Condenada por la Casa Blanca, defendida por la Venezuela bolivariana, Bielorrusia es una de las pocas repúblicas socialistas que quedan en el mundo. El pasado 19 de diciembre hubo elecciones presidenciales que, una vez más, dejaron a Alexander Lukashenko como presidente en medio de las críticas de la oposición y las potencias occidentales.
Bielorrusia celebró la cuarta elección presidencial de su historia post soviética y, tal como lo habían pronosticado los sondeos preliminares, salió reelecto, también por cuarta vez, Alexander Lukashenko, primer y único presidente de Bielorrusia desde que se independizara de la Unión Soviética en 1991.
En medio de protestas fuertemente reprimidas por la policía, y una amplia campaña mediática internacional de difamación en contra del actual Gobierno, Lukashenko consiguió un 79,6% de los votos, mientras que el más cercano de sus competidores, Andréi Sánnikov, alcanzó tan solo un 2,41% de las preferencias. La oposición completa no alcanzó el 13% del total de los votos, para desilusión de los que esperaban una nueva “revolución de color” en ese país.
La Comunidad de Estados Independientes (CEI), de la que Bielorrusia es miembro, garantizó la probidad de las elecciones, calificándolas como “justas”. Por otro lado, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), crítica de Lukashenko, reprobó la forma como se desarrollaron los comicios: “Estas elecciones fracasaron a la hora de dar a Bielorrusia el nuevo comienzo que necesitaba. El escrutinio de los votos careció de transparencia. El pueblo bielorruso merece algo mejor”, afirmó Tony Lloyd, jefe de la Asamblea Parlamentaria de la OSCE.
Existió también una dura represión policial a las 30 mil personas que marcharon sobre la plaza central de Minsk, el mismo día de la elección. La movilización fue convocada por los candidatos opositores bajo el lema: “Elecciones sin Lukashenko”, y terminó disuelta por la policía durante violentos disturbios contra edificios gubernamentales. Durante la concentración, Vladimir Neklyayev, uno de los nueve candidatos contrarios a la actual administración, recibió un golpe en la cabeza por lo que debió ser hospitalizado. Otros seis candidatos fueron detenidos junto a cientos de manifestantes.
Por otro lado, Viktor Teréschenko, candidato también a la presidencia, relató a la agencia de noticias bielorrusa Belta la planificación de la oposición de intervenir edificios gubernamentales. “Se debatió la posibilidad real de tomar por la fuerza los edificios gubernamentales, la televisión y radio. Los desórdenes fueron organizados con el fin de desestabilizar la situación y humillar a Bielorrusia en el plano internacional. Si hubo irregularidades en las elecciones, esa información hay que hacerla llegar a la Fiscalía”, declaró Teréschenko.
LAS REMINISCENCIAS DE LA UNIÓN SOVIÉTICA EN LA FORMACIÓN DE BIELORRUSIA
La historia de Bielorrusia está marcada por una falta de identidad nacional, debida principalmente a que durante gran parte del último milenio sus territorios fueron ocupados sucesivamente por distintas potencias, como el Ducado de Lituania o la Rusia Zarista. Por lo tanto, la construcción nacional del país socialista es un proceso reciente de principios del siglo pasado, explica Olga Ulianova, historiadora de la Universidad Estatal Lomonosov, de Moscú, e investigadora del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago. “La construcción simbólica del pueblo bielorruso está fundada principalmente en el mito originario de la lucha de resistencia en contra de la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial y la posterior liberación soviética. Bielorrusia fue devastada por los nazis, quienes erradicaron una cuarta parte de la población y destruyeron toda infraestructura, explica Ulianova.
Y continúa, diciendo que “la mayor parte de la cultura y las formaciones sociales giran en torno a esta idea de nación, con un sentimiento tan arraigado dentro de la población, que el país funciona con las lógicas del periodo soviético, salvo la intelectualidad urbana, la cual es la real disidencia en contra de Lukashenko. Esto incluye una larga tradición autoritaria, sumamente represiva, que se ve expresada en la acción policial ante las manifestaciones”, sentencia la historiadora.
Gran parte de la estructura estatal del país se mantiene desde el periodo soviético. De hecho, es el único país de los 15 que conformaban la Unión Soviética que aún conserva su bandera tras el derrumbe del bloque socialista. Su economía es planificada y regulada por el Estado. El 51,2% de los trabajadores están empleados en compañías estatales y las empresas extranjeras son prácticamente inexistentes. Posee un alto grado de industrialización heredada de la época soviética, tanto liviana como pesada, y una elevada producción agrícola con cerca de la mitad de sus terrenos ocupados para este fin.
En el plano internacional, mantiene relaciones económicas con naciones como Rusia o Venezuela, país con que cerró un acuerdo energético que contempla el envío de 80 mil barriles diarios de petróleo a Bielorrusia desde el próximo año.
A pesar de que este país europeo lidera el ranking de la CEI en desarrollo económico, Ulianova asegura que su estabilidad económica depende directamente del apoyo de Rusia, relación que en los últimos años ha experimentado reveses. La historiadora afirma que la política autárquica impulsada por el gobierno de Lukashenko está llegando a su fin, por lo que su apertura a Occidente es inminente.
“Bielorrusia no sufrió el shock del derrumbe socialista, como sucedió en el resto de las republicas soviéticas. Las estructuras sociales se mantuvieron, y a pesar de haber tenido una terrible crisis, el pueblo no tuvo esta reconversión de golpe que sí sufrió el resto de los países del bloque socialista”, sostiene Ulianova, quien además advierte que la transición hacia la apertura con Occidente debería ser lo más paulatina y controlada posible, ya que es inevitable. “El pueblo bielorruso históricamente ya ha sufrido demasiado”, sentencia la investigadora.
Por Sebastián Fierro Kalbhen
El Ciudadano N°94, primera quincena enero 2011