«El novillo levantó una de sus extremidades y la apoyó en las tablas para evitar el golpe del caballo. El jinete lo golpeó tan fuerte que le arrancó la pezuña. El novillo no paraba de sangrar, la gente no hacía nada y al jinete no le importó, al contrario, lo apuraba para que siguiera corriendo. Al rato llegó el delegado y ordenó que sacaran al novillo».
Esa fue la escena que hace ocho años presenció Victoria Carvajal Vargas (34), entonces corralera, en un rodeo en Rinconada de Los Andes y que determinó que decidiera dejar para siempre esta práctica. «Ver no respuestas de nadie, ver risas de parte del público, me hizo finalmente tomar la decisión correcta», sostiene.
¿Qué ocurrió con el novillo? «Yo creo que lo llevaron al matadero más cercano, al de La Calera. Animal con fractura, se va al tiro al matadero», cuenta Carvajal.
Victoria, quien es veterinaria, es oriunda de Los Andes. «Zona huasa», dice. De niña el rodeo fue parte de su entorno. «Siempre estuvimos en ese mundo, de toda la vida», recuerda. En el 2005 ya se estaba aceptando la participación de mujeres en el rodeo, fue ahí en donde comenzó a practicarlo. «Es un mundo re machista, así es que fue difícil que ingresaran las mujeres», cuenta. Al principio, el papel de ellas estaba reducido al «movimiento de la rienda», que es el entrenamiento que se realiza al caballo para lograr la fineza de sus movimientos, posturas y para que éste posteriormente responda al jinete.
«Es delicadísimo, precioso», dice Victoria. «Pero a mí no me gustaba, a mí me gustaba el rodeo. Era algo que se llevaba en la familia, muy tradicional, tú entras a mi casa y está llena de premios de rodeos. Es algo con lo que tú te impregnas; te sientas, los miras, los disfrutas. Pero cuando lo empiezas a mirar de otra manera, te das cuenta de que no es lo correcto. Una cosa es verlo como público y otra estar todas las semanas participando y conocer el mundo por dentro», plantea.
«Hay poquísimos artículos que beneficien al ganado»
Victoria se subió a un caballo en una medialuna siguiendo a su primo corralero. Luego, después de un par de meses de su inicio, vino su papá. «Lo hacía para correr conmigo y con el objetivo de cuidar a nuestros caballos. Mi papá decía: ‘Los queremos, porque no son herramientas de trabajo, son nuestras mascotas. Yo no voy a dejar que se suba un huaso y lo agarre a espuelazos, cuando nosotros no lo hacemos'», recuerda.
Participó como corralera entre los años 2005 y 2008, pero siguió vinculada hasta 2010, acompañando a su padre principalmente. En 2008 fue parte del primer rodeo de mujeres en Quilicura, en donde participaron todas las mujeres de Chile que corrían. Fueron alrededor de 30 colleras. Victoria ganó el champion. Fue la última vez que corrió.
«Cuando estás adentro ves la verdad y te das cuenta de que no hay ganas de parte de la organización de cambiar la normativa, de modificar algunos artículos. Si tú ves el reglamento del rodeo, hay poquísimos artículos que beneficien al ganado y muchas veces estos no se cumplen», asegura.
¿Se maltrata mucho a los animales? «Muchísimo», sostiene la veterinaria, y agrega: «Me molesta mucho de la gente que está en la Federación de Rodeo o los políticos que dicen que esto es un bienestar para el novillo, que no se les hace daño, que es un deporte súper suave, que no hay dolor. Eso es mentira. Vi maltrato y vi a la gente reírse del maltrato a los animales».
El sufrimiento, la memoria
Carvajal desmenuza las distintas formas de maltrato que se dan en el llamado «deporte nacional» explicando, por ejemplo, que según el reglamento del rodeo el novillo debe tener un peso mínimo de 300 kilos y máximo de 500. «Yo corrí vaquillas inmensas, que no estaban dentro de los kilos reglamentados y también corrí novillos jóvenes pequeñísimos, entonces eso de que de manera estricta se corren ciertos animales es mentira, no se cumple. No está aceptado, por ejemplo, que corran hembras, pero se hacía igual», relata.
Suma Carvajal: «Parte del reglamento es que frente a caballos en mal estado, al igual que los novillos, el delegado tiene la obligación de no hacerlo correr. Yo no vi eso. Muy pocas veces vi a un delegado prohibiéndole a un jinete correr. Muy pocas veces vi a un delegado frente a un novillo que perdió el cacho dentro de la medialuna y que tenía una hemorragia, parar la carrera y pedir cambio de novillo».
Victoria plantea que el sufrimiento de los animales en el rodeo comienza desde mucho antes de salir a la medialuna. Explica que hay que pensar que un novillo que ha estado un año o más pastando para llegar a los 300 kilos es subido de un momento a otro a un camión, amontonado con otros novillos, para llegar a una manga en donde «hay un huaso con un palo en cuyo extremo tiene la punta de un clavo, el cual presiona sobre el cuerpo del animal para obligarlo a entrar a la medialuna». Cuando se abre la puerta del toril, continúa, «si el animal ya ha sido corrido, créeme que no hay cómo hacer que salga a la medialuna».
