes de la política binominal chilena, por ejemplo, provoca más cinismo que necesidad de actuar. Y la política sin la acción transformadora colectiva es la negación de la política y pasto para la manipulación de los ciudadanos por las elites.
Si poco queda de los reportes de los gobernadores procónsules de Roma imperial, ahora, en la era de la información, donde la desinformación es un arma política y de guerra, nos llega de improvisto una masa importante de datos que nos sumerge pero que habría que organizar y seleccionar para sacar conclusiones con prudencia y sin temor. Es evidente que los autores de las tramas, infidencias y declaraciones citadas vienen y van de y hacia la elite mundial. No es el ciudadano común y corriente el que está implicado.
Ahora bien y es lo que se quiere dejar de lado. Que no se trata de “filtración” como pretenden El País de España, algunas agencias de prensa y articulistas, sino más bien de actos conscientes y deliberados, es decir, con una finalidad política, la que motivó a sus dos principales protagonistas a la difusión amplia de información pública.
Uno de ellos, el soldado Manning, está preso. Y Julian Assange, que ha sido detenido por la policía mundial, se encuentra en libertad provisoria e incluso ha sido veladamente amenazado de muerte por un ex funcionario de la diplomacia canadiense. Los dos autores (Assange y Manning) consideran que los flujos de información deben ser libres. Es la teoría de la información de Norbert Wiener, de cepa libertaria, que se incubó en el movimiento hippie y que hoy ha sido traspasada al movimiento “Hacker”.
“En EEUU no se persiguen los delitos destapados en anteriores revelaciones de Wikileaks en Afganistán e Irak: crímenes de guerra, cuando menos. Se prefiere la caza del mensajero, el escarnio público del disidente. La orden es clara: busca, linchamiento mediático y captura de Julian Assange y cerco tecnológico al fuerte-Wikileaks, ya desconectado por Amazon. Huele a La cortina de humo.” Capturar a Assange, como si fuera un Osama Bin Laden sustituto. El nuevo enemigo público Número Uno. ¿Y después, qué? Escribe en su blog, Ramón Lobo.
Ahí está una de las madres del cordero.
Es lo que explica que las declaraciones de políticos y diplomáticos vayan siempre en el mismo sentido: “así se hace la política y es normal que así sea”. Habría que aceptar que el ciudadano no esté informado y que se le revele lo que el poder decida en nombre de la “Seguridad Nacional”. Como cuando en Chile ministros de la Concertación del Gobierno de Michelle Bachelet le piden ayuda de inteligencia a la CIA y al FBI a través del Embajador yankee acerca de las presuntas “conexiones terroristas” de los militantes mapuche. Pero cuando francotiradores libertarios disparan sobre el sistema diplomático mundial se transforman en chivos expiatorios del Estado del país que quiere seguir siendo el más poderoso del planeta.
El historiador y el analista de la información tiene una materia bruta de primera calidad para extraer de ahí conclusiones y enseñanzas acerca de los mitos contemporáneos de las clases dirigentes.
Es lo que buscan que pase inadvertido por quienes quieren banalizar las revelaciones. Al banalizar la revelación de los mensajes e informes de los diplomáticos de la potencia imperial se está impidiendo sacar algunas conclusiones para la ética democrática. El ciudadano, ocupado en ganarse la vida a duras penas, no tiene tiempo de hacerlo. Los medios dominantes y sus periodistas no tienen interés en que se haga. Los políticos no discuten puesto que están implicados. Connivencia obliga. Las escuelas de periodismo parece que tampoco quieren aprovechar la ocasión para lanzar el debate acerca de la mercantilización de los medios que reciben subvención indirecta por parte del Estado y del ocaso de una profesión cuyo ideal consistía en buscar la verdad sin tapujos para publicarla. Habrá que crear entonces un movimiento ciudadano por el derecho a la información.
Por Leopoldo Lavín Mujica
M.A. en Communication publique de l’Université Laval, Québec, Canadá.
REFERENCIAS
(1) Era la Posición defendida en un programa de CNN Chile por el editor de elmostrador.cl, Mirko Macari, en la cual participaba el ex Embajador chileno en Washington, José Goñi, donde los comentarios triviales acerca de las revelaciones de WikiLeaks se repetían uno tras otro.
(2) Anne Marie Gingras, Médias et démocratie. Le grand malentendu, Presses de l’Université du Québec, Montréal 2009.
(3) Trad. libre del francés
El Ciudadano