Andrés Solimano es doctor en Economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), presidente del Centro Internacional de Globalización y Desarrollo y fue director del Banco Mundial y de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de Chile. Desde su vasta observación del escenario económico de Chile y el mundo, se ha posicionado desde hace años como una de las voces más críticas de las AFP.
Ajenos a los mitos que abundan en la discusión, Solimano también descarta las versiones que dan por caducado el sistema de reparto. “Decir que no está vigente es una falsedad, porque las economías más maduras tienen ese sistema”, enfatiza.
-¿A su juicio, qué elementos explican principalmente esta profunda crisis y deslegitimación social que vive el experimento de privatización de la seguridad social, creado en dictadura?
-La gran crisis se genera hoy porque el sistema paga pensiones muy bajas. El promedio está en 200 mil pesos mensuales. Casi el 80% de las cotizaciones están por debajo del salario mínimo, con grandes diferencias entre pensiones de hombres y mujeres, y pensiones más bajas todavía en el caso de ellas. Además, el sistema no asegura que una persona reciba una pensión estable hasta que fallezca, que es uno de los principios de la seguridad social. Así condena a una generación entera, incluida la tercera edad, a una vida muy precaria, en un país donde los medicamentos son muy caros y donde hay pocos programas de apoyo al adulto mayor.
También vive una crisis de legitimación, porque se ha evidenciado que es un mecanismo de ahorro forzoso en que el 10% de la planilla salarial va a un conjunto de compañías que son sólo seis. Estos fondos financian a grandes empresas y bancos y la otra parte se invierte fuera de Chile. Entonces, el ahorro de la gran masa salarial, de 5 millones y medio de contribuyentes, sustenta la acumulación de capital de los principales conglomerados económicos. Además de las exageradas utilidades de quienes administran el sistema, sobre el 25% anual.
-¿Se sabía desde un principio que ese sería el resultado de la privatización de los ahorros? Durante la época se realizó publicidad engañosa.
-El sistema se vendió de forma muy optimista, se dijo que iba a entregar buenas pensiones, con tasas de reemplazo del 85%. Es decir, la proporción de los últimos salarios a la pensión iba a ser hasta del 80% y hoy vemos que en el caso de los hombres, es de 32% y en mujeres apenas 25%. Es decir, no cumplió las expectativas.
Tampoco se puso mayor atención a la estructura del mercado laboral chileno, que provoca que las personas tengan muchas lagunas, porque los trabajadores entran y salen con mucha frecuencia, hay mucha informalidad. Es muy precario, incluso para los trabajadores formales. Tampoco se dijo que iba a haber un grupo económico muy concentrado que iba a tomar estos ahorros y los iba a prestar a los grandes grupos económicos. Porque es, en definitiva, un mecanismo de transferencia de los ahorros de la gran masa salarial del país a los grupos económicos.
-¿Qué piensa de la propuesta de AFP estatal anunciada por Bachelet? La gente fue clara en las calles al señalar que no quieren AFP estatal ni privada.
-Cuando se hizo el programa económico de este gobierno y se planteó la AFP estatal, el sistema estaba deslegitimado pero la gente aún no salía a la calle a pedir que se acabara. Ahora cambió el cuadro político. La propuesta tiene problemas bastante serios de apoyo social por estar planteada dentro del sistema de AFP.
Quizás podría introducir cierta competencia dentro del sistema, pero todo depende de cómo se maneje, porque si esa AFP estatal tiene que invertir con los mismos criterios de la AFP estatal, vamos a seguir entregando los ahorros de las personas a las grandes empresas o invirtiéndolos fuera del país. Debería tener una política de inversiones distintas. Por ejemplo, para financiar pymes, proyectos en regiones o de desarrollo de energías limpias. El proyecto tiene que ser analizado en esos términos o no va a hacer mucha diferencia. Y supone implícitamente que el sistema de AFP sigue en operación.
LAS MENTIRAS SOBRE EL SISTEMA DE REPARTO
-¿Qué piensa de lo que sostienen figuras como José Piñera o Andrés Zaldívar respecto al sistema de reparto? Ellos señalan que está totalmente caducado.
-En Chile se ha creado el mito de que los sistemas de reparto habrían fracasado o son inviables por la demografía actual, que muestra aumento en las expectativas de vida y disminución de las tasas de natalidad. El sistema de capitalización también se afecta con las tendencias demográficas porque las personas tienen un fondo ahorrado, pero si vive más de lo proyectado, las pensiones bajan.
Se ha tratado de inculcar a la población que el sistema es inviable por esto, pero la realidad del mundo es totalmente distinta. Hay un estudio del Banco Mundial y otro de la OCDE -donde de un grupo de 172 países-, señalan que el 85% tiene sistemas basados en un pilar público, estatal y generalmente de reparto, lo que demuestra que el sistema que domina en el mundo. Se dice que los sistemas de reparto serían insostenibles financieramente y que este es el único país que encontró la varita mágica e hizo un sistema de capitalización estilo AFP, pero eso no es así.
Lo que han hecho los países desarrollados del mundo es ajustar su sistema: Alemania tiene un sistema de puntaje y Estados Unidos también tiene un sistema de reconocimiento de años de contribución. Pero ni Canadá ni Estados Unidos, ni los países europeos o escandinavos, ni Japón, han desechado su propuesta de reparto como resultado del cambio de las condiciones demográficas. Por eso, decir que el sistema de reparto no está vigente es una falsedad, porque las economías más maduras tienen ese sistema.
