En primer lugar, es necesario recordar que en todo proceso de revolución surge también la tendencia a la contrarrevolución; esto tiene carácter objetivo. Triunfa en definitiva la corriente que logra la mayor fuerza, la que se guía por una línea y un plan más acertados, más inteligentes. Es decir, la posibilidad de predominio de la revolución o la contrarrevolución se decide en el terreno subjetivo, depende de la conducción de una y otra.
Schafik Hándal (1990)
Desde noviembre de 2015 han ocurrido sucesos excepcionales que cambian el panorama geopolítico y la cartografía de la lucha de clases en nuestra América. Con este trabajo pretendemos abordarlos, haciendo previamente un repaso de las etapas del ciclo posneoliberal que abrió una nueva etapa en nuestra región, al tiempo que intentamos un análisis sobre los acontecimientos de los últimos meses, que nos sitúan en un punto de inflexión y marcan enormes desafíos para los pueblos. Nos referimos centralmente al avance político de las fuerzas de derecha, avances expresados en el plano electoral y judicial que han logrado desalojar a dos gobiernos progresistas y estratégicos dado su peso político y económico como Argentina y Brasil, y que han ganado elecciones en Bolivia y Venezuela, modificando la correlación de fuerzas subjetivas y objetivas en la región.
Nuestra América se encuentra entonces en un punto de bifurcación, una guerra de posiciones entre las fuerzas sociales y políticas que protagonizan y conducen (o condujeron) el ciclo progresista posneoliberal, y aquellas que apuestan desesperadamente por la restauración neoliberal en forma de capitalismo offshore, un capitalismo que muestra la agudización de algunas tendencias que podrían indicar una modificación del ciclo capitalista dentro de su fase ya iniciada de descomposición1.
El momento político nos deja una derecha que ha acumulado fuerza en el plano electoral y solo necesita ganar las elecciones (y a veces como en Brasil, ni siquiera eso), mientras que la izquierda necesita ganar, pero sobre todo estar en la calle y reactualizar el proyecto político anti-neoliberal.
No es momento de lamentar los reveses políticos sufridos por la izquierda, sino de reflexionar sobre las nuevas formas de contrarrestar la ofensiva del capitalismo offshore contra los pueblos de América Latina y el Caribe, de retomar la ofensiva que nos lleve a otro momento de acumulación política y social, que abra otra etapa del ciclo progresista. Pero también es necesario ejercer la crítica y a la autocrítica para rectificar a tiempo en el caso del núcleo duro del cambio de época progresista (Venezuela, Bolivia y Ecuador) y para construir algo diferente en aquellos países en los que los pueblos hemos pasado a la oposición y resistencia.
Para pensar el momento actual es necesario comprender las diversas etapas que ha mostrado el ciclo progresista que convirtió a América Latina y el Caribe en la única región del mundo donde se comenzó a construir una alternativa al sistema capitalista o al menos a sus patrones de acumulación más agresivos desarrollados por medio de las políticas neoliberales.
Fase previa, o acumulación originaria del ciclo progresista (1989-1998): Las resistencias al neoliberalismo.
Caía el muro de Berlín, se desintegraba el proyecto histórico de la izquierda comunista mientras las fracciones más concentradas del capital arrasaban con las conquistas históricas de las y los trabajadores y los pueblos. Sin embargo, al tiempo que nos decían que había llegado el fin de la historia y de la lucha de clases, en el Sur del mundo comenzaba a germinar una resistencia al neoliberalismo todavía embrionaria durante el Caracazo (1989) y ya más organizada en el levantamiento zapatista (1994), así como otros procesos de resistencia contras las consecuencias de las políticas neoliberales primero y de lucha contra esas mismas políticas después.
1ª fase del ciclo progresista (1998-2003): La irrupción heroica del posneoliberalismo nacional-popular.
La potencia plebeya de resistencia al neoliberalismo se transforma en proyectos políticos que apuestan no ya por la resistencia, sino por la toma del poder, o al menos de los gobiernos como primer paso. Ello se da por dentro de las formas constitucionales o institucionales vigentes, como parte de una estrategia que se teje dentro de un período contrarrevolucionario abierto luego de la derrota de las fuerzas revolucionarias plasmadas con las dictaduras cívico-militares de mediados de los 70.
