Me acuclillo en el césped para ver mejor al animal que viene hacia mí tambaleándose. Tiene unos cuatro meses, el tamaño de una pelota de fútbol y los ojos algo saltones. Y sin lugar a dudas es tan suave y adorable como un cachorrillo. Me invade un deseo inmenso de coger y abrazar a esa cría.
Ese encanto irresistible es una de las razones por las que el panda gigante se ha convertido en una auténtica estrella internacional, además de en un icono cultural, una mina de oro y un motivo de orgullo nacional en China, el único país en el que todavía sobrevive este úrsido asiático. Ahora el mundo entero tiene la mirada puesta en el obstinado esfuerzo de China por impedir su extinción, algo que, en cierto sentido, está siendo un éxito sin precedentes.
Como sucede con muchas especies en peligro, la cantidad de pandas gigantes ha ido decayendo a medida que la creciente población humana ha ido ocupando sus tierras. Y el problema perdura a pesar de que en 1990 fue clasificado como es–pecie en peligro. Sin embargo, los chinos han pasado el último cuarto de siglo perfeccionando los métodos de reproducción y creando una población en cautividad de cientos de ejemplares, que les reporta grandes beneficios económicos.
Pero una cosa es criar animales en cautividad ante un público entregado y otra es asegurar la supervivencia de una especie en estado salvaje. Con el siguiente paso que se dé en la conservación del panda gigante sabremos si este acaba convirtiéndose en una reliquia tras los barrotes de una jaula o en un animal que vaga libremente por la naturaleza.
Un auténtico genio de la adaptación
El panda gigante es un genio de la adaptación. «Los seres humanos estamos acostumbrados a modificar el entorno para ajustarlo a nuestras necesidades. Pero los pandas se modificaron a sí mismos para adaptarse al entorno», dice Zhang Hemin, director del Centro de Conservación e Investigación del Panda Gigante, responsable de supervisar tres centros de pandas: Bifengxia, Dujiangyan y Wolong.
El paso del tiempo y la necesidad han hecho que estos osos prosperen en un hábitat muy específico. Son como sus parientes carnívoros –no dejan de ser osos puros, según su ADN–, lo que significa que tienen los caninos necesarios para desgarrar carne y las encimas para digerirla. Debido a las lagunas existentes en el registro fósil, no sabemos en qué momento divergió de los otros osos. Una mandíbula hallada en España sitúa la edad de un pariente primitivo del panda en 11,6 millones de años, mientras que los datos del ADN sugieren que la divergencia ocurrió hace 18 millones de años. Y unos huesos encontrados en una cueva china indican que el panda gigante, tal como lo conocemos hoy, tiene por lo menos dos millones de años de antigüedad.
Por qué motivo y en qué momento exacto el panda se hizo vegetariano sigue siendo tema de debate, pero los millones de años de adaptaciones le han legado algunas características singulares, como los molares planos para aplastar comida y un apéndice parecido al pulgar muy útil para manipular el bambú. Curiosamente, carece de flora intestinal específica para digerir el bambú, que representa el 99 % de su dieta, y esa es una de las razones por las cuales tiene un metabolismo relativamente bajo. Para extraer suficientes nutrientes, un panda ha de ingerir entre 9 y 18 kilos de materia vegetal al día.
Para satisfacer su pasión por esta planta que crece debajo de árboles grandes y viejos, no puede vivir en cualquier sitio. Pero ahora esta especialización va en su contra. Antaño su presencia se extendía por toda la China meridional y oriental, y por el norte de Myanmar y Vietnam. Hoy en día sobrevive en reducidas zonas montañosas solo de China, que constituyen tal vez el 1% de su área de distribución histórica.
¿Cuántos pandas hay en estado salvaje?
Los científicos llevan intentando censarlos desde la década de 1970, época en la que se cree había unos 2.500 ejemplares. Esa cifra cayó de forma dramática en la década de 1980, en parte debido a la periódica extinción natural del bambú. (Normalmente los pandas son capaces de sobrevivir a este tipo de sucesos ecológicos naturales si se trasladan a otro hábitat más fructífero; pero si no tienen adonde ir, mueren de inanición.)
