Un grupo compuesto por docenas de científicos de diferentes campos de investigación, ha emitido un informe llamando a la acción para reducir la exposición a una gran cantidad de químicos comunes que ponen a los niños estadounidenses en alto riesgo de desarrollar desórdenes neurológicos.
Los autores describen los riesgos como inaceptables, condenan el actual sistema de evaluación de químicos y califican la toma de decisiones del sistema de salud pública de Estados Unidos como «fundamentalmente inservible». También sugieren que permitir que las personas se expongan a ciertas sustancias podría ser causa de autismo y ciertas discapacidades intelectuales.
El informe, publicado en Environmental Health Perspectives, presenta una lista de sustancias químicas encontradas en productos de uso común en los hogares y otros que se usan en agricultura, que son identificados como los más neurotóxicos. Entre ellos están los ftalatos, que están presentes normalmente en productos farmacológicos y en plásticos, pero que han mostrado tener un efecto en el funcionamiento de la hormona tiroides (que juega un rol vital en el desarrollo cerebral).
El informe también menciona el plomo, el mercurio y varios tipos de fertilizantes usados en la agricultura; todos altamente tóxicos para el cerebro de los niños en desarrollo. Los autores señalan que lo preocupante es que muchas de estas sustancias se han usado tan ampliamente que han llegado a ser prácticamente inevitables en el ambiente contaminado en que vivimos.
En un comunicado, la coautora Susan Schantz explica que «estos químicos son onmipresentes, no sólo en el aire y el agua, sino en los productos cotidianos que estamos acostumbrados a usar en nuestros cuerpos y hogares». Tal vez por eso no sorprende que un estudio de 2011, realizado por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), haya encontrado niveles detectables de 62 químicos dañinos en un 90% de mujeres embarazadas en Estados Unidos.
Entre estas sustancias había clases de polibromodifenil éteres (PBDE) y de bifenilos policlorados (PCB), que pueden atravesar la placenta y afectar el desarrollo neurológico del feto.
Aunque esta evidencia pinta un panorama gris, Schantz insiste en que no toda la esperanza está perdida, alegando que «se puede reducir la exposición a los químicos tóxicos y es urgentemente necesario proteger a los niños de hoy y mañana».
Sin embargo, para que esto ocurra, los autores del estudio afirman que las actuales prácticas deben eliminarse y que «debemos adoptar un nuevo marco de trabajo para evaluar químicos potencialmente disruptivos para el desarrollo cerebral y prevenir el uso de aquellos que representan un riesgo».
Por ejemplo, los científicos critican que en el sistema actual, «cuando un químico tóxico o una categoría de químicos finalmente es eliminada del mercado, los fabricantes los sustituyen con sustancias similares que pueden representar riesgos similares o cuya toxicidad no ha sido probada».
El estudio cita la vez en que el gobierno federal prohibió los pesticidas organofosforados. Los fabricantes respondieron expandiendo el uso de pesticidas neonicotinoides y piretroides, cuya toxicidad para el cerebro en desarrollo ha sido probada.
Tal vez lo más chocante de todo, como señalan los investigadores, es que «la gran mayoría de las sustancias químicas presentes en los productos industriales y de consumo, se fabrican sin pruebas para observar su neurotoxicidad u otros efectos en la salud», y que es urgente y muy necesario un cambio drástico de las políticas al respecto.
Por IFLScience
Traducción CCV El Ciudadano