Cada vez, se descubren más noticias de Michael Jackson después de su muerte. Y es que la vida del cantante no estuvo libre de problemas ni de excentricidades, y eso siempre se supo. Pero, al parecer, habrían más cosas que no conocíamos sobre la vida del Rey del Pop.
Ahora, siete años tras la muerte de Jackson, el dr. Conrad Murray (quien fue condenado por darle Propofol, lo que acabó con su vida), ventiló algunas primicias en This is It, un libro con el mismo nombre de la gira del cantante que nunca vio la luz. En este, Murray confesó que sabía que desde los 13 años que el intérprete tomaba hormonas para «prolongar su pubertad».
Estas hormonas lograban darle un aspecto más joven, y también mantener su especial voz aguda y suave. Murray, quien era médico exclusivo del cantante, y se enteró de esto años más tarde de que comenzara.
» [Michael] empezó a hablar vagamente, parecía que le costaba describir con precisión lo que le había ocurrido. Quizá estaba casi al límite de su liberadora confesión esa noche. Por lo que me dijo, me dio la impresión de que le habían estado inyectando hormonas, probablemente para retrasar su pubertad. Después de haberme contado por primera vez su secreto mejor guardado, Michael paró de hablar».
En las declaraciones a Mirror, el médico da a entender que Jackson fue forzado a recibir este tratamiento, y según su opinión experta, esto explicaría muchas de las excentricidades que su paciente tenía, además de sus cambios físicos.
«Siempre vi a Michael Jackson haciendo gala de su lado más sincero y honesto. Solo me contaba cosas después de hacerme prometer que jamás se me iba a escapar una palabra. Yo estuve de acuerdo y él habló. Estas inyecciones explicarían el comportamiento inusual de Michael así como sus cambios morfológicos».
Los detalles que da el especialista en su libro no están libres de polémica, pero se centra en su experiencia propia con el cantante, como su único médico en años adultos. Acá, también relata que Michael Jackson era muy preocupado por su privacidad, por lo que muchos de los problemas físicos que tenía los sufría en silencio.
«[Sus pies] estaban cubiertos de callos… y tenía una infección de hongos crónica. Resulta que siempre se ponía calcetines porque se sentía muy avergonzado del aspecto de sus pies. Le sugerí que viese a un podólogo. Un día después de que sus pies fuesen tratados, se quedó impresionado de poder andar y bailar sin dolor. Después le prescribí medicinas anti-hongos para acabar con el problema. Fue todo un éxito, pero el hecho de que los pies de Michael, algo esencial para él, estuviesen en una situación tan crítica era muestra no solamente de su negligencia a la hora de cuidarse, sino también de lo poco que se preocupaban por su bienestar todos aquellos que estaban a su alrededor«.
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