El estudio más reciente llevado a cabo por el Gobierno chino, de 2014, estimó una población de 1.864 ejemplares en estado salvaje, un 17 % más que en 2003. Sin embargo, Marc Brody, becado por National Geographic y fundador de la organización conservacionista sin ánimo de lucro Panda Mountain, advierte que hay que desconfiar de cifras tan concretas. «Es posible que se deba a que estamos mejorando nuestra capacidad de contar pandas», explica. Además, no es fácil comparar datos de diferentes décadas, porque la distribución del panda y los métodos de recuento han variado; hoy en día se hacen análisis del ADN de los excrementos del animal.
Mientras tanto, los chinos se aplican con entusiasmo a la cría en cautividad de su emblemático oso. Al principio (hasta finales de la década de 1990) hubo numerosos intentos fallidos, tanto en la reproducción como en la capacidad de mantener vivas las crías. Y la diversidad genética –que facilita la adaptación y protege a una población de la extinción– no era una gran prioridad. Pero con la colaboración de otros países, los chinos cambiaron radicalmente la situación. David Wildt, del Instituto de Biología de la Conservación de la Smithsonian Institution, formó parte del equipo internacional que en un primer momento trabajó con los científicos chinos en la cría del panda. «En poco tiempo tenían montones de oseznos –recuerda–. En cierto sentido, fue tan bien que nos quedamos sin trabajo». Ahora «el panda se ha convertido en uno de los animales en cautividad con mayor diversidad genética», explica Jonathan Ballou, el genetista colega de Wildt que desarrolló el algoritmo aplicado actualmente por los chinos en las decisiones referentes a la cría.
Gran parte de este proceso transcurre en el Centro de Pandas de Bifengxia, o BFX, donde se produjo mi encuentro con los oseznos. Allí los visitantes pueden observar osos adultos en patios exteriores, encorvados por el peso de sus enormes barrigas, mascando los largos tallos de bambú que les traen varias veces al día.
Desde ahí, subiendo una colina, se llega a un edificio de acceso exclusivo para los empleados donde viven los pandas del programa de cría. Están en cercados de hormigón con puertas de barras metálicas; cada puerta da a un recinto exterior. Lo normal es que haya una hembra en cada recinto, comiendo o durmiendo, a veces con un cachorro en brazos.
«Aunque llevamos muchos años, siempre que una panda está preñada o da a luz, todo el mundo está feliz y expectante –me contó Zhang Xin, un cuidador veterano–. Cada día observamos a los adultos y a las crías, comprobamos cuánto comen, el aspecto de sus heces, si están animados o no. Lo que queremos es que estén sanos».
Pornografía para pandas
En este escenario, la cría de osos es todo me–nos natural. Juntar un macho y una hembra puede incluso desembocar en una agresión en lugar de en una cópula. Para crear un ambiente propicio, los criadores han llegado a utilizar «pornografía para pandas» (vídeos de pandas apareándose), sobre todo por los sugerentes sonidos; manzanas clavadas en palos para tentar a los machos a montar a las hembras; hierbas chinas y hasta Viagra y juguetes sexuales. Zhang Hemin, conocido como Papá Panda, recuerda una embarazosa visita a una tienda de «juguetes para adultos» en Chengdu. «Le dijimos al dependiente que necesitábamos un estimulador genital femenino que pudiera calentarse –me explicó–. Luego tuve que pedir un recibo para que el Gobierno me reembolsase el dinero».
Ahora el protocolo incluye la inseminación artificial, en ocasiones con esperma de dos machos. Parte de la dificultad se debe a que las hembras solamente están en celo una vez al año, durante un breve lapso de entre 24 y 72 horas. Los endocrinólogos monitorizan las hormonas presentes en la orina que pueden predecir la ovulación, y llegan a inseminar a las osas varias veces durante un día o dos para aumentar las posibilidades de éxito.
