¿Qué pasa cuando te pones de espalda y dejas que te metan el dedo en el culo? Pensé que iba correr caca entre la mano, pero mientras más la movía y más adentro llegaba, los residuos de caca se fueron juntando con un líquido viscoso y blanco que lubricaban y chorreaban por su mano.
Yo sólo sentía un calor dominante y ganas de cagar -que controlaba para que el placer durara más-, un orgasmo anal forma parte de mis colecciones más preciadas por su escases. Pienso que la escatología ha sido desdeñada como si la limpieza y pulcritud fueran parte del sexo, nada más lejano a las delicias de sudar, ensalivar, mojarse y eyacular en el cuerpo del otro; más si mientras lames y hueles puedes hallar recuerdos de todos los otros cuerpos que pasaron antes que tú por ahí, una orgía que no para desde el principio de los tiempos.
Penes y clítoris duros, orgullosos y erectos esperan ser engullidos para que cese la punzada brutal que recorre el cuarto, abrir las piernas es liberador y doloroso porque exige una respuesta precisa, movimientos de lengua y labios que sólo pueden ser guiados por las manos en la cabeza que acercan o alejan, apuran o enlentecen la maniobra para quienes someten y son sometidos. Los ritmos los crea la necesidad y en esa ceguera donde sólo se siente el palpitar y bombeo de sangre en las fibras más sensibles no hay más instrucciones que buscar.
Con la garganta seca busco la cerveza que dejamos cerca, te pregunto si quieres y me miras con tu cara empapada así que sigo bebiendo yo y tú vuelves justo donde te quedaste para provocarme un escalofrío que me recuerda que tengo más cuerpo del que estás usando. Entre los últimos sorbos recobro el aliento y vuelvo a tomar tu cabeza porque no hay mejor lugar donde poner mis manos y porque es mía hasta que acabe.
Dije “sigue” mientras me apoyaba en un rincón, con todos los impulsos cruzados respiraba desde su pelo lo que podía alcanzar, y ¿qué va con mirar? La mejor parte es observar cómo se mueve su cuerpo entero mientras te comen, esos movimientos que no están acompañados de música, sino que sólo son reflejos primitivos del ritual sexual. Te mueves, te apareces y desapareces entre mis piernas, también quiero lamerte, quiero abrirte y saborear todos los jugos que corran de ti, creo que voy a explotar en tu cara y cuando te lo digo más intenso sigues girando tu lengua.
Ahora es cuando veo ese momento venir, cuando lo sublime deja sin palabras y los gemidos son la única forma de comunicación permitida, los segundos caen más lentos y buscas estrujar hasta la última gota de humedad que haya en el cuerpo para seguir. Luego viene ese beso lleno de cansancio, donde saliva, sudor y jugos se mezclan en las bocas, así te veo venir, porque no tienes que preguntar si llegué, lo sabes por la hinchazón y soltura que provocaste.
Por Sofía Miranda