Otra notable historia de superación: A Braian Toledo su el padre lo abandonó, la madre lo golpeaba y hoy va por una medalla

Son muchas las historias que han conmovido al público tras conocerse sus tremendas historias de superación

Otra notable historia de superación: A Braian Toledo su el padre lo abandonó, la madre lo golpeaba y hoy va por una medalla

Autor: Alex Ripne

festejo.jpg_137609552Son muchas las historias que han conmovido al público tras conocerse sus tremendas historias de superación. Y en Argentina también se supo de una, la que hoy cuenta Braian Toledo, un nombe que al otro lado de la cordillera se puede escuchar en todos lados: bares, restaurantes y estudios de televisión. Es que el joven nacido en el partido de Marcos Paz logró tirar la jabalina a 81.96 metros y se coló en la final de lanzamiento de jabalina de los Juegos Olímpicos.

Esta noche, a partir de las 20.55, el bonaerense intentará dar el batacazo para quedarse con una medalla. Pero no tirará la jabalina sólo. Detrás tendrá el apoyo de millones de argentinos que harán fuerza para que logre su cometido y pueda subirse al podio en el Estadio Olímpico.

Pero, a pesar de que ahora su vida parece «color de rosa», el bonaerense no la pasó bien. Es que actualmente su nombre se escucha en todos lados pero hasta hace muy poco estaba prácticamente solo.

Antes del comienzo de los Juegos Olímpicos, Braian dialogó con el periodista Martín Estévez, de la revista «El Gráfico» y contó todos los caminos sinuosos que tuvo que cruzar en su corta vida. Pero, a pesar de los golpes y las ganas de abandonar todo, con un sacrificio enorme, el joven logró llegar a lo más alto. Con tan sólo 21 años, Braian vivió las peores situaciones: sufrió hambre, violencia física y el abandono de su padre.

«Cuando tenía 8 años, me levanté a la madrugada y escuché ruidos. Espié y estaba mi mamá llorando. Le pregunté qué le pasaba y no me decía. Le insistí hasta que me dijo: ‘Lloro porque no sé qué les voy a de comer mañana, a vos y a tu hermana’. No teníamos nada. Pero nada, nada, nada. La abracé y le dije: ‘No te preocupés, estamos todos bien, estamos juntos, yo te voy a ayudar», contó Braian.

Y continuó: «En ese momento me cargué la mochila de mi casa, sentí que mi obligación era sacar adelante a mi familia. A mí me gusta dibujar, entonces en la escuela les completaba las carpetas de dibujo a mis compañeros. Ellos me pagaban 25 centavos. Me pasaba toda la noche haciendo dibujos, y con eso compraba un kilo de pan. No era mucho, pero al menos llegaba de la escuela con algo».

Además relató que su padre lo abandonó cuando era muy pequeño: «No tengo recuerdos de él. Mi conclusión es que mi mamá, pese a todo, siempre estuvo enamorada de él. Ese es el problema. Él se fue cuando yo tenía pocos meses. Mi papá no estuvo nunca y siempre fue un problema. A veces decía que iba a traer plata, mi vieja contaba con eso, después no traía nada y ella quedaba angustiada. Tuvo que ponerle el pecho a todo. Vivimos en un país muy machista, pero mi vieja me hizo entender que muchas veces las mujeres tienen más huevos que los varones».

A pesar de todos los problemas que tenía en su casa, Toledo sólo buscaba una cosa: el cariño de su madre: «De chico percibía la tristeza de mi vieja. Entonces sentía que mi obligación era estudiar, que se sintiera orgullosa de mí. Que viera que el esfuerzo que hacía para darnos de comer tenía su fruto. Mis 10 eran para que mi mamá me abrazara, para que se sintieraorgullosa. Para mí, sacarme un 9 era malo».

También contó una anécdota que describe los malos momentos que pasó en su infancia: «Hasta los 12 años tenía una cama para nenes, pero dejé de entrar. Tuvimos que tirar el colchón en el piso de la casilla. Pero era finito y había mucha humedad, así que poníamos cartón y lonas en el medio. Me acuerdo de que en el 2009 tuve un viaje con la delegación argentina y la primera noche, en nuestra pieza, hicimos un quilombo tremendo. Entró el técnico y nos retó. ‘Es culpa mía, profe, disculpe’, le dije. Pero él siguió enojado. Entonces le tuve que explicar que estábamos corriendo todo porque yo no podía dormir arriba de una cama: me daba vértigo. Al otro día, en el desayuno, me fue a buscar, le conté mi historia, se emocionó y me pidió disculpas. Y a partir de ahí, mis compañeros ya sabían que yo dormía en el piso».

«Me fui de mi casa hace dos años. Ya tenía 19, 20 años, y a mi mamá se le iba la mano. Un día me levanté y tenía el ojo izquierdo morado. Me miré al espejo y me dije: ¿Merezco vivir así? ¿Qué le falta a mi familia? Nada. Tienen todos los lujos. Sentía que no era un mal chico, que no merecía eso. Mi prima Romina me ayudó a escaparme, y alquilé un departamento.Estuve más de un año sin hablar con mi mamá, hasta que sufrió un problema de salud y la perdoné», relató el joven.


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