«A que no vas a creer lo que apunta hoy la prensa de vosotros, tío”, me lanza Manuel mientras capeamos el frío madrileño al interior de un café. “Ni idea”, le respondo. “Chile pidió apoyo a espionaje de EE.UU por el conflicto mapuche”, lee del periódico y en voz alta. ¿“A quienes cita como fuente”?, pregunto intrigado. “Pues coño, en qué mundo vives… ¡WikiLeaks!”, me responde. “Hostia tío, que aquella ni siquiera es la mejor parte; poned atención. Comillas; los sucesivos despachos enviados desde la legación diplomática a Washington en 2008 y 2009, señalaron que todas las investigaciones llegaron a la conclusión que la comunidad mapuche es abrumadoramente no violenta y que el conflicto fue magnificado por los medios, cierre de comillas. Y escuchad esto último; quienes alegan que existen lazos entre los mapuches y organizaciones terroristas extranjeras no han proporcionado pruebas de ello, cierre de comillas. ¡Joder cabrón, es que no sois más que un bendito fraude! ¡Y yo que flipaba con ser amigo de un terrorista mapuche!”, remata y con una risotada que, acá en España, pareciera marca registrada.
Le pido el periódico. Es la edición de El País, principal matutino de la península y referencia obligada en noticias de habla hispana a escala global. Tal vez por ello Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, lo incluyó dentro de los cinco medios de comunicación encargados de sacar a la luz los cables del Departamento de Estado. Los otros fueron The Guardian, The New York Times, Le Monde y Der Spiegel, cual más, cual menos, garantías absolutas de rigor informativo y prestigio internacional. “¿Pero qué coño estáis diciendo, que por qué lo dice el embajador este os van a creer ahora en Chile los jueces que no sois terroristas”? Tal vez no suceda en todos los casos, pero la probabilidad en algunos existe, le comento. Y es que si bien desde hace años se denuncia lo surrealista de numerosas causas judiciales por “terrorismo” contra mapuches, una cosa es que lo critique Amnistía y otra, muy distinta, un alto personero de la diplomacia norteamericana. Y que la noticia, por si lo anterior fuera poco, goce de una inusitada cobertura global.
¿Qué sucederá en el juicio por “terrorismo” contra comuneros en Cañete o los que se avecinan en Angol y Temuko? ¿Aceptarán los magistrados que los cables filtrados por WikiLeaks formen parte de las pruebas de la defensa? A simple vista no deberían existir objeciones. Por lo pronto, manuales seudo guerrilleros descargados de Internet han constituido “piezas clave” en el arsenal de pruebas incriminatorias presentadas por los fiscales. El viejo recurso del “copy paste” digital en su máxima expresión. Cuento a Manuel que en juicios pasados, el Ministerio Público ni siquiera se tomaba la molestia de borrar de las hojas impresas los links de descarga. Y los magistrados, de aterrizar de una vez por todas en el siglo XXI. O cuando menos instruirse en lo básico del funcionamiento de Internet. “Venga coño, bastaría con que llamaran a declarar a sus nietos”, responde Manuel. “Se le llama sentido común, joder”, agrega y a cada segundo más molesto.
Y es así. En esta parte del mundo se le llama sentido común. En Chile, “dejar que las instituciones funcionen”, como declaró el ministro Hinzpeter a propósito de la libertad de Saif Khan, joven estudiante pakistaní de intercambio acusado por la “nueva derecha” de “terrorismo” en Chile. Cuál era la principal prueba del Ministerio Público en su contra? Trazas de explosivos en sus ropas que nunca fueron tales. Y un video casero de Kahn disparando un fusil AK-47. El joven siempre argumentó que se trataba de una boda. Y que en Pakistán, así como en gran parte de Oriente Medio y en la totalidad de los países del antiguo bloque soviético, adquirir un Kalashnikov puede llegar a ser tan simple como comprar el pan. Hace no mucho tiempo, una concesionaria norteamericana, Nations Trucks, por la compra de uno de sus modelos de camioneta regalaba un flamante AK-47 a sus clientes. La promoción, por supuesto, fue considerada una “locura”. Una locura de ventas, ya que se triplicaron en pocos días. Si hasta Wal-Mart, la gigante yankee del retail, puso el grito en el cielo. No precisamente por negociar la concesionaria con fusiles de guerra. Más bien por la “competencia desleal”.
El año 2010, al menos en materia indígena, será recordado por muchos como el año de la fábula del “terrorismo mapuche”. Pero razón tiene Bertoni cuando en su última columna en el The Clinic, se pregunta; “¿qué pasó con los mapuches, dejaron de ayunar y dejaron de existir?”. Pasó la huelga de hambre, los juicios por delirantes cargos de “terrorismo” continúan tal como antes y atrás quedaron las declaraciones rimbombantes sobre multiculturalidad y relaciones interétnicas respetuosas pronunciadas en cadena nacional desde La Moneda. Y como para que no quedasen dudas, Rapa Nui nos recordó, de manera literalmente sangrienta, que seguimos siendo los indígenas para Chile ciudadanos de segunda o tercera clase. A lo más, atractivo turístico, cautiva (y barata) clientela electoral, servidumbre doméstica, mano de obra barata y desechable, mero “daño colateral social” en los indicadores locales de desarrollo humano.
Es lo que trato de explicar a Manuel mientras abandonamos el café rumbo a la estación de trenes de Atocha. En un par de horas saldremos rumbo a Extremadura, comunidad autónoma fronteriza con Portugal. El plan es visitar y reportear en Villanueva de La Serena, lugar de nacimiento de un tal Pedro de Valdivia el año 1497. También en Medellín, donde un día de 1485 nació un tal Hernán Cortez. Y si nos alcanza el tiempo, Trujillo, donde vino al mundo un tal Francisco Pizarro el año 1478 “de su Majestad”. Las tres ciudades, hermanadas por la historia de saqueos y crímenes cometidos en América por sus flamantes hijos ilustres, pertenecen a la provincia de Badajoz. “Tierra de jamones, chorizos y embutidos de la hostia”, me dice Manuel con in disimulado orgullo extremeño. Tierra de cerdos, concluyo para mí. Como el Chile retratado por los cables de WikiLeaks la presente semana. Como el Chile de Hinzpeter, Espina, Pérez Yoma y compañía.
Por Pedro Cayuqueo
Publicado originalmente en The Clinic, edición del jueves 16 de diciembre de 2010 / www.theclinic.cl / y en la del 21 de diciembre en www.azkintuwe.org