«Yo he visto mayor sufrimiento en los animales que ya han corrido que en el que va a correr por primera vez, porque este último es ingenuo, no sabe a lo que va. Los que ya han sido corridos dos, tres veces e incluso más, ya saben que adentro van a sufrir, que les va a doler. Tú lo distingues de inmediato, porque cuando llega a la manga se frena, y eso es doloroso», describe. Y agrega: «Gran parte de las fracturas son consecuencia de que el novillo quiere arrancar y salta la puerta de la medialuna, entonces cae en mala posición y se lesiona».
Carvajal también releva el daño que se les hace a los novillos en las llamadas «atajadas»: «Qué sacas con que una ‘atajada’ sea blanda si tienen la presión del caballo que va a pesar sí o sí más que él. Si tenemos un potro de 380 kilos aproximadamente y un novillo que no alcanza ese peso, es obvio que va a salir lastimado», explica.
La veterinaria profundiza en probablemente uno de los hechos más cuestionados y polémicos de esta práctica, el uso de la picana eléctrica. Dice que antes -«cuando no había una conciencia animal ni reclamos»- se hacía abiertamente. Sin embargo, con la aparición de los movimientos animalistas y sus denuncias «lo empezaron a cubrir, entonces lo que hace el capataz, que es quien tiene la picana, es cubrir con la manta al novillo, sacar la picana por debajo y picanear al animal. Eso no lo ve la gente, pero se hace igual, yo lo vi».
Espuelas con puntas
La discusión en torno al rodeo tiende por una cuestión obvia a centrarse en el maltrato hacia el novillo, aporreado una y otra vez por los caballos y sus jinetes. Sin embargo, quienes han pertenecido a este mundo sostienen que el caballo también es perjudicado en esta práctica, por ejemplo, por el uso de las espuelas. «No tienen punta, son curvas, está prohibido que sean puntiagudas. Es más: tú las rozas con la mano, puedes girar y apretar y no te va a producir cortes», explica Victoria, quien agrega que, no obstante eso, «hay jinetes que sí las usan con puntas y las doblan hacia adentro, y no es algo mínimo, porque se produce un daño tremendo en las costillas de los caballos, yo vi heridas horrendas en las costillas, heridas infectadas con larvas de moscas».
La veterinaria recuerda que en la universidad tuvo un profesor que trabajó para varios rodeos, y que le extraía muestras de los músculos pectorales a los equinos y de los músculos costales al bovino. Al llevarlos al laboratorio y analizar las muestras microscópicas, veía la presencia de hematomas. «Tú no los ves a simple vista, pero están ahí y a la palpación ves que el animal evita que lo toques y es porque le duele», explica Victoria.
El «descariño» y los castigos
¿Por qué en una práctica que se releva como una «tradición» y en donde hay un reglamento que supuestamente la rige, el maltrato continúa siendo parte ella? «Los huasos crían a los novillos para engordarlos y después mandarlos a mataderos, pero antes le dan su pasada por el rodeo. Ese es como el negocio, porque los arriendan también», dice Victoria.
Para la veterinaria todo pasa por «la despreocupación y el descariño que tienen los jinetes por los animales, hasta por sus propios caballos» y por el tema económico que acompaña a esta práctica. «Yo creo que el 90% de los huasos que vi tienen al caballo como herramienta de trabajo, porque hay una persona que les paga por correr, reciben un sueldo por ello, aparte de los premios que reciben. Eso es en el rodeo Federal. Cosa aparte es el rodeo Laboral o Campesino, en donde son los dueños quienes corren sus caballos», señala.
Sin embargo, la ex corralera también apunta a la debilidad del reglamento en el rodeo. Explica que hay un ítem en donde aparecen los castigos para el jinete, divididos estos en graves, medianos y leves. El problema, añade, es que «por pegarle a un animal, a tu caballo, el castigo es leve, por ejemplo, no correr en un rodeo». Carvajal grafica lo inofensivo de este reglamento en cuanto a la protección de los animales, planteando que un castigo grave es, en cambio, el que se le aplica a un jinete por ofender tanto de palabra como físicamente a una autoridad del rodeo, lo que no ocurre al ver a un jinete golpeando a su caballo.
¿Es posible hablar hoy del acercamiento del fin del rodeo? «Lo he pensado bien y me duele, pero prefiero que se acabe», dice Victoria Carvajal. Sin embargo, advierte que es muy difícil que ello ocurra, al menos en el corto plazo. «Hay políticos que son parte del rodeo, que pertenecen incluso a la Federación de Rodeo y a los Criadores de Caballos Chilenos. Recuerdo que en un champion de Rancagua, cuando Piñera era Presidente, estaba sentado en el palco y se codeaba con los dueños de criaderos. El rodeo para este tipo de gente es un negocio, venden equinos a $10 millones o más porque tienen un gran árbol genealógico, son animales de muy buena sangre», explica la veterinaria, y agrega: «Entonces tú dices: que esto se acabe de la noche a la mañana va a ser un poco difícil».
Por Daniel Labbé Yáñez