Luego, durante meses, a los cuidadores no les queda más remedio que hacer conjeturas e ir adivinando. «Es muy difícil saber si realmente una osa está preñada –dice el director de BFX, Zhang Guiquan–. El feto es tan pequeño que es fácil que pase desapercibido en una ecografía». Las pandas gigantes pueden experimentar una implantación retardada, tener períodos de gestación muy variables o sufrir altibajos hormonales y abortos espontáneos muy discretos.
«Les estamos pidiendo que practiquen sexo dentro de una cabina telefónica mientras los observa un grupo de personas»
Tal esfuerzo por lograr la reproducción en cautividad podría hacer pensar que el panda es un inepto en el tema sexual. Pero no es así. Durante millones de años se han reproducido sin intervención humana, basándose en los ciclos naturales, las marcas de olor, las llamadas de apareamiento y las complejas relaciones sociales que en su mayor parte no se dan en cautividad.
La artificialidad de esta situación y de otros tantos aspectos de la vida en cautividad es algo que preocupa a Sarah Bexell, de la Universidad de Denver, quien trabajó durante años en otro centro de cría de pandas: «Los osos son sumamente estoicos, sobre todo los pandas». Tienen que estar realmente afectados para mostrar una reacción que nosotros percibamos como estrés. Aprenden a lidiar con las situaciones y puede parecer que están relajados, dice, «pero si pudiéramos sentarnos con ellos y entrevistarlos, oiríamos algo muy distinto». El ecólogo William McShea, de la Smithsonian Institution, añade: «Lo que les estamos pidiendo, que practiquen sexo dentro de una cabina telefónica mientras los observa un grupo de personas, tiene muy poco que ver con la reproducción real».
Aun así los chinos están consiguiendo grandes resultados. En 2015 nacieron 38 crías en China (18 en BFX). En el edificio que alberga la guardería de BFX está la impecable sala de incubación, donde los oseznos, cuando no están con su madre o con una madre sustituta, reciben atención humana las 24 horas del día. Separar a las madres de sus crías es un asunto polémico, pero las posibilidades de que un cachorro que esté débil o haya sido rechazado por la madre sobreviva si se le adjudica una sustituta aumentan considerablemente.
Desde fuera, los visitantes acercan sus cámaras a la ventana de la sala de incubación mientras exclaman oooh y aaah al ver a las cinco bolitas peludas dentro de sus cestas.
Liu Juan, una mujer menuda y tímida, está cumpliendo su turno de 24 horas, el segundo de esa semana. Incubar a los recién nacidos, darles biberones, acunarlos, hacerles eructar, responder a sus demandas de atención, acariciarles la barriga para estimular los intestinos, pesarlos, medirlos, vigilar que los más movidos no se escapen… «Es mucho trabajo», dice. Hay una enorme presión para mantener a los cachorros con vida, explica: «son muy importantes para China».
La mayoría de los pandas de BFX vivirán siempre en cautividad, en China o en un zoo en el extranjero. Pero en otra zona de la provincia de Sichuan los investigadores tienen en mente un futuro más salvaje para las nuevas crías.
Hetaoping, el centro de pandas más antiguo de la Reserva Natural de Wolong, es un conjunto de edificios de piedra y de hormigón situados en un valle de Qionglai Shan. A finales de la década de 1970 los chinos instalaron una estación en una ladera boscosa de estas montañas, y desde 1980 han estado trabajando con el WWF, la primera organización occidental que coopera con el Gobierno chino para el cuidado de los pandas. El WWF envió al reputado biólogo George Schaller para que liderara una investigación que se convertiría en la base de lo que hoy sabemos sobre estos osos.
¿Quién es Papá Panda?
Papá Panda (que ostenta este mote porque parece que las osas parturientas de los distintos centros esperen a que él llegue para dar a luz y por su devoción por estos animales) trabajó con Schaller. «Fue entonces cuando yo aprendí a amar profundamente al panda», me dijo.
