El primer ministro francés, Manuel Valls, expresó su respaldo este miércoles a los alcaldes que prohíben el burkini, bañador que cubre cuerpo y cabeza adoptado por ciertas mujeres musulmanas.
Los alcaldes de varias localidades costeras de Francia han prohibido esta prenda por considerar que representa una reivindicación comunitaria de un islam político.
El burkini dio pie a incidentes violentos, según testigos presenciales, en un pueblo de Córcega, y la consiguiente polémica se hizo nacional rápidamente. «Entiendo a los alcaldes que, en este momento de tensión, tienen el reflejo de buscar soluciones, evitar desórdenes públicos», declaró Valls en una entrevista del diario regional francés La Provence.
«Apoyo por lo tanto a quienes han promulgado decretos si están motivados por la voluntad de alentar el vivir juntos, sin segundas intenciones políticas», expresó el primer ministro.
«Las playas, como todo espacio público, deben ser preservadas de reivindicaciones religiosas», subrayó Valls. El burkini «es la traducción de un proyecto político, de contrasociedad, fundado sobre todo en la esclavitud de la mujer», declaró.
Detrás del burkini «está la idea de que, por naturaleza, las mujeres serían impúdicas, impuras y deberían estar totalmente cubiertas. Esto no es compatible con los valores de Francia y de la República», argumentó el jefe del gobierno.
«Ante las provocaciones, la República debe defenderse», añadió. Hasta el momento, cuatro ayuntamientos han promulgado decretos antiburkini: Cannes y Villeneuve-Loubet en la Costa Azul, Sisco en Córcega, y Le Touquet en la costa normanda. Leucate, en el Mediterráneo, anunció el martes que también lo hará.