1. Mantenga viva la indignación.
Verifique periódicamente si usted es aún de izquierda. Adopte el criterio de Norberto Bobbio (Nota: filósofo y jurista italiano): la derecha considera la desigualdad social tan natural como la diferencia entre el día y la noche. La izquierda la enfrenta como una aberración que debe ser erradicada. Cuidado: usted puede estar contaminado por el virus social-demócrata, cuyos principales síntomas son usar métodos de derecha para obtener conquistas de izquierda y, en caso de conflicto, disgustar a los pequeños para no quedar mal con los grandes.
2. La cabeza piensa donde los pies pisan.
No da para ser de izquierda si no se “ensucian” los zapatos allá donde el pueblo vive, lucha, sufre, se alegra y celebra sus creencias y victorias. Teoría sin práctica es hacer el juego a la derecha.
3. No se avergüence de creer en el socialismo.
El escándalo de la Inquisición no hizo a los cristianos abandonar los valores y las propuestas del evangelio. Del mismo modo, el fracaso del socialismo en el Este europeo no debe inducirlo a descartar el socialismo del horizonte de la historia humana.
El capitalismo, vigente hace 200 años, fracasó para la mayoría de la población mundial.
Hoy, somos seis mil millones de habitantes. Según el Banco Mundial, 2 millones ochocientos mil sobreviven con menos de dos euros por día. Y 1 millón doscientos mil, con menos de un euro por día. La globalización de la miseria sólo no es mayor gracias al socialismo chino que, a pesar de sus errores, asegura alimentación, salud y educación a 1 millón 200 mil personas. (Nota: cifras de 2003).
4. Sea crítico sin perder la autocrítica.
Muchos militantes de izquierda cambian de lado cuando comienzan a “buscar piojos en la cabeza del alfiler” (Nota: expresión equivalente a “buscar las cinco patas al gato”). Excluidos del poder, se vuelven amargados y acusan a los (las) compañeros(as) de errores y vacilaciones. Como dice Jesús “ven la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio”. No se comprometen buscando mejorar las cosas. Se quedan como meros espectadores y jueces y pronto son cooptados por el sistema. Autocrítica no es sólo admitir los propios errores. Es admitir ser criticado por los (las) compañeros (as).
5. Sepa la diferencia entre militante y “militonto”.
“Militonto” es aquel que se jacta de estar en todo, participar en todos los eventos y movilizaciones, actuar en todos los frentes. Su lenguaje está repleto de clichés (Nota: por ejemplo, usa y abusa de expresiones como “compañeros”, “la lucha”, “la moral revolucionaria”, etc.) y los efectos de sus acciones son superficiales.
Un militante profundiza sus vínculos con el pueblo, estudia, reflexiona, medita; se especializa en una determinada forma y área de actuación o actividad, valora los vínculos orgánicos y los proyectos comunitarios.
6. Sea riguroso en la ética de la militancia.
La izquierda actúa por principios. La derecha, por intereses. Un militante de izquierda puede perder todo -la libertad, el empleo, la vida-, menos la moral. Al desmoralizarse, desmoraliza la causa que defiende y encarna, prestando así un inestimable servicio a la derecha.
Hay “pelegos” (Nota: en Brasil, esta palabra designa a dirigentes o líderes sociales que velan por los intereses de los patrones o los poderosos, antes que por los del sector al que representan. También al trabajador que se humilla ante el patrón y no lucha por sus derechos por miedo a las consecuencias) disfrazados de militante de izquierda. Es el sujeto que milita buscando, en primer lugar, escalar al poder. En nombre de una causa colectiva, busca primero su interés personal.
El verdadero militante -como Jesús, Gandhi, Che Guevara- es un servidor, dispuesto a dar la propia vida para que otros tengan vida. No se siente humillado por no estar en el poder, u orgulloso al estar. Nunca se confunde con la función que ocupa.
7. Aliméntese en la tradición de la izquierda.
Se precisa oración para cultivar la fe, cariño para nutrir el amor de la pareja, “volver a las fuentes” para mantener encendida la mística de la militancia. Conozca la historia de la izquierda, lea (auto) biografías, como el Diario del Che en Bolivia, y novelas como La madre, de Gorki o Las uvas de la ira, de Steinbeck.
8. Prefiera el riesgo de errar con los pobres a tener la pretensión de acertar sin ellos.
Convivir con los pobres no es fácil. Primero, existe la tendencia a idealizarlos. Después, se descubre que entre ellos hay los mismos vicios que en las demás clases sociales. Ellos no son mejores ni peores que los demás seres humanos. La diferencia es que son pobres, o sea, personas privadas injusta e involuntariamente de los bienes esenciales para una vida digna. Por eso estamos del lado de ellos. Por una cuestión de justicia.
Un militante de izquierda jamás negocia los derechos de los pobres y sabe aprender de ellos.
9. Defienda siempre al oprimido, aunque aparentemente él no tenga razón.
Son tantos los sufrimientos de los pobres del mundo que no se pueden esperar de ellos actitudes distintas a las que suelen aparecer en la vida de aquellos que tuvieron una educación refinada.
En todos los sectores de la sociedad hay corruptos y bandidos. La diferencia es que, en la elite, la corrupción tiene la protección de la ley y los bandidos son defendidos por mecanismos económicos sofisticados, que permiten que un especulador pueda llevar a una nación entera a la miseria.
La vida es el don mayor de Dios. La existencia de la pobreza clama a los cielos. Jamás espere ser comprendido por quien favorece la opresión de los pobres.
10. Haga de la oración un antídoto contra la alienación.
Orar es dejarse cuestionar por el Espíritu de Dios. Muchas veces dejamos de rezar para no oír el llamado divino que exige nuestra conversión, esto es, el cambio de rumbo en la vida. Hablamos como militantes y vivimos como burgueses, acomodados o en la fácil postura de jueces de quien lucha.
Orar es permitir que Dios subvierta nuestra existencia, enseñándonos a amar así como Jesús amaba: liberadoramente
Fraternizar Nº 148
(www.padremariodalixa.cjv.net).
Traducción y notas: nelson rodríguez s.