En el ajedrez, quizás el más clásico de los deportes de estrategia y habilidad mental, hay una instancia donde se plantea un empate o tablas, ya que no existe posibilidad – al menos de forma temporal – de hacer movimiento alguno de piezas que genere un cambio profundo en el desarrollo del juego.
Tal escenario se da hoy en la contingencia política nacional. La serie de escándalos que vinculan a la clase política tradicional reunida en los conglomerados Nueva Mayoría y Chile Vamos, o al menos a buena parte de ella, con transacciones casi laborales con los representantes más conspicuos del poder económico criollo han quebrado la relación de tutela que mantenían hasta hace pocos años con la ciudadanía.
Hoy la ciudadanía no cree en nada que tenga relación, cercana o lejana, con la política. La institucionalidad tiene todos sus pilares fragmentados, y sus administradores se esfuerzan por, quizás con cinta adhesiva, de recomponerlos y vestir con ropas nuevas a un sistema político que pide jubilarse y que se encuentra tan enfermo, que es un paciente con diagnóstico reservado y su tratamiento es solamente paliativo.
Aun así, este enfermo mantiene control del juego, del tablero de ajedrez, pues durante 25 años se dedicó a posicionar las piezas para que nadie pudiera moverlas. Con la tortilla volteada sobre sus piernas – a punta de boletas falsas y cocinas – también se ha quedado sin margen de acción.
El problema está en que la crisis ha contaminado a todo aquel que se dedique a hacer política, incluyendo a la serie de fuerzas emergentes que, desde el movimiento social, la academia o de organizaciones políticas forjadas durante años, intentan hacerse el espacio en el debate y dar cuenta a la ciudadanía de que existen alternativas con propuestas y planes para transformar al país.
Los datos son bastante duros. Según las últimas encuestas tanto la Nueva Mayoría como Chile Vamos no logran superar el 18% de aprobación; lo mismo pasa con la evaluación de la gestión de la presidenta Bachelet, que salpicada por el caso Caval, no logra superar hace meses el 24%; y al gobierno no le va mejor, ya que no supera el 18% de aprobación.
En este sentido el cientista político y académico de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Rodrigo Gangas, señala que «lo que hay es la confirmación de un escenario que se da desde muchísimo tiempo, y el principal hito político es la baja participación en las primarias. No hay que trivializarlo, porque es una pésima señal del sistema político, que no hace autocrítica alguna».
«Hay factores endógenos, que tienen que ver con las acciones propias de la clase política y eso implica desde regular el financiamiento al paseo por tribunales de los actores políticos que terminan afectando a toda la política» recalca Gangas.
En esta línea, el sociólogo Alberto Mayol señala que «hoy el poder está en su peor momento, la estructura de la élite esta desarmada. Esta desestructurado ¿Cómo dibujo a actores que siguen siendo preferentes pero que están todos cayendo? ¿Y en qué posición están en esa caída? Lo que pasa es lo siguiente: el problema hoy es de carácter cognitivo, es muy difícil explicar qué es la Nueva Mayoría, porque en realidad no es algo. Mientras, la derecha se encuentra a la baja, con la UDI en una fase de semi-extinción».
Para la diputada y ex líder del movimiento estudiantil, Camila Vallejo (PC), el contexto se desarrolla de esta manera por «la puesta en evidencia de la corrupción que no es algo del último año, sino algo que ha pasado en las últimas décadas y en gran parte de la historia de nuestro país. Hoy se pone en evidencia cómo el poder económico interfiere en la política”.
Y agrega que es, a la vez, una oportunidad, ya que “nos pone en el desafío de traducir el malestar social que esto produce y la baja participación en un empoderamiento de la ciudadanía para generar los cambios».
Para el diputado y secretario general de Amplitud, Pedro Browne, la responsabilidad del actual escenario «es casi total, de casi toda la clase política tradicional. Qué mejor ejemplo el de las primarias, que fueron para la foto, porque no hicieron competir a nadie. Simplemente se hicieron para la foto».
“Lo que tenemos en Chile es un sistema político muy elitista y muy cerrado. Eso no es una crisis, es una condición permanente, no hay indicación que vayamos a tener recuperación de las confianzas, tenemos que aprender a vivir sin confianzas” señala el cientista político Patricio Navia.
