Y con el recuerdo siempre de Mario Roberto Santucho…
“Empezó mi primer día en el campo. Lucas era prisionero que un grupo de hombres dejó de golpear recién cuando estuvimos a unos pocos pasos de ellos. Ahí se dieron cuenta de nuestra presencia, se acercaron y se hicieron las presentaciones del caso. Yo era recién llegado y todos tenían que conocerme. Después me pidieron que vigilara a Lucas mientras ellos tomaban un descanso. Yo miré al pobre tipo, que no podía ni mover; estaba tirado en el suelo, contra unos alambres en los fondos del campo, un sector donde se amontonaban bolsas, herramientas viejas y la leña para la caldera…”(1)
Ver al General/Dictador/Asesino Jorge Rafael Videla, viejo, octogenario, con su uniforme militar y sus estrellas, escuchando su condena a perpetuidad por delitos de Lesa Humanidad, con esa mirada de conserje pasmado, con ese uniforme que le sobra, mientras recuerda sus años de gloria y marchas, de saludos y abrazos de sus aduladores, cuando todo el mundo estaba en sus manos y sus botas marchaban con la seguridad que daba esa aplicación masiva del terror, todas esas palabras deben haberle sonado muy extraño.
Posiblemente en algún momento de esos tiempos de plomo, debe haber pensado que esas cuantas señoras que daban vueltas y vueltas con sus pañuelos blancos, con el tiempo el humo de la impunidad y el olvido se las iba a llevar el tiempo, que nadie las recordaría… estaba equivocado.
La Junta Militar había comprado a todos los equipos de fútbol y todos los goles, para ser campeón del mundo en 1978.
Mientras es leía la condena el General/Dictador/Asesino Jorge Rafael Videla piensa en la patria agradecida de ellos, de sus sacrificios, del alto valor uniformado, cada detenido asesinado fue una dura batalla de los militares, cada detenido amarrado a un catre de tortura era un feroz enfrentamiento, torturar a detenidas embarazadas era la gloria militar, clases de la Escuela de las Americas. Videla soñaba que la historia los dejaría escritos, como si del abrazo de San Martín se tratara. No estaban a su lado los empresarios que se hicieron más millonarios con la pobreza de millones de argentinos, la clase dominante es idéntica, cuando suenan pasos en tribunales, se esconde, y miran para otro lado, cobardes allá y…acá
“A la hora, más o menos, volvieron los de la patota. Uno de ellos me dijo al pasar que este Lucas no era ningún nene de pecho, que tenía un grado de teniente o, algo así en la organización Montoneros, porque ellos también tenían grados, jerarquías; es un pesado, me dijo el tipo…”(2)
Son muchos los que durante años trabajaron y trabajan actualmente para que se haga justicia, esa ha sido la principal reivindicación de los familiares de las personas que fueron asesinadas por el personal militar, por los militares, no solo en Argentina. Hubo concomitancia, se planificó todo, nada sucedía por casualidad ni era un exceso, todo era política de Estado, el torturar hasta la muerte era oficio de personal de las Fuerzas Armadas.
Y en Chile… Tejas Verdes, Cuatro Alamos, Londres 38, Villa Grimaldi, la Discotheque O Venda Sexy, Cuartel Bilbao, Cuartel Venecia, Cuartel General, Rinconada de Maipú, Clínicas, Colonia Dignidad, La casa de Parral, Academia de Guerra Aérea, Casa de Apoquindo, Hangar de Cerrillos, Nido 20, Nido 18, Regimiento de Artillería Antiaérea de Colina (remo cero), la Firma, Comisaría las Tranqueras, calle Maruri 245, El Sire de Concepción…entre otros. (3)
Mientras escucha su condena el General/Dictador/Asesino Jorge Videla, no recuerda el día 28 de noviembre de 1978 fecha en que la “Asociación Abuelas de la Plaza de Mayo” denunciaron ante la justicia el secuestro del matrimonio José Poblete Roa y Gertrudis Marta Hlazic y a la hija de ambos, Claudia Victoria Poblete, años de batallas entre pasillos y tribunales, de una oficina a otra, de un escrito a otro certificado, hasta que finalmente Claudia Victoria Poblete vuelve a la casa de sus abuelos.
Esta es la victoria de las Madres, las Abuelas, Hijos, y de los sobrevivientes y esa fuerza inagotable que es la lucha contra la impunidad.
“Mientras tanto, otro del grupo ya le estaba preguntando a Lucas: No te moristes todavía? El respondió que no, y pidió una hora más para morirse solo. No me peguen más, le dijo. Ya te dimos una hora y no te moriste, le contestaron los otros. En una hora más me muero solo, se los prometo. Ya no me peguen más, insistió Lucas. Me pregunté si sería verdad lo que estaba pasando.
La hora que Lucas pidió se la respetaron, pero la siguiente no. Lo mataron a golpes” (4)
Nadie olvida esos años, cuando las calles estaban llenas de ojos que buscaban algo, cuando por las noches las cortinas se quedaban quietas. Afuera los esbirros rastreando a los gestos sencillos y dignos, esos que guardaban el fuego, esos gestos que parados en la dignidad trataban de torcer la mano del dolor y la miseria, o sencillamente insistían en dejar las horas para que nazcan en otro momento, en otro tiempo de hombres libres y de la verdad
Por Pablo Varas
“Usando su libertad (por más extraño que nos parezca la utilización de la palabra en esta acepción), el general Videla se convirtió, por voluntad propia, repito, por voluntad propia, en uno de los más detestables protagonistas de la sangrienta y por lo visto infinita historia de la tortura y del asesinato en el mundo. También usando su voluntad y su libertad los verdugos argentinos cometieron su infame trabajo. Quisieron hacerlo y lo hicieron. Ningún perdón es posible. Ninguna reconciliación nacional o particular” (5)
NOTAS
(1) (2) (4) Campo Santo. Fernando Almiron. Ed 21 SRL. Buenos Aires, Argentina. 1999.
(3) Nunca más en Chile. Comisión Chilena Derechos Humanos. Fundación Ideas. Ed LOM. Colección Septiembre
(5) (José Saramago) El alma de los verdugos. Baltasar Garzón y Vicente Romero. Ed RBA Libros. Barcelona España. Enero 2008.