La destrucción social del neoliberalismo y la crisis provocada por la pérdida de hegemonía de las élites políticas y económicas, dejan un vacío político que es aprovechado por los proyectos nacional-populares para llegar a los gobiernos. El Comandante Chávez en Venezuela (1998), Lula en Brasil (2002) y Néstor Kirchner en Argentina (2003) abren el camino para el cambio de época en América Latina y el Caribe.
Al final de esta primera fase se refuerza la disposición de lucha desde abajo y desde arriba y la construcción heroica del posneoliberalismo con la derrota infligida por el pueblo de Venezuela al golpe de estado contrarrevolucionario de abril de 2002.
2ª fase del ciclo progresista (2004-2006): Pico de acumulación política
A Chávez, Lula y Kirchner se les suman Evo Morales en Bolivia (2005) y Rafael Correa (2006), al mismo tiempo que se derrotaba el proyecto imperial conocido como ALCA en noviembre de 2005, poco después de que los gobiernos revolucionarios de Cuba y Venezuela, con Chávez y Fidel como arquitectos de la integración, impulsaran en diciembre de 2004 el ALBA, y nacieran, también en ese periodo de 2 años, valiosos instrumentos al servicio de la liberación de los pueblos como teleSUR o la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad.
Se producen algunos “golpes de timón” claves que muestran el cambio de rumbo en los escenarios políticos nacionales, como las nacionalizaciones de los hidrocarburos en Bolivia, asambleas constituyentes en Bolivia o Ecuador, o el pedido de perdón por parte del estado argentino por los crímenes de lesa humanidad cometidos por la última dictadura cívico-militar.
Al auge del antiimperialismo en la región, se suma la afirmación del carácter socialista de la Revolución Bolivariana. En este horizonte del Socialismo del Siglo XXI se alinean la Revolución Democrática y Cultural de Bolivia y la Revolución Ciudadana del Ecuador con el socialismo comunitario y el “buen vivir” como horizontes de época.
3ª fase del ciclo progresista (2007-2012): La estabilización del proyecto posneoliberal
Al núcleo duro de gobiernos progresistas se suma Centroamérica con la llegada de los sandinistas al gobierno nacional en Nicaragua (2007, aunque Daniel Ortega gana las elecciones en noviembre de 2006) y del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en El Salvador (2009). También constituyen un avance en la correlación de fuerzas políticas favorable a los pueblos la llegada al gobierno de Fernando Lugo en Paraguay (2008) y el viraje hacia posiciones progresistas del gobierno de Mel Zelaya en Honduras.
En esta fase son derrotados gracias a la movilización popular los intentos de golpe de estado en el núcleo duro bolivariano, Bolivia (2008) y Ecuador (2010), aunque no logran ser frenados los golpes a los gobiernos populares en Honduras en 2009 (cuando se incorpora al ALBA) y Paraguay en 2012, inaugurando la nueva estrategia de “golpes blandos” de la derecha, perpetrados desde las propias instituciones del estado liberal.
Estas piedras en el camino de la construcción progresista y revolucionaria de Nuestra América tienes su contracara en las nuevas constituciones aprobadas en referéndum que consolidan la refundación de los Estados posneoliberales en Bolivia y Ecuador (con el antecedente de Venezuela en 1999). Se logra cristalizar en los nuevos textos constitucionales el cambio en las correlaciones de fuerzas sociales y políticas a favor de los pueblos.
Al mismo tiempo, América Latina y el Caribe entran de lleno en la transición al mundo multipolar, con una presencia cada vez mayor en la región de Rusia y sobre todo China, además del nacimiento, en junio de 2009, de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China, a los que después se sumaría en abril de 2011 Sudáfrica), que contrarrestan la hegemonía yanqui en su tradicional patio trasero y generan condiciones para un desarrollo económico endógeno con mayores grados de soberanía.
