El 14 de enero de 2011, el dictador de Túnez, Zine El Abidine Ben Ali, abandonó el mandato del país tras 27 años ininterrumpidos en el poder. Este hecho marca la primera revolución popular del siglo. El régimen de Ben Ali se encontraba solamente a 140 kilómetros de Europa y había sido defendido por Occidente.
Ben Ali erradicó la pobreza extrema, ayudó al surgimiento de una clase media numerosa y favoreció un desarrollo económico. Sin embargo, en Túnez, la represión y la tortura eran pan de cada día. El gobierno tunecino desarrolló una poderosa policía secreta respaldada por una vasta red de informantes, según informó Le Monde. Los métodos que utilizaba Ben Ali para mantenerse en el poder solamente fueron enjuiciados por occidente tras una revuelta popular iniciada el pasado 17 de diciembre. En esa fecha un joven verdulero llamado Mohamed Bouazizi se quemó a lo bonzo.
Mohamed Bouazizi tenía 26 años cuando se suicidó. Era egresado de Informática y había sido incapaz de encontrar trabajo en Túnez. Como última opción se dedicó a la venta de verduras en la ciudad de Sidi Bouzid, según informó la BBC. En ese lugar fue donde la policía confiscó su mercancía por no contar con el permiso municipal. Al reclamarle al inspector municipal Bouazizi fue abofeteado y escupido. Ese 17 de diciembre decidió protestar quemándose a lo bonzo en la ciudad de Sidi Bouzid. Este hecho provocó que vecinos se manifestaran en las calles contra las autoridades. La protesta fue reprimida duramente y la revuelta se contagió poco a poco por todo el país, según informó TVE.
En el momento del inicio de las protestas el descontento popular en Túnez era grande. La población estaba hastiada de la corrupción y la falta de oportunidades para profesionales con título (como el joven Mohamed Bouazizi). Solamente en la ciudad de Sidi Bouzid el porcentaje de desocupación para profesionales llegaba a 25% en hombres y 44% en mujeres.
Es por ello que no era de extrañarse que la población se sintiera conmovida con la tragedia de Bouazizi. Durante las protestas las principales pancartas eran “El trabajo es un derecho, banda de ladrones” o “No a los saqueadores del dinero público”, se relata en Rebelion.org.
EL DICTADOR Y UNA MALA IDEA
El joven verdulero Bouazizi no murió el día en que se quemó a lo bonzo. Antes de ello estuvo agonizando dos semanas en el hospital de Sidi Bouzid. Tiempo suficiente para recibir la visita del mismísimo Zine El Abidine Ben Ali, mandatario de Túnez. Era la oportunidad para que Ben Ali se mostrara más humano y hiciera un llamado a detener la ola de protestas ciudadanas. Su visita al hospital fue como echarle bencina al fuego. Bouazizi murió el 4 de enero del 2011, después de la promesa inconclusa de Ben Ali de trasladar al joven a un mejor hospital de Europa. Hasta entonces, las protestas en Túnez ya habían dejado más de un centenar de muertos.
Según cifras de la ONU, entre diciembre y enero de este año han muerto más de 100 personas en las calles. Las cifras fueron entregadas por la vocera Navanethem Pillay, quien declaró que “más de 70 personas murieron por disparos, siete en protestas suicidas y más de 40 durante los motines carcelarios del fin de semana”.
Por su parte, el mismo gobierno tunecino no entregó una cifra radicalmente diferente: 78 muertos y 94 heridos. Organismos internacionales como la Federación Internacional de Derechos Humanos dan cuenta que se está en presencia de una grave panorama.
LA REVOLUCIÓN DEL JAZMÍN
Finalmente, la situación se hizo insostenible el 14 de enero de 2011, solamente el día anterior habían muerto 13 personas en las protestas. En las calles de la capital, Túnez, se reúnen 8 mil personas ante el Ministerio del Interior, gritando la consigna “¡Fuera Ben Ali!”, según informó la agencia oficial tunecina TAP.
La protesta termina de forma caótica, siendo disuelta por gases lacrimógenos. Ben Ali decreta estado de excepción en el país y toque de queda en la capital, según informa el enviado especial de La Vanguardia, Xavier Mas de Xaxàs. A pesar de todo, la gente sigue en las calles. Por la tarde, Ben Alí destituye su Gobierno y anunció elecciones legislativas.
