Para entender la relación entre el punk y las mujeres habrá que remontarnos a la década de los 60, cuando explotó el rock en Londres y algunas otras partes del mundo. En ese entonces los hombres dominaban la escena –como suele pasar en todos los inicios–. Mientras que los varoniles hippies se alzaban como ídolos, las señoritas sólo eran vistas como groupies, al más puro estilo de Penny Lane. Cuando ellas mismas se hartaron de ser una sombra fue cuando comenzó el cambio.
En ese entonces la sociedad ordenaba a las mujeres que se comportaran de una manera decente, en armonía con la imagen que debían proyectar. Los hombres las veían como delicadas flores que llegaban a sus casas cuando caía la noche. Algunas lo aceptaron y otras lo aborrecieron. Aquellas que se negaban a seguir los convencionalismos sociales y se alzaban la falda a media calle con el único afán de incomodar a los demás, fueron las primeras punks feministas de la historia.
Si recordamos cuáles son los principales valores del punk, nos daremos cuenta que en esencia no es necesario vestirse con chaquetas de cuero y botas industriales. Sólo hace falta negarse al orden y ejercer nuestra propia voluntad. En este caso, las punks feministas fueron en contra de la imagen, modales y concepción general que tiene la sociedad respecto a las mujeres.
Cuando inició la década de los 70, el pensamiento “Do It Yourself” se propagó por las cloacas del mundo. ¿Por qué ahí tuvo su auge? Porque en las pulcras calles de las ciudades el sistema de lo ordinario y burdo predominaba, complaciendo a todos su habitantes a vivir somnolientos, al puro estilo que propone Hoffman con sus autómatas. En cambio, en las coladeras de Nueva York, por ejemplo, la inconformidad reinaba y el lema de hacer las cosas por uno mismo cuadraba muy bien con la subversión.
Tomando este pretexto –porque ya todas las mujeres estaban ansiosas de expresarse– comenzaron a salir grupos punks feministas. Alguna de las figuras que surgieron son The Raincoats. X-Ray Spex, The Runaways. La imagen angelical de las señoritas terminó y en su lugar nacieron los atuendos rotos y obscenos, los cuales a mi parecer son más bellos.
Todas las mujeres rebeldes se reunieron en un movimiento y fue como nació el Riot Grrrl, un movimiento dentro de la escena punk con una clara ideología feminista.
A finales de los 80 y principios de los 90, las nuevas punks se rompían las medias sobre el escenario, se refrescaban con litros de cerveza y tenían sexo promiscuo con todos los seres que les despertaran un poco de pasión.
Siguiendo los preceptos de este movimiento, Zara Gardner y Cherry Styles, dos feministas de la vieja escuela, lanzaron The Chapess. Su idea fue la de construir una plataforma para apoyar a las escritoras, fotógrafas, artistas y a todas las mujeres que tuvieran algo que decir sobre sus sentimientos punks. En el sitio se publican imágenes, pensamientos, escritos y cualquier cosa que envíen las colaboradoras.
Entrar a The Chapess es como internarse a la cabeza de millones de punks feministas que están cansadas de ser tratadas como el sexo débil. En cada fotografía o texto se nota la furia y el desprecio que tienen respecto a las sociedades convencionales que las señala por no comportarse de una manera aburrida y predecible, por no ser querer vivir prisioneras en sus casas como amas de casas que su mundo se reduce a cuidar a una familia que en un futuro la abandonará y le dejará el recuerdo de su mísera existencia.
Dentro de The Chapess destaca el trabajo de Chloe Sugden, fotógrafa seguidora del Riot Grrrl. Sus imágenes se concentran en el punk, la burla y el odio.
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