4ª fase del ciclo progresista (2013-2016): reflujo y crisis
La muerte del Comandante Chávez (marzo 2013) abre de manera simbólica una etapa de reflujo, de crisis en el bloque nacional-popular que se traduce en un pico de desacumulación política y social que culmina con tres derrotas electorales para la izquierda y los proyectos nacional populares o el progresismo (de distinto signo, pero derrotas al fin y al cabo) en Argentina (octubre de 2015, el único gobierno de izquierda y/o nacional-popular perdido en las urnas desde 1998), Venezuela (diciembre de 2015) y Bolivia (febrero 2016), además de un golpe político-institucional-mediático contra el gobierno brasileño de Dilma Rousseff (mayo de 2016).
Esta fase deja un debate no saldado para la izquierda y es el del Estado. Decía René Zavaleta Mercado (1983), sociólogo marxista boliviano, que la historia de las masas es una historia que se hace contra el Estado. Pues el Estado históricamente expresa las relaciones de dominación y aunque aparenta estar por encima de los intereses de las distintas clases y arbitrarlos produce los instrumentos institucionales necesarios para la reproducción de la clase dominante. Por ello también afirma Jorge Viaña (2006) que la historia de las masas es siempre una historia que se hace contra el Estado, y por lo tanto todo Estado niega a las masas en última instancia, aunque pretenda expresarlas. Probablemente esto es más claro en los procesos del segundo anillo progresista, y nos ayuda a entender parcialmente lo sucedido en Argentina o Brasil.
Sin embargo, en el caso de los procesos que se han planteado cuestionar el poder de la clase dominante y al sistema mismo, el Estado se constituye como “Estado de transición”, casi como un “Leviatán a contramano”, tal como lo denomina Miguel Mazzeo (2014), pues expresa nuevas correlaciones de fuerza que permean las instituciones, modifican las reglas de juego y se proponen apuntalar la construcción de poder popular.
En la dialéctica contradictoria de las transiciones, la lógica de la inercia estatal obstaculiza, al tiempo que potencia las experiencias populares autogestionarias. Es un Estado que se reforma a sí mismo, por ejemplo, mediante las reformas constitucionales del núcleo duro bolivariano, lo que no sucedió en ninguno de los países del segundo anillo progresista, en los cuales ese viejo monstruo y sus lógicas de arbitrio bajo envolturas sumamente democráticas favorecieron la reconstitución de la iniciativa cultural, económica, institucional, comunicacional de las fuerzas restauradoras del orden neoliberal.
Al tiempo que las fuerzas políticas que condujeron los gobiernos populares de este segundo anillo priorizaron la lucha desde arriba desvalorizando la auto organización popular, salvo en los momentos de agudización del enfrentamiento en que intentan apelar a la movilización de las masas. En cambio, en el primer anillo se apela constantemente a la lucha desde abajo como reaseguro del proceso revolucionario y como senda de construcción del socialismo.
5ª fase del ciclo progresista (2016- ): Guerra de posiciones entre el Posneoliberalismo y el Capitalismo Offshore
Si bien hemos entrado en una fase de crisis del ciclo progresista, no se puede hablar de su fin. En primer y evidente lugar porque es destacar que, si bien la clase dominante ha logrado desalojar del gobierno y del aparato del Estado a algunos gobiernos populares mediante elecciones (Argentina) o mediante maniobras leguleyas y judiciales (Brasil), no han caído los gobiernos populares del núcleo duro del cambio de época progresista: Bolivia, Ecuador, y Venezuela. Aunque hayan perdido dos procesos electorales parciales y, sobre todo en Venezuela, se hayan agudizado las contradicciones, el enfrentamiento y la polarización social, no se ha detenido la construcción revolucionaria expresada fundamentalmente en las comunas2, con el apoyo del Estado Revolucionario.
Los tres proyectos que se plantearon ir más allá de las relaciones capitalistas en el largo plazo son los que están en pie, lo que indica que la batalla estratégica de nuestro tiempo es la defensa de esos procesos.
La fase en la que entra el ciclo progresista se caracteriza entonces por una guerra de posiciones en la que la izquierda debe hacer un buen diagnóstico y balance del breve ciclo de derrotas electorales, de lo sucedido en Brasil, y en general del reflujo en la capacidad de resistencia y movilización política de las fuerzas de izquierda en el continente.
Pero, ¿cuáles son las características de esta nueva etapa del ciclo progresista? ¿Qué características se delinean en el Capitalismo Offshore del siglo XXI?