Otros países empezaron a adoptar sistemas de privatización de la seguridad social no tan extremos como el chileno, pero lo que observamos hoy es que en Argentina (2008), Hungría (2010), Polonia (2014) y Bolivia, un poco antes, han abandonado su sistema de capitalización y regresado a un esquema de reparto. Chile queda como el último de los mohicanos, el que trata de mantener su sistema de privatización a toda costa.
-Entonces no tiene mucho sustento la campaña de terror que se ha hecho respecto del posible regreso a un sistema de reparto.
-Yo he investigado la experiencia de países como Argentina y Polonia. La llamada nacionalización de los fondos fue un proceso en que los saldos que habían en las cuentas de Argentina pasaron a la Agencia Nacional de Seguridad Social y se aprobó una ley que dice que nadie podía recibir una pensión inferior a la percibida en los sistemas de capitalización.
En Polonia también, los fondos privados fueron a un ente estatal que siguió pagando pensiones e incluso las subió. Acá se pretende asustar gente diciendo que si los fondos pasan al Estado, la gente perdería sus pensiones, pero en ninguno de estos países la gente perdió o bajó sus pensiones por el sistema público. El debate ha estado muy desinformado.
-¿Por qué cree que, si países como Argentina desistieron de su experimento, en Chile no ocurrido lo mismo en tantos años?
-Es que en Chile la revolución neoliberal fue muy intensa, muy poderosa. Empezó con Pinochet y se consolidó con la vuelta a la democracia. Como las AFP acumulan tantos recursos, han hecho un sistema de cooptación y de influencia. Han habido personeros que han sido ministros y en puestos altos de administración del Estado que pasan a los directorios de las AFP. Tienen a su favor la publicidad de los medios, que no se atreven a criticar el sistema porque se cae el avisaje. Tienen a gente políticamente conectadas, no sé si hacen contribuciones a campañas electorales, pero han creado toda una estructura para que el sistema político no los toque.
La gente en las calles no da cuenta de las bondades del sistema. Los tipos tenían toda esta influencia mediática e ideológica y se creó una ilusión de que funcionaba, pero después de tres décadas y media se evidenció que era un gigante con pies de barro.
AFP: PIEDRA ANGULAR DEL PODER ECONÓMICO Y POLÍTICO
-Hay quienes señalan que las AFP han configurado el actual escenario de concentración económica chileno, que serían ellos los principales afectados si el sistema se transforma. ¿Está de acuerdo?
-Con el 10% del aporte de los trabajadores crean una bolsa de ahorro que es un mecanismo tremendamente eficaz de consolidar la concentración de poder económico. Este es un gran obstáculo para la transformación más progresiva del modelo chileno, porque ese sector ha acumulado tantos recursos, que la misma historia nos ha mostrado que las elites, cuando ven en peligro sus intereses, reaccionan.
Un intento moderado de desconcentración económica va a tener una resistencia muy fuerte. Incluso las reformas de Bachelet ya han tenido la resistencia de los gremios empresariales, porque históricamente, las élites han rechazado los intentos de redistribución del poder económico. En este escenario, la privatización de las pensiones es muy funcional. No es la bencina del Mercedes Benz de José Piñera, sino que es la bencina que mantiene la concentración económica del país. Es su base financiera. Si se corta ese chorro de flujos de ahorro, podría ser un primer paso para reducir la concentración económica porque tendrían que tener otras fuentes de financiamiento, pero ahí están las tensiones de economía política que van a venir.
-En una de sus entrevistas señalaba que se necesitará de un gran poder negociador para realizar una transformación profunda al sistema de pensiones. ¿Lo ve factible en éste o en un próximo gobierno?
-Si un gobierno se afirma en las movilizaciones sociales que hay ahora, que han congregado a cientos de miles en todo el país -gente que no está manipulada por partidos políticos, porque es una cosa transversal, con personas maduras, mayores de edad, hasta niños- podría hacer estos cambios de la previsión social y aislar un poco el gran poder económico.
Yo creo que sí, es factible, pero requiere decisión convicción política. Se ha hecho en otras partes del mundo. El problema es que una solución muy gradualista y parcial le va a permitir a ellos reagruparse, porque ahora están debilitados, porque la gente no los quiere. Pero si no se hacen los cambios en este momento, quizás mañana sea más difícil.
Hay que avanzar hacia un sistema de reparto, de solidaridad intergeneracional e intrageneracional, que al final es lo que la gente quiere. Basta con escuchar lo que se dice en las movilizaciones. Otros países abandonaron el sistema y no se acabó el país, ni colapsaron. Acá se agita esos fantasmas, pero no hay que creerles y mirar lo que han hecho otros: salieron adelante sin mayores dificultades, la seguridad social se normalizó.
-Desde su visión de economista, ¿qué opina de esta aversión que se ha puesto sobre el concepto de solidaridad en el debate sobre pensiones?
-Como parte de la revolución de libre mercado que inició Pinochet, y que fue coincidente pero más radical que Thatcher en Inglaterra y Reagan en Estados Unidos, se sustituyó en la cultura nacional el concepto de solidaridad por el individualismo y la idea de que cada persona tenía que resolver los problemas por sí misma. Esta es la idea que permea al sistema de pensiones actual: cada uno ahorra para pensionarse y no espera que el Estado le ayude, ni nadie.
Como el sistema neoliberal lleva casi cuatro décadas esa lógica ha permeado en la población, pero no tanto. Si uno ve la gente en la calle, la sociedad chilena muestra que quiere un sistema solidario y redistribuido. La seguridad social se creó en países capitalistas desarrollados como un contrato social de generaciones y con un componente de redistribución al interior de las mismas. La sociedad debe volver a guiarse por el principio de solidaridad.
Por Vanessa Vargas