Dicen que seguro se llevó oscuros secretos a la tumba… Imponente, hijo de familia acomodada y con un legado difícil de olvidar en el principal deporte mundial. El brasileño Joao Havelange será recordado más por la debacle del modelo de fútbol que quiso imponer que por los avances de la actividad.
Directivo controvertido, fue uno de los primeros en sucumbir ante la influencia de Horst Dassler, el ex dueño de Adidas que formó las primeras cadenas de corrupción en la FIFA y el COI a través de ciertos personajes en puestos específicos, lo que en definitiva tuvo, en el brasileño a uno de los primeros que peleó por el modelo económico, la lucha de vender derechos de transmisión y obtener más réditos por publicidad que por el fútbol mismo. Una tendencia nefasta que terminó por ensuciar el fútbol a niveles que hasta el día de hoy parecen insalvables y hasta desconocidos.
«La corrupción (en la FIFA) comenzó en los 70, cuando Havelange resultó ganador para presidir la FIFA. Joseph Blatter (su sucesor) fue su principal asesor y dio continuidad a su modus operandi”, son las palabras de Andrew Jennings, el periodista escocés que con sus investigaciones reveló la olla podrida en el interior del máximo organismo del fútbol. El dirigente brasileño estuvo al frente de la FIFA desde 1974 hasta 1998.
El carioca dirigió al ente rector del fútbol mundial durante casi un cuarto de siglo, entre 1974 y 1998, y convirtió al organismo en una poderosa maquinaria de ingresos durante esos 24 años.
¿La visión de los positivistas? Havelange será recordado porque durante su mandato, el fútbol se convirtió en un espectáculo televisivo rentable, uno de los espectáculos más vistos en el mundo.
Pese a que Blatter siempre ha negado saber detalles del escándalo de corrupción en la FIFA, Jennings conoció una carta en la que Havelange afirma todo lo contrario. “Tuvo pleno conocimiento de todas las actividades” y “siempre fue informado”, reseña el texto.
Nadador olímpico –participó en los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín y 1952 en Helsinki–, Havelange tuvo el olfato empresarial para vender el juego a la televisión, atraer las grandes marcas y extender la afición a países sin tradición futbolística como Estados Unidos, China o Japón.