Nueva derecha: Esta nueva derecha es una derecha sin proyecto. Hasta el momento ninguno de los gobernantes de derecha ha conseguido materializar un proyecto político anti-posneoliberal que haya cuajado. Ni Uribe en Colombia, ni Piñera en Chile, ni Peña Nieto en México. No hay proyecto, pero si hay construcción del discurso aprovechándose de las debilidades y errores cometidos por los gobiernos de izquierda. Macri como gerente de la Argentina es la gran prueba de fuego para la derecha offshore. Esta derecha avanza hasta donde puede con el objetivo de maximizar la explotación del trabajo y la concentración de riqueza, y retrocede en la medida en que se mella su legitimidad y potencia electoral.
¿Por qué es nueva? Es nueva porque tiene un discurso -también testeado por encuestas y consultoras- más modernizador hacia afuera: aunque, en el caso de Argentina, defienda a genocidas y torturadores de las dictaduras cívico-militares3, tienen un discurso sobre los derechos humanos. Aunque en su fuero interno sean conservadores y retrógrados (como se muestra en diversas declaraciones) aceptan -o al menos no cuestionan por ahora- derechos civiles como por ejemplo la ley de matrimonio igualitario y otras. No se presentan tan abiertamente como en el pasado con la cruz y la espada en la mano, sino que apelan como instrumento disciplinador a la despolitización de las masas. De ahí los globitos de colores utilizados en las campañas electorales en vez de banderas y consignas.
Nueva estructura de clases sociales: Los gobiernos progresistas redistribuyeron la riqueza sin politización social (afirmación que se cumple en menor medida en el núcleo duro bolivariano, pero que también explica parte de los problemas que viven estos procesos). Las clases medias de origen popular no encontraron otra alternativa al elevar sus niveles de renta y consumo que el american way of life, o cultura del shopping. El ciclo progresista no logró derrotar la hegemonía del capitalismo en el plano cultural, y una vez que las clases populares alcanzan niveles de consumo que hasta hace poco pertenecían a otras clases sociales, acaban interiorizando las preferencias políticas de estas otras clases sociales. La clase vuelve por tanto al centro de la disputa política en esta nueva fase del ciclo progresista, pero sin que la alternativa posneoliberal se haya transformado en una alternativa anticapitalista o socialista.
Nuevas vías de restauración hegemónica del capital o de la fuerza social-política de la oligarquía financiera: Los golpes en Honduras, Paraguay y Brasil demuestran, como afirman Flax y Romano (2016), que “el diseño institucional de nuestros sistemas políticos formalmente democráticos y representativos sigue siendo permeable a la capacidad de dominio de las minorías privilegiadas: ya no parece ni necesario ni adecuado usar la fuerza para quitarle el poder del Estado a gobiernos que resultan incómodos”.
Tampoco fue necesario usar la violencia organizada o la insurrección armada del pueblo para quitarle los gobiernos a los neoliberales de los 90 y principios de los 2000. Las fuerzas social-políticas que lograron expresar los procesos de resistencias y luchas del ciclo de la rebelión de los 90 llegaron a los gobiernos por medio de los votos. Es decir que en esos momentos de crisis orgánicas o de hegemonía, la oligarquía financiera pierde el comando de los aparatos estatales y el régimen democrático burgués permite el ascenso de gobiernos populares, así como ahora por esa vía llegan los gobiernos restauradores o de derecha. Nuestras revoluciones o reformas pacíficas, y por ello graduales e inconclusas, pueden verse atrapadas en la trampa de las elecciones democráticas y la libre expresión. Es el dilema de construir el socialismo dentro de las formas de un capitalismo democrático4 y en un solo país.
A los golpes tradicionales se le suman los llamados golpes suaves, con la intervención imperialista de ONGs que buscan impulsar “primaveras latinoamericanas”, canalizando fondos de USAID, NED o el Departamento de Estado, en muchos casos (como el boliviano) de la mano de fundaciones de derecha como la Konrad Adenauer alemana.