Todo indicaba que Ben Ali y sus más cercanos colaboradores abandonarían Túnez ese día. Las fuerzas militares tenían rodeado el aeropuerto. Las declaraciones de sus asistentes más cercanos eran amenazantes. Ali Sériati, Jefe de Seguridad Presidencial advirtió que “acaso tengamos que irnos, pero antes quemaremos Túnez», informó “Le Monde”. El hombre duro tras la figura Ben Ali era conocido por su autoritarismo y declaró de manera amenazadora: «Dispongo de 800 tipos dispuestos a sacrificarse», añadió. «Dentro de dos semanas, aquellos que se manifiestan ahora nos suplicarán que retomemos el control». Nada de lo anterior pasó.
Un cable desde Arabia Saudita, el 15 de enero, confirma que ese país era ahora el nuevo hogar del dictador y su familia, según un comunicado de la agencia saudí SPA.
Arabia Saudita tiene un largo historial de hospedaje para dictadores. Anteriormente ese país recibió al ex dictador ugandés Idi Amin. Ese mismo 15 de enero el ex jefe de la seguridad tunecina, Ali Sériati, fue detenido junto a un centenar de sicarios en la frontera con Libia. Huyeron sin poder “quemar Túnez”, como lo había prometido un día atrás.
LOS ENEMIGOS DE MIS ENEMIGOS SON MIS AMIGOS (AUNQUE SEAN DICTADORES)
Son varios los gobiernos occidentales que quedaron desprestigiados por su antiguo apoyo al gobierno de Ben Ali. Las libertades civiles del pueblo tunecino pueden pasar a segundo plano cuando la economía es estable y el turismo agradable. Antes de la rebelión, el gobierno de Ben Ali no había recibido mayores críticas de parte de la Unión Europea o Estados Unidos. La razón era simple: Era un gobierno secular que frenaba el islamismo.
En su visita a Túnez el año 2003, Colin Powell, entonces Secretario de Estado de Estados Unidos, declaró que en su gobierno eran: “Grandes admiradores de Túnez y del progreso que se ha alcanzado bajo dirección de presidente Ben Ali.” Entonces, la alianza del coloso del Norte de América con países musulmanes era necesaria, pues ya se había metido en conflictos en Irak y Afganistán.
En una entrevista divulgada por IC Publicatión el entonces presidente de los Estados Unidos, George W. Bush se refirió al país musulmán así: “Túnez puede ayudar a llevar a Oriente Medio hacia la libertad, algo que sé que es necesario para la paz en el largo plazo.” Entonces, Bush visitaba Túnez el año 2004. Al ser consultado Ben Ali por su par estadounidense él contestó: “Compartimos principios juntos, señor Presidente y ése es el establecimiento de estados basados en la democracia, los derechos humanos y la lucha contra el terrorismo”.
Uno de los hechos lamentables es que el gobierno de Túnez era visto como un régimen “democrático” por los estados de occidente. De hecho, el mismo Ben Ali había ganado hace menos de tres meses las elecciones con un 99,44% de los votos. Esta situación se producía porque era candidato único, debido a la Ley Electoral del país. La ley exigía que el candidato fuera aprobado por 30 diputados o el Consejo Municipal. Siendo todos miembros del partido de Ben Ali obviamente el resultado era siempre el mismo.
Actualmente la “Revolución del Jazmín” está en fase crítica. El presidente interino Fouad Mebaza tiene que llamar a elecciones en menos de 60 días. La inestabilidad en el país musulmán no ha variado mucho. Hasta ahora, el Ejército no consigue poner fin a los saqueos y disturbios. Uno de los liderazgos que ha florecido es el del general Rachid Ammar, indicado como el responsable de presionar a Ben Ali para dejar el Gobierno, según el diario electrónico HechosdeHoy.com. Ammar posee respaldo tras haberse negado a disparar contra la rebelión popular el 14 de enero.
Pero el futuro de Túnez es incierto. Existen varias fuerzas políticas que se disputan el poder. Entre algunas posibilidades están Ahmed Nejib Chebi, jefe histórico del Partido Democrático Progresista, Ahmed Ibrahim, del movimiento Etajdid (Renacimiento, ex comunista) y Mustafá Ben Jaafar que dirige el Frente Democrático para el Trabajo y las Libertades (FDTL). Todos ellos opositores al gobierno de Ben Ali, ahora con escaños en el gabinete interino.
Por Gustavo Peralta Vargas
Fotografías: www.laverdad.es/estaticos.20minutos.es
El Ciudadano