El año 1986, a tres años del inicio de las movilizaciones contra la dictadura de Pinochet, era considerado como «el año clave» en la lucha contra el régimen, donde las todos los caminos eran viables a la hora de lograr la salida de los militares del poder e iniciar el proceso del retorno de la democracia.
Junto con las constantes protestas en las calles, paros nacionales, caceroleos y diferentes otras acciones de rechazo al régimen de Pinochet, que aplicó una dura represión a través de las fuerzas policiales y la CNI, se desarrollaban en paralelo dos vías para un mismo objetivo: la salida política de la dictadura – que se centraba en la acción de la Alianza Democrática, que fue la base de la Concertación, y la lucha armada, la que fue desarrollada principalmente por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y el Movimiento Juvenil Lautaro.
Pero esta historia, el ataque a la comitiva de Pinochet, fue protagonizada por el FPMR, el a casi tres años de su fundación llevaba a cabo su acción más importante y, por que no decirlo, crucial.
El 7 de septiembre de 1986, en la cuesta Achupallas del Cajón del Maipo, se lleva a cabo la «Operación Siglo XX» la que tenía por objetivo ajusticiar a Augusto Pinochet y su comitiva. El ataque terminó con cinco escoltas muertos, 11 heridos y con Pinochet librando del ataque gracias a que un cohete dirigido a su automóvil termina rebotando sin explotar. El hecho puede considerarse como culmine de un proceso de movilización popular que presionaba al régimen hacia la puerta de salida y cuyos resultados finalmente determinaron el camino hacia el din de la dictadura.
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César Bunster, encargado de logística de la operación y subordinado al liderazgo de Cecilia Magni (Comandante Tamara) y José Valenzuela Levi (Comandante Ernesto) y que actualmente es director del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz (ICAL), señala respecto de esta acción que «A nivel político fue un hecho importante, que se enmarca en la lucha multifacética contra la dictadura del pueblo chileno, que hizo un aporte en terminar con la dictadura y recuperar a la democracia».
«Fue una acción legítima, de defensa, un ejercicio de rebelión por parte del pueblo contra una tiranía, derecho que está consagrado en la carta de los Derechos del hombre e incluso en algunas encíclicas papales», agrega Bunster.
En esta misma línea Bunster agrega que «A pesar de que no se cumplió el objetivo principal, que era el ajusticiamiento del dictador, creo que así y todo la acción dejo en claro de que la dictadura debía terminar. Eso se lo dejo en claro a todos los sectores políticos en Chile. Había llegado el momento de buscar una salida a la dictadura».
Una mirada con matices del hecho tiene el historiador e investigador Cristián Gutiérrez quién sostiene que «Personalmente creo que el 86 es año bisagra, porque aun se creía que se podía derrotar a la dictadura, viéndolo desde la perspectiva de la izquierda revolucionaria. La acción del Frente en el ataque a Pinochet, a pesar de que se quiera idealizar, fracasó, no logró el objetivo que tenía y abre la puerta a la salida política«
«El fracaso de la acción fortalece la salida política de la dictadura militar y con eso se fortalece la idea de la transición y pactar. El atentado nos muestra que la salida por las armas es inviable», recalca Gutiérrez.
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En este sentido, Bunster defiende la acción del Frente señalando que «Este hecho hizo una contribución en la recuperación de la democracia«. Al mismo tiempo, agrega «Esto no sólo impulsó a las fuerzas políticas en Chile sino que también a nivel internacional, pues gatilló una luz de alarma para los Estados Unidos que veían que Chile se unía al proceso de guerra de guerrillas que se desarrollaba en Centroamérica contra los regímenes opresores de esos países«.
«Fue un hecho político y no solo militar, que aceleró la búsqueda de una salida y un entendimiento entre diferentes fuerzas para terminar de una vez con la dictadura. la lucha contra la dictadura en 1986 alcanzó su momento más elevado, como también los niveles más brutales de represión de la dictadura» finaliza Bunster.
Al respecto el historiador Gutiérrez da cuenta de una reflexión crítica del hecho cuando señala que «A partir de este hecho se pacta la transición y modelo que hoy tenemos«.
Junto con eso, al ser consultado por la solicitud de llevar a cabo de un minuto de silencio por los escoltas de Pinochet muertos en la acción, Gutiérrez señala que «Esto forma parte de las disputas por la memoria y por la legitimidad histórica. Que salga un diputado reivindicando la memoria de los guardaespaldas de Pinochet que cayeron en el atentado, se sitúa en este plano. Es la forma en que distintos actores buscan de contar la historia».
Al mismo tiempo, y a modo de cierre, Cristián Gutiérrez señala que el atentado a Pinochet no ha sido el único «tiranicidio» llevado a cabo, y con similares resultados.
«En la mirada histórica es un hecho gravitante, pero no es el único. Por lo mismo, aun quedan cosas que quedan por desentrañarse. A Ibáñez se le lleva a cabo un atentado similar, casi con calco, 60 años antes, también en el Cajón del Maipo, también frustrado y que fortalece la figura de Ibáñez, cosa que también termina ocurriendo con Pinochet. Es una ironía de la historia«.
José Robredo H.
@joserobredo
El Ciudadano