Por su parte, el senador Alejandro Navarro, quien permanentemente ha criticado el actuar de los sectores conservadores de la Nueva Mayoría, señala que el actual momento político responde a «una crisis de legitimidad, de participación y de representación que va a obligar al sistema a una definición mayor; en esta circunstancia el sistema no tiene capacidad de asegurarse a sí mismo su subsistencia».
«Los partidos son responsables pues son los artífices del sistema; a pesar de las reformas que se han realizado son incapaces de resolver la crisis de fondo», agrega Navarro de forma autocrítica.
Hecho el diagnóstico, con claras referencias respecto del desgaste de los principales actores de esta partida, podemos pasar a buscar los motivos de por qué a pesar de las condiciones existentes en la actualidad, aun no surgen e irrumpen en el debate político nacional las nuevas fuerzas que buscan posicionarse como alternativas al binominalismo que hasta ahora mantiene, no sin dificultades, el control de la agenda nacional.
¿JUGUEMOS EL JUEGO?
Desde todas las perspectivas teóricas se ha establecido que toda crisis de carácter política es una oportunidad para que surjan alternativas que permitan dar una salida a la misma, o al menos abrir el escenario en el cual se desarrollan los eventos.
En el caso chileno, desde principios de la década del 2000 se ha ido fraguando, en silencio, la construcción y desarrollo de orgánicas que, desde sus inicios, tienen raíces en el movimiento social en todas sus variantes – medioambiental, estudiantil, por el derecho a la vivienda, sindical, por ejemplo – y que con el tiempo han crecido hasta convertirse en organizaciones políticas, algunas formalizadas como partidos, y en otros casos manteniéndose como movimiento.
A medida que la movilización social ha ido avanzando, con puntos altísimos como el movimiento estudiantil del 2006 o 2011, o los conflictos regionales en Tocopilla, Magallanes, Aysén o, ahora último, en Chiloé, o los conflictos medioambientales como Hidroaysén, Freirina, quedaba la sensación de que se fragua una fuerza que puede conducir a llevar a cabo un proceso de transformaciones reales. Pero no ha sido el caso.
Sin embargo, el golpe de realidad, fuera de ser duro es permanente. Los ejemplos más claros son las experiencias electorales de 2005 y 2009, con las candidaturas presidenciales de Tomás Hirsch y Jorge Arrate, donde si bien se logra rescatar buenos resultados no existe prolongación política del trabajo. Ni hablar del proceso electoral de 2013 donde el festival de candidaturas presidenciales terminó siendo un desastre para las organizaciones de izquierda o emergentes, las cuales quedaron muy debilitadas. Para peor, fue la candidata Bachelet quién aprovechó la dispersión para dar cuenta de “un programa de transformaciones” que se quedó en el verso y sólo llegó a ser lo que vemos ahora.
¿Qué pasa entonces, que a pesar de tener la fuerza, no se puede entrar a jugar esta partida?
En la perspectiva de Sebastián Depolo, coordinador nacional de Revolución Demócratica, el tema se centra en que «hay una desarticulación de las fuerzas que impide ver un proyecto más claro. Con cada una de las fuerzas tenemos convergencias o diferencias pero los acentos los ponemos siempre en las diferencias, no somos capaces de aprender de las coaliciones grandes, que dejan las diferencias, se mantienen unidos – aunque sea instrumentalmente – y mantienen el control del poder y terminan siendo «exitosas»».
Según el ex candidato presidencial, y actual vicepresidente del Partido Humanista, Tomás Hirsch, el problema de la izquierda, y de las organizaciones políticas emergentes, es que «hemos tenido históricamente problemas para ir unidos, hecho clave, por tanto, para que la gente nos vea como una opción, como una alternativa viable y eso nos implica un castigo. Ahí la tarea es nuestra».
«No sé si la palabra es pragmatismo, pero sí exceso de personalismo. Hay una tendencia a un nivel de extremos muy sutiles», señala Hirsch al momento de ser consultado por la incapacidad de construir un conglomerado que haga frente al duopolio.
Carla Amtmann, ex presidenta de la federación de estudiantes de la UCV, ex dirigente UNE y actual directora de la Fundación Crea, señala al respecto que «el problema de la unidad más que por voluntad pasa por condiciones. En la medida que cualquiera nueva fuerza política emergente no tenga la capacidad de ser fuerza centrípeta para articular a otra es muy difícil que genere esa unidad, independiente que se lea que todos tienen la voluntad de hacerlo».