En la actualidad, en Hetaoping se prepara a algunas crías seleccionadas para su reintroducción en la naturaleza. Los cuidadores visten trajes de panda perfumados con olor a orina de este animal para que las crías no se acostumbren a los humanos. Los oseznos permanecen con su madre durante dos años, y mientras siguen bajo su cuidado, se van introduciendo poco a poco en la naturaleza. Después de un año más o menos, madre y cría son trasladadas a una zona vallada en la montaña, donde siguen juntas hasta que se decide si la cría es apta para la vida en libertad. Para cumplir ese requisito, me explicó Zhang, el joven panda tiene que mostrarse independiente, tiene que temer a otros animales, incluidos los humanos, y tiene que saber encontrar comida y cobijo sin ayuda. No todos son así.
Un dato positivo es que «aquí la caza furtiva no es un problema: nadie toca al panda (dice McShea). Está prohibido». (Hasta la década de 1960 la caza era legal en China; ahora, matar a un ejemplar puede suponer hasta 20 años de cárcel).
Pero sigue habiendo otros, como el ganado que pasta dentro del hábitat del panda. ¡»Tanto a los caballos como a los pandas les gustan las laderas suaves y los bosques de bambú; los caballos también comen bambú. Así que su impacto en la conservación del panda es significativo», apunta Zhang Jindong, de la Universidad China de West Normal e investigador en Wolong. En 2012 el Gobierno local ordenó que se retirasen los caballos de los bosques e instó a la población a «criar yaks u otros animales». Pero la presencia de esos animales también provoca que el panda se desplace, dice, «y ¿adónde puede ir?».
En 2008 un enorme terremoto mató a decenas de miles de personas y destrozó las casas de la montaña. El desastre, que destruyó parte de Hetaoping, dio alas al Gobierno para persuadir a quienes vivían dentro del hábitat del panda de que se mudasen. Las autoridades construyeron una serie de aldeas en las tierras bajas para albergar a muchos de los desplazados y lo declararon una victoria para la conservación del panda.
Algunos aldeanos han encontrado trabajo en la construcción de una autopista entre Chengdu y Wolong. Otros que abandonaron sus campos y su ganado siguen desempleados. Algunos se niegan a renunciar a su antigua vida. Li Shufang, una mujer de 75 años a quien visité en la humilde casa que comparte con unos parientes, camina varias horas al día, monte arriba y monte abajo, para cuidar a los cerdos y el huerto donde vivía antes del terremoto. Cuando le pregunté cómo le había sentado tener que irse a causa del panda, me contestó en el dialecto local: «¿por qué no trasladaron a los osos en vez de a nosotros?«.
En cambio, otras personas parecían contentas con la vida «más fácil» de la aldea, aunque pocas se benefician directamente de la pandamanía. Con el nuevo centro de pandas de Gengda, en Wolong, «quizás empiecen a venir turistas y ganemos algo de dinero», me dijo un lugareño.
A fin de convertir el terreno recuperado en un hábitat adecuado para osos, se contrata a lugareños para que planten arbolitos en los lu-gares donde el bosque ha menguado por la tala ilegal o los daños del seísmo. Los chinos se han centrado en especies arbóreas de crecimiento rápido, cuyas raíces evitan la erosión. Pero esas especies no crean un hábitat adecuado para el panda, pues el bambú más nutritivo crece en el sotobosque de bosques primarios, que tardan décadas en madurar. El terreno montañoso dificulta la plantación a gran escala, de modo que el paisaje sigue estando fragmentado, lo que significa que la población de pandas también lo está.
Barney Long, de la organización Global Wildlife Conservation, afirma que solo nueve de unas 33 subpoblaciones de pandas «son realmente viables», ya que cuentan con suficientes ejemplares para asegurar su pervivencia. El cambio climático seguramente empeorará la situación: los modelos científicos advierten de que en los próximos 70 años el calentamiento podría reducir el hábitat actual del panda gigante casi un 60 %. Pero, al menos por ahora, reconstruir, proteger y conectar esos hábitats entre sí es la mejor estrategia de conservación. Más importante que la cantidad de crías que se pueden engendrar en cautividad, dice Marc Brody, es «la oportunidad de dar a esas crías un hogar».
