¿Quiere usted aprender a ser más sexi? Póngase cómodo en su sofá, coja una libreta y anote los comportamientos y gestos del siguiente elenco: el irresistible Russell Crowe en Gladiator, la sensual Marilyn Monroe y su ukelele en la eterna Con faldas y a lo loco, Daniel D. Lewis en El último mohicano o Christina Hendricks en Mad Men. John Malkovich, o Barbra Streisand también valen. Aceptemos aquello de que «para gustos, los colores». Y que todas las personas que nos parecen atractivas tienen un denominador común: son auténticas y saben por dónde van. Lo de la belleza física, obviamente, es un plus. Esto dicen los estudios científicos de esos sujetos que nos encandilan, sin cirugía mediante.
Para empezar, conviene asumir que las personas guapas y de estatus elevado tienen más probabilidades que el resto de los mortales de barajar un mayor número de escarceos sexuales, aunque no necesariamente de establecer relaciones duraderas. De hecho, los galanes de esta clase no proyectan un reflejo muy atractivo a las mujeres que buscan establecer una pareja estable, pues se les suele suponer más problemas de infidelidad y de inseguridad en el futuro, según ‘Too Good to Be True? The handicap of High Socio-Economic Status in Attractive Males’, publicado en Personality and Individual Differences,en 2007.
Por fortuna, la mayoría de la población se mueve en la gama media. Nuestro genotipo es el que es y no queda más remedio que aceptarlo. Y, además, no siempre nos gusta el guapo o la guapa, sino que a menudo es ese tipo bajito pero pizpireta, de brazos cortos pero mirada lúcida quien nos llama arrebatadoramente la atención. ¿Qué lo ha hecho tan encantador? Una amalgama de elementos, que van desde la naturalidad a las antípodas, porque no hay que olvidar que los trucos de imagen (léase «postureo propio de las redes sociales») funcionan y (mucho). Por ejemplo, añadir rojo a su vestimenta, o incluso a la pintura de labios, atrae la atención del resto, con una huella de sensualidad y poder, según las investigaciones de la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver (Canadá).
A todos nos atraen las sonrisas. Es un acto que sugiere felicidad, según el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos. Pero, ojo, no nos gustan las expresiones histriónicas, sino serenas. La gente templada infiere seguridad
A todos, tanto a hombres como a mujeres, nos atraen las sonrisas. Es un acto que sugiere felicidad, según el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos. Pero, ojo, no nos gustan las expresiones histriónicas, sino serenas. La gente templada infiere seguridad, mayor capacidad de solventar conflictos y confianza, un valor positivo a la hora de resultar sexi. Así lo confirma la investigadora Fhionna Moore, de la Universidad de Abertay Dundee, en la revista Proceedings of the Royal Society B. Aquí, una diferencia entre sexos: a ellas les gustan los varones que sonríen con un leve gesto de preocupación, como documenta la psicóloga de la Universidad de Columbia Británica Jessica Tracy en On whether a smile is attractive.
Naturalidad, un físico normalito pero en armonía, vestirse con los colores adecuados, sonreír con serenidad, un gesto de leve preocupación… ¿Conoce a alguien así que no le resulte atractivo? Tranquilo: nos es usted una excepción.
Para resultar sexi, amén de la imagen, importa la interacción. Investigaciones señalan que rozar levemente el brazo de la persona a quien nos presentan supone un gol a su libido. En un experimento, acontecido en un pub y publicado en Social Influence, en el que un investigador tocaba o no el brazo de las mujeres cuando las invitaba a bailar, un 65% de ellas accedió tras un ligero toque, y un 43% lo hizo al no ser rozadas.
En la posterior conversación, ayuda a resultar sexi imitar los gestos y adaptarse a los códigos de nuestro interlocutor, según Journal of Consumer Psychology. Y, claro, resultar simpático. El buen humor está por encima del ingenio, entre otras cosas, porque una cosa lleva a la otra. No es un tópico: a las féminas les encantan los hombres que las hacen reír. Pero ojalá todo fuera tan profundo… Las investigaciones no dudan: somos materialistas y superficiales. Y la imagen de éxito nos conquista. La parte buena es que no hace falta tenerlo, basta con creérselo: entrar en los sitios como si nos estuvieran esperando. De eso, ni más ni menos, se trata la vida, de ser actor principal en su propia película y de mostrar al público lo mejor de sí mismo. No hay nada más sexi.