A su turno, Felipe Ramírez, ex vicepresidente de la FECH en 2011 y actual primer secretario de Izquierda Libertaria, señala que «tienen que ver con lo que ha costado transformarse en organizaciones políticas más desarrolladas con el fin de superar la fase de activismo político en los movimientos sociales y pasar a la construcción de programas para el país».
En este punto, Rodrigo Gangas señala que la transición del movimiento social hacia la organización política se convierte en un desafío, que muchas veces no es posible superar y agrega que «el paso de un proceso de movilización fuerte a la consolidación política, a la política real, es un aprendizaje. En algunos caso se ha hecho bien y en otros mal».
En este caso, Mayol establece un punto relacionado con la voluntad de querer ser un oponente con la potencia para disputarle el espacio a la actual élite dominante. En este sentido señala que «hay una cosa importante que entender: es que toda alternativa política tiene que tener alguna característica de élite; tiene que ser un grupo organizado, con una orgánica que debe tener un carácter y ganas de impugnar y usurpar el espacio de la élite dominante. En general se necesita tener la voluntad de generar una élite, configurar un grupo”.
«La voluntad de poder es indispensable cuando das el giro desde lo moral hacia lo político, y esa voluntad es la que hoy no está clara de quienes nacieron desde el movimiento social y que han intentado dar pasos hacia la política», agrega el conocido sociólogo y académico de la USACH.
Finalmente, voluntad de poder y de mayorías.
EL DESAFÍO: INCIDIR EN EL DEBATE
«Hoy la inmediatez obliga a que las organizaciones o movimientos tiendan a configurarse como partidos porque es allí donde encaramos la lucha electoral. Yo creo que la política es mucho más que la lucha electoral, tiene que ver con definiciones, identidades, discursos, definiciones doctrinarias… no tener claro esto hace que se pierdan los objetivos políticos. Esa lectura si la hizo el Podemos español, o el Frente Amplio uruguayo», señala Rodrigo Gangas al momento de ser consultado por las vías para incidir en el debate contingente y, por ende, llegar a ser reconocido como una verdadera alternativa.
Al respecto, Amtmann señala que «falta la capacidad de leer lo relevante que es el escenario político actual: estando marcado por la mezquindad política o por aumentar la fuerza propia, cuando debiéramos entender que en este período para las fuerzas de cambio o que estén fuera del duopolio, más que el fortalecimiento propio se debe apuntar a una gran fuerza».
«A veces se confunden medios con fines. Aquí los fines debieran ser más importantes, estamos nosotros en ese camino en el mediano plazo. Nosotros buscamos formar una especie de Frente Amplio al estilo uruguayo, que sea un espacio de convergencia», señala Depolo al momento de referirse a cómo, desde Revolución Democrática, reflexionan sobre la posibilidad de incidir en el debate.
Y agrega que «no significa sólo juntar siglas, tiene que ver con un proyecto político que le hable a la mayoría y que sea capaz de superar la tremenda crisis de representatividad en la que estamos».
En tanto, Felipe Ramírez es optimista respecto de las condiciones actuales para avanzar hacia el objetivo de incidir en el debate y, finalmente, dar una alternativa consistente a la ciudadanía. En este sentido, señala que «existen las condiciones para que se articulen en una sola fuerza de izquierda por fuera de los dos bloques, sino que además se afirmen los proyectos partidarios que se están levantando. El escenario por ahí es bastante ideal».
«La tesis de esperar que los sectores sociales estén «listos para… «, en las actuales circunstancias me parece no sólo ridícula sino que entreguista y peligrosa; tu responsabilidad como alternativa política es presentarse en escena y decir que queremos tener el poder» señala enfático Mayol a la hora de responder a la consulta de la capacidad de incidencia pública de las nuevas organizaciones políticas que se ven en nuestro horizonte.
De esta forma, según señala el ex candidato presidencial Tomás Hirsch, el establecer objetivos políticos a la hora de reunirse es fundamental para enfrentar el complejo escenario que se configura hoy en el país.
Con este elemento presente, Hirsch señala que «creo que tenemos que entender que tenemos una causa mucho más grande que la particularidad de cada una de nuestras organizaciones políticas y sociales. Esto es como cuando nos unimos contra la dictadura; hoy estamos frente a una dictadura, quizás más grande que la de Pinochet, menos visible porque no tortura ni mata de forma explícita».