Resultados dispares
Hasta el momento, la reintroducción de pandas ha tenido resultados dispares. De los cinco ejemplares liberados desde 2006, todos ellos con un collar de seguimiento, tres siguen con vida. Los otros dos aparecieron muertos, uno probablemente víctima de una agresión por parte de algún macho salvaje. Esas pérdidas fueron «un desastre mediático para China», dice Wildt. Pero sirvieron para mejorar los protocolos de preparación y liberación, según Papá Panda. Al cierre de este reportaje se estaba considerando la reintroducción de tres pandas más en julio.
Igual que la reproducción, la reintroducción de pandas «requerirá un proceso de prueba y error, tiempo y dinero –advierte McShea–. Pero los chinos lo lograrán». Papá Panda comparte esa confianza: «El objetivo final es liberar, liberar, liberar –me dijo–. Hasta ahora he tenido dos trabajos importantes en mi vida. Conseguir que los osos panda se reproduzcan, lo cual ya no es un problema, y ahora asegurarnos de tener un hábitat adecuado donde reintroducirlos».
De los cinco ejemplares liberados desde 2006, todos ellos con un collar de seguimiento, tres siguen con vida
¿Y cuando ya estén libres y listos para reproducirse?, como Tao Tao («Pequeño Granuja»), un macho que lleva casi cuatro años sobreviviendo en estado salvaje. «Esperemos que se gusten, pero no podemos interferir», dice el cuidador de Hetaoping Yang Changjiang.
La independencia es un factor clave para la supervivencia
En UN recinto de wolong, Ye Ye –una hembra cuyo nombre rinde homenaje a la amistad entre Japón y China– aparece junto a la valla buscando comida. Su cachorra, Hua Yan («Muchacha Bonita»), no está a la vista, y eso es buena señal. La independencia es clave para la supervivencia, y la cría, de tres años, cuya preparación casi ha acabado, pronto será liberada en la naturaleza.
Pero primero le toca el turno a otro osezno. A mediados de noviembre, en un proceso que dura cuatro días, Hua Jiao («Belleza Delicada») es atrapada, sometida a una revisión médica completa, provista de un collar de seguimiento, metida en una jaula y trasladada 300 kilómetros hasta la Reserva Natural de Liziping.
Ese día estaba planeado desde el principio de este excepcional experimento de conservación. Salvar al panda es una empresa que se ha de hacer de ejemplar en ejemplar, y la reintroducción de Hua Jiao representa un paso pequeño, aunque esencial, en el largo y difícil camino. Hay cinco cachorros más en Wolong que serán reintroducidos en los próximos años, por lo que la conservación del panda indudablemente volverá a ser noticia. Si acabará en tragedia o en triunfo, es algo que ahora nadie puede prever.
¡Ya eres libre!
Esa mañana del mes de noviembre, bajo un impresionante cielo azul, cuatro hombres bajan la jaula de Hua Jiao del camión y la colocan de cara al bosque. Unas barreras cubiertas de bambú ocultan a los espectadores e indican el camino hacia delante. Sin más preámbulos, uno de los cuidadores abre la puerta. Al principio, la joven panda se queda inmóvil en el interior de la jaula masticando un tallo de bambú, su última comida en cautiverio. A partir de ese momento tendrá que valerse por sí sola. Es posible que dentro de algunos años busque pareja y llegue a aumentar la población de pandas salvajes con cinco crías o más. No es una cifra que vaya a cambiar drásticamente la situación, pero tratándose de una especie en peligro que tiene menos de 2.000 ejemplares en estado salvaje, cada uno de ellos cuenta.
Finalmente, con algo de persuasión por parte de los cuidadores, Hua Jiao sale de la jaula, parpadea ante tanta luz y hunde las patas en la tierra. Luego, sin volver la vista atrás a sus captores y a la vida que ha conocido hasta ese momento, avanza a grandes zancadas hacia su libertad.