Profundización del parasitismo financiero: Como muestra Jorge Beinstein, se refuerza la tendencia a la financiarización, tendencia que se venía expresando desde inicio del milenio, que muestra un estancamiento inestable entre 2009 y 2013, y aunque luego de 2014 se desinfla, en diciembre de 2015 casi triplicaba los derivados globales de 19985. Se puede confirmar por tanto como están intrínsecamente ligados la profundización de la financiarización de la economía, con la decadencia y descomposición del sistema en su conjunto.
Por otro lado, Beinstein agrega que “la financiarización integral de la economía hace que su contracción comprima, reduzca el espacio de desarrollo de la economía real” (Beinstein, 2016: p. 3). Esto afecta sin duda aquellos espacios a los cuales las experiencias posneoliberales destinaban parte de su producción para obtener divisas con las cuales financiar, a su vez, el desarrollo endógeno.
Nuevo terrorismo mediático: La Guerra de IV Generación conducida por el imperialismo tiene un papel crucial en esta nueva fase del ciclo progresista. En muchos casos los medios de comunicación masivos en manos privadas complementan a los partidos políticos de derecha, sustituyéndolos directamente cuando estos están muy desacreditados, viniendo a cumplir su mismo rol de ariete contra los gobiernos de izquierda, construyendo matrices de opinión que rotan sobre la corrupción, narcotráfico, inseguridad ciudadana o incapacidad política como elementos centrales. Así el estado mayor conjunto de la oligarquía financiera está constituido por los agentes del imperialismo y las corporaciones empresarias y mediáticas.
La lucha de clases tiene una expresión fundamental en el espacio público mediático, especialmente las redes sociales, que se convierten en un campo de batalla como hemos podido observar durante las campañas electorales en Argentina, Venezuela y Bolivia, así como legitimando el golpe mafioso de Temer y el conjunto de la derecha en Brasil.
Ya lo dejó escrito Gene Sharp, uno de los ideólogos del golpe suave: «La naturaleza de la guerra en el siglo XXI ha cambiado (…) Nosotros combatimos con armas psicológicas, sociales, económicas y políticas6”. Es por ello que es imposible entender esta nueva fase del ciclo progresista sin analizar el rol de los grandes medios de comunicación como arma psicológica del Capitalismo Offshore. El lobo se viste con piel de cordero.
Nueva intelectualidad: De forma complementaria a los medios de comunicación, la derecha ha ido construyendo una lumpenburguesía intelectual necesaria para construir su relato, para fragmentar al pueblo y convertirlo en individuos “ciudadanos” consumidores, difuminando la lucha de clases y amortiguando las medidas de shock de la nueva derecha. Son las y los herederos del posmodernismo y el new age que suavizaron o disfrazaron el efímero triunfo ideológico del capital luego de la caída del campo socialista con el relato sobre el fin de los grandes relatos totalizadores, valga la redundancia. Actualmente logran captar partes de la juventud con nuevas formas de rebeldía light que no apuntan a cuestionar las contradicciones ni injusticias estructurales del sistema.
Nuevas formas de destrucción capitalista: los sujetos de la restauración neoliberal no operan u operaron sólo en los países con gobiernos progresistas. Donde la izquierda es oposición se producen horrores inimaginables, la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en México, la desaparición selectiva de militantes y referentes populares en Colombia, o el asesinato de la dirigente indígena hondureña Berta Cáceres son algunos entre los muchos ejemplos de las cuotas de destrucción humana, social y de bienes comunes a las que el capitalismo puede llegar con tal de mantener o elevar la tasa de ganancia. Si bien ello constituye una lucha histórica del capital -para contrarrestar la tendencia inevitable a la baja de la tasa de ganancia- el horror que producen encuentra nuevos laberintos.
Nuevas formas de desintegración y de imperialismo: 10 años después de la derrota del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), la Alianza del Pacífico (AP) asoma como un peligro que buscar desgastar y erosionar los instrumentos de la integración latinoamericana, peligro aun mayor que el ALCA si cabe en la medida en que la AP incursiona también en el ámbito de la integración política y no solo la económica del libre comercio. La AP es una herramienta de desintegración complementaria al Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP), que esté ya sí con la presencia de los Estados Unidos, además de contar con un inicio con Chile como doble pivote entre la AP y el TPP, busca frenar la creciente influencia geopolítica de China.
