Durante el presente año han resurgido una serie de pendientes entre el Estado de Chile y sus pueblos originarios. Particular interés han generado los hechos que desde algunos meses se desarrollan en Rapa Nui. Hasta el momento el Estado había logrado con éxito evitar que este conflicto se saliera de sus límites y viniera a manchar la imagen idílica que se había construido sobre nuestra relación con los isleños. Lamentablemente, los últimos meses han dejado ver trizaduras en la calidad de la amalgama continente-isla.
La imagen idealizada que se había construido tiene como fuentes principales a los medios de comunicación y, en particular, a la educación chilena. Los relatos que la historia oficial ha construido no son otra cosa que propuestas interesadas y que omiten la visión que los propios habitantes de la isla tienen de su relación con Chile.
Para demostrar lo anterior podemos considerar una de las fuentes que de forma sacrosanta se ha instalado como la voz de lo que el Estado, mediante nuestro sistema educativo, quiere que los jóvenes conozcan sobre este tema y respecto de lo cual se espera que los profesores sean meros facilitadores obedientes: los textos escolares.
El texto escolar oficial que actualmente es usado en Segundo Medio, al momento de enfrentar el tema de Isla de Pascua y su anexión al territorio chileno nos pasea por una versión bastante conocida. En una página, la 178, se construye un panorama bastante condescendiente de lo que caracterizó a este proceso.
En dicho texto escolar, si bien en un inicio se asume claramente que la anexión se debió esencialmente a intereses de carácter estratégico, al desarrollar el tema termina identificando esta acción con una actitud casi humanitaria del Estado, relacionada con el hecho de que parte importante de la población Rapa Nui estaba siendo esclavizada y era llevada a trabajar en faenas agrícolas y mineras a Perú. Pero si algo de esa actitud humanitaria es verosímil, al seguir leyendo descubrimos una serie de omisiones que siembran una dudara razonable a este respecto.
El texto escolar continua y plantea que en 1888 los jefes de la isla cedieron “la soberanía plena y entera de la Isla de Pascua, y se reservaron los títulos de jefes de que estaban investidos (…) Las tierras fueron entregadas en una concesión a una empresa británica”. Esto que parece un acuerdo ordenado y beneficioso para los isleños en realidad no resulta tan cierto. En el texto La memoria olvidada, Historia de los Pueblos Indígenas de Chile, publicado el año 2004, que es un trabajo que intenta fijar algunas certezas respecto a la desastrosa relación que el Estado Chileno ha mantenido con sus pueblos originarios, y cuyo editor es José Bengoa, se plantea que si bien esta cesión ocurrió, los sucesivos gobiernos no cumplieron con su parte del acuerdo, que entre otras cosas incluía un compromiso para proporcionar educación y desarrollo a los isleños. Además, la entrega de la isla en arriendo a una empresa británica para que la usara como hacienda ovejera vino a desmejorar aún más la situación de los rapa nui, de hecho esto generara una serie de cambios brutales en la isla, reordenando gran parte de sus costumbres y cosmovisión, además del ecosistema de la isla (pág. 610-612).
A lo anterior se sumó la despreocupación del Estado por la isla hasta la década de 1930, cosa que cambió ante el temor de que la empresa inglesa inscribiera a su nombre las tierras, frente a lo cual el Estado decide registrar de forma ARBITRARIA la totalidad de las tierras en el Conservador de Bienes Raíces a nombre del propio Fisco (pág. 641). El texto escolar aludido omite este detalle de desafección del Estado hacia la isla y sus habitantes, y sus resultados finales.
Ahora, cuando el texto escolar menciona que recién en 1966 la población isleña obtuvo sus plenos derechos no aclara que previo a ese momento, como lo plantea Bengoa, “no tenían la nacionalidad chilena, eran apátridas, calidad jurídica que no solo les prohibía viajar al continente, salvo raras excepciones, sino que tampoco podían hacer abandono del país al no tener derecho a la obtención de un pasaporte” (pág. 612)
Para coronar todo esto, hoy muchas veces presentamos a la población rapa nui como verdaderas reliquias vivientes de un pasado glorioso, pero que ya se fue y que bajo ninguna circunstancia se espera que vuelva.
La visión que entrega el texto escolar que hemos citado necesariamente debe ser revisada y contextualizada adecuadamente. Así mismo, no se debe entender que los autores de dicho texto sean responsables por si solos de construir esta visión acrítica. Necesariamente estamos en presencia de algo mucho más complejo, estamos hablando de una forma de construir nuestra sociedad y la memoria que la sostiene de forma autoritaria y sin la más mínima participación de sus protagonistas.
En conexión con esto mismo, en estos días hemos sido testigos de cómo se busca acorralar la enseñanza de la Historia al disminuir parte de su disposición horaria. Claro, resulta evidente que si como profesores estamos dispuestos a releer nuestra Historia, disminuir horario suena más a querer instalar una conformidad con la versión oficial que a intentar que nuestros niños, niñas y jóvenes aprendan de verdad sobre la(s) Historia(s) y sus procesos de construcción.
Por Carlos Garrido González
Profesor de Historia y Ciencias Sociales
Magíster en Educación