El día que JFK salvó a Santa Claus de las bombas nucleares

Durante diferentes etapas de la historia el hombre ha estado temeroso de su destrucción, pues el humano es de los pocos animales que mata por placer o diversión

El día que JFK salvó a Santa Claus de las bombas nucleares

Autor: Priscilla Villavicencio

Durante diferentes etapas de la historia el hombre ha estado temeroso de su destrucción, pues el humano es de los pocos animales que mata por placer o diversión. El ocaso de una civilización significaría la liberación de nuestras pasiones malignas o cualquier otro sentimiento oscuro, aunque han existido diversas profecías apocalípticas que nos dan indicios de por qué estamos condenados a destruir este mundo como lo conocemos.
Cuando se acerca la fecha de una profecía, la gente comienza a entrar en pánico; se alza un revuelo en los habitantes, medios de comunicación y gobernantes. Empieza la cuenta regresiva que da pie a rezos, llanto y a gritos. Tic, tac, tic ,tac…
El conteo llega a cero y no pasa absolutamente nada. Entonces todos los humanos sueltan un gran suspiro y vuelven a su rutina diaria. Con el tiempo la creencia de aquellas sentencias imaginarias de destrucción han perdido veracidad al grado que califican de mentirosos y chantajistas a todas las persona que se ven involucradas en la predicción.

bombas nucleares / guerra fría

A finales de la década de los 60, el mundo volvió a temer por su existencia; nuevamente todos entraron en pánico y las plegarias se volvieron a elevar al aire. La diferencia es que ahora no había ninguna profecía, la seguridad de los habitantes de la Tierra corría peligro con el inicio de la carrera armamentista nuclear. Esta disputa fue encabezada por Estados Unidos y Rusia, antes conocida como la Unión Soviética.

La Guerra Fría fue una lucha de egos entre las dos potencias más importantes del mundo. Estados Unidos quería imponer el modelo capitalista al mundo, mientras que la Unión Soviética promovía el comunismo. Lo absurdamente intrigante de esta etapa fue que ninguno de los países se enfrentaron cara a cara y sólo hacían alarde de contar con bombas nucleares listas para ser detonadas sobre territorio enemigo.
Se decía que tanto en los Estados Unidos como en Rusia existía un pequeño botón que con sólo ser presionado desataría una tormenta nuclear que destruiría al mundo. Cada país amenazaba con hacer explotar sus bombas si lo hacían enojar, lo ofendían o le hacían una cara fea. Por supuesto, el mundo comenzó a entrar en pánico. Sus vidas estaban en manos de dos potencias volubles que se irritaban tan fácil como un par de quinceañeras El temor de la destrucción superó a todas las profecías juntas. Ahora la cosa sí era seria.

Un día, mientras la gente era asfixiada por la paranoia, un niña estadounidense escuchó en la radio que la Unión Soviética estaba realizando pruebas nucleares en el Polo Norte. Sus padres hicieron algún comentario sobre lo delicado que era la situación; por su parte, Michelle Rochon, de 8 años de edad, dijo: “¿Qué va a pasar con Santa Claus? ¿Va a estar bien?”.

bombas nucleares / John F. Kennedy

Así es, en este oscuro paisaje aún existía la inocencia, la ternura y la esperanza. Cuando todos estaban preocupados por las consecuencias de la Guerra Fría, Michelle tenía en mente a Santa Claus. Esta reacción puede calificarse como absurda o fuera de lugar, porque los niños siempre tendrán un espíritu de luz ajeno a la maldad que crean los adultos. Ellos no tienen la culpa del egoísmo, la codicia y la insensibilidad de los mayores.

Fue entonces cuando Michelle agarró una pequeña hoja de papel y le escribió una carta al presidente de los Estados Unidos.

“Estimado Sr. Kennedy:

Por favor, detenga los bombardeos rusos en el Polo Norte porque matarán a Santa Claus. Tengo 8 años. Estoy en tercer grado en la Escuela de la Santa Cruz.

Atentamente:

Michelle Rochon”.

Su madre le dio un sobre con dirección a Washington, D.C., y juntas metieron la carta en el buzón. Con la mentalidad de una niña de su edad, Michelle olvidó su pequeño acto y continuó su vida normalmente. Un par de semanas después, su mamá la fue a despertar por la mañana y le dijo que alguien por teléfono quería hablar con ella. La llamada no era del presidente, sino de una estación de radio que le preguntaba sobre su mensaje al señor Kennedy.

bombas nucleares / La navidad en la unión soviética

Al parecer la carta había llegado hasta su remitente y la noticia se esparció por todo el país. Michelle era la niña más linda de todos los Estados Unidos y por un momento fue la atención de todos los medios. Empezaron a llegarle saludos a la infante de todos lados. En su escuela la gente comenzó a darle regalos y agradecerle por mantener la esperanza de un mundo bello e inocente.

Semanas después, cuando la euforía se había calmado, al buzón de la familia Rochon llegó la carta del presidente John F. Kennedy.

“Estimada Michelle:
Me alegré por su carta y su deseo de detener el bombardeo ruso en el Polo Norte y salvar Santa Claus. Comparto su preocupación por la prueba atmosférica que está haciendo la Unión Soviética, no sólo en el Polo Norte, sino en todo el mundo. Sin embargo, no hay que preocuparse por Santa Claus. Hablé con él ayer y me dijo que estaba bien. Él va a salir a entregar regalos esta Navidad.
Sinceramente:
John Kennedy”.

bombas nucleares / John F. Kennedy

En una entrevista con Michelle varios años después, ella confesó que no entendió qué quizo decir el presidente con “prueba atmosférica”,  pero al escuchar que Santa Claus estaba bien e iba a repartir regalos en la Navidad, todas sus preocupaciones se esfumaron. Ese fue el día en que John F. Kennedy salvó a Santa Claus de las bombas nucleares.

Vía Cultura Colectiva 


Reels

Ver Más »
Busca en El Ciudadano