Nueva geopolítica continental: Sin embargo, hay motivos para la esperanza, el mundo multipolar ya está aquí y Nuestra América juega un papel central en él. El declive de la hegemonía estadounidense, junto con el rol cada vez más ambicioso de China Rusia en el tablero geopolítico genera condiciones más favorables para la lucha por la independencia y la soberanía. América Latina se convierte en un referente en cuanto a zona de paz con el avance del fin del conflicto armado en Colombia. La Paz con justicia social y participación política de la insurgencia no es un hecho, pero si un horizonte visible que nos anima a seguir caminando. La rectificación de Estados Unidos restableciendo las relaciones con Cuba, que deberían llevar a una normalización de las mismas una vez que se levante el bloqueo contra la Isla, o la entrada de Bolivia como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, son elementos que permiten visualizar un nuevo tablero geopolítico en el que librar esta guerra de posiciones contra el Capitalismo Offshore. En este sentido la batalla estratégica pasa por defender las posiciones de avanzada conquistadas: los gobiernos revolucionarios.
¿Qué hacer?
Debemos hacernos la misma pregunta que se hacía Lenin en 1902, acerca de cuál es la estrategia que debe guiar a las izquierdas latinoamericanas y caribeñas en este momento histórico, en esta coyuntura política que nos ha tocado vivir.
Pero para ello, como nos muestra Álvaro García Linera (2016), nos es más útil el Lenin que ya había hecho la revolución y gobernado, el Lenin que en 1921 hacía autocrítica y escribía: “Cometimos el error de querer emprender el paso inmediato a la producción y distribución comunistas. Es inevitable pasar de la táctica del asalto directo a la del asedio, gradualidad, rodear”.
Lo cierto es que entramos en un nuevo periodo de luchas defensivas, y si entendemos la historia, como nos enseñó Marx, por oleadas, las revoluciones también tienen momentos ascendentes y descendentes. En ese sentido es necesario volver a acumular política y socialmente para una segunda oleada que necesariamente tiene que nacer desde el núcleo duro bolivariano, Bolivia, Venezuela, Cuba, Ecuador, acompañados por Nicaragua y El Salvador.
Por ello, decimos una vez más que la estrategia fundamental de las luchas de los pueblos en este punto de inflexión en el que nos encontramos pasa por defender esas experiencias diversas mediante las que se desarrolla la revolución en dicho núcleo duro. Debemos tratar de crear un escudo protector para que puedan seguir creciendo las experiencias de construcción de poder popular que constituyen la revolución silenciosa y menos conocida de las bases revolucionarias, al tiempo que el entendimiento de que solo manteniendo los gobiernos revolucionarios pueden continuar esas construcciones, aun con todos los sacrificios que los procesos revolucionarios implican.
Volviendo a Lenin, el revolucionario ruso afirmaba que la base para la construcción del socialismo era “soviets + electricidad”. En ese sentido, el programa político que debemos construir en esta nueva etapa del ciclo progresista pasa por una fórmula similar. Nuestros soviets son el poder popular, la formación política, la creación de nuevos liderazgos y de una ética revolucionaria incorruptible. Y nuestra electricidad es la eficiencia y técnica en resolver caminos productivos alternativos a los que nos marcan los capitalismos parasitarios y dependientes que apunten a resolver necesidades inmediatas de nuestros pueblos, y en construir nuevas formas y medios de comunicación si queremos romper la hegemonía del capitalismo en el ámbito cultural.
Por último, retomar la senda revolucionaria de la crítica y la autocrítica constructiva, genuina y desde adentro, nos dará la fuerza para retomar la iniciativa popular, rectificando a tiempo en el núcleo duro nuestroamericano, y repensando los modos de organización y luchas populares en aquellos territorios en los que hemos pasado a la resistencia y defensiva de nuestras históricas conquistas.
Katu Arkonada, Paula Klachko
*El presente texto es el epílogo del libro “Desde abajo, desde arriba. De la resistencia a los gobiernos populares: escenarios y horizontes del cambio de época en América Latina”, de inminente publicación por la Editorial Caminos de La Habana, Cuba.
BIBLIOGRAFIA