El tablero de ajedrez sigue ahí, inamovible, con sus piezas esperando entrar en acción para iniciar una nueva etapa en esta partida, que hoy se encuentra estancada porque quien jugaba sólo fue atrapado por su propia trampa.
Sin embargo, queda claro que para sentarse en el puesto del oponente, y que por tanto el público que asiste al match te conozca, hay un trecho aun por recorrer, que no va por solo tener condiciones y resultados electorales. Sino que pasa por tener la potencia suficiente, la estrategia elaborada y la capacidad táctica para poder llevarla a cabo.
El tablero está a la vista y el desafío más que planteado. Va restando dar el paso para asumirlo, afrontarlo y ser capaces, de una vez, de convertirse en una alternativa que patee el tablero y remezca un escenario que reposa en una abulia que mantiene cómodos a los poderosos de siempre.
LOS NÚMEROS NO MIENTEN
Una de las formas de concretar la crisis política institucional que vive por estos días el país, son las cifras que entregan las diferentes encuestas que semanal o mensualmente se dan a conocer.
En este sentido, los niveles de aprobación de los diferentes protagonistas de la crisis son en extremo preocupantes.
Destaca por ejemplo, los niveles que alcanza la presidenta Bachelet. Desde que estalló el Caso Caval, ha venido en picada su evaluación quedando estacionada en los últimos 12 meses en 24%.
El mismo caso se da en la evaluación general del gobierno, el que al no ser capaz de responder al llamado “programa de transformaciones” que ventilaba la Nueva Mayoría durante la campaña presidencial, sólo alcanza en promedio un 18% de aprobación y 80% de desaprobación.
Para los partidos tradicionales la cosa va peor. Tanto la Nueva Mayoría como la derecha reunida en Chile Vamos sólo alcanzan a promediar el 17% de aprobación. En tanto, el Congreso, representado por la Cámara de Diputados y el Senado, se encuentran en el sótano con un 11% de aprobación.
LAS NUEVAS FUERZAS QUE EMERGEN
Revolución Democrática, nacida bajo el alero del diputado Giorgio Jackson acaba de ingresar al SERVEL las firmas que la convierten en partido político. Si bien tuvieron militantes trabajando en funciones de primer nivel de gobierno, renunciaron para andar su propio camino.
Izquierda Autónoma, con arraigo en el movimiento estudiantil, donde tienen representación en universidades públicas y privadas, ha tenido una crisis en su transición a la arena política. Hace casi un mes se quebró en las tendencias de Carlos Ruíz y del diputado Gabriel Boric. Este último está formando un nuevo referente: Movimiento Autonomista.
Poder Ciudadano, conformada por cuadros y organizaciones sociales de diferentes sectores de la izquierda e independientes. Se encuentra legalizado ante el SERVEL en dos regiones (Arica y Copiapó) y se encuentra en proceso de presentación de firmas para legalizar otras cuatro regiones.
Frente Popular, su raíz política está en el Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez (MPMR), y su proceso de inscripción se encuentra en curso tras ser aprobadas por el SERVEL las firmas recogidas en la región de Coquimbo.
Unión Patriótica (UPA). Provenientes del PC (AP) se encuentran en proceso de legalización tras reunir las firmas necesarias en la región Metropolitana. Refundar Chile en base a su soberanía nacional en los ámbitos políticos, económicos, sociales y culturales sustenta su discurso.
Izquierda Libertaria. Surgen del Frente de Estudiantes Libertarios (FEL) y otras organizaciones sociales. Hace dos semanas presentaron la organización y estiman el inicio de legalización como partido tras las municipales de octubre.
EL SILENCIO DE LOS MEDIOS
Según el estudio “Big Data de Prensa Seguimiento de medios escritos en Chile – Mayo 2016” del Centro de Investigación Sociedad, Economía y Cultura (CISEC), en conjunto con el Centro de Innovación en Tecnologías de la Información para Aplicaciones Sociales (CITIAPS), la prensa escrita nacional sólo considera, en términos reales, a los representantes más exclusivos de la Nueva Mayoría.
Ricardo Lagos y Sebastián Piñera homogenizan e incluso logran eclipsar a la presidenta Bachelet, en las menciones de prensa en lo que va de año. Una clara demostración de cuáles son los intereses de quienes manejan la prensa escrita tradicional del país.
En el caso de los representantes de los grupos fuera del binominal, como Giorgio Jackson y Gabriel Boric, no alcanzan siquiera la mitad de las menciones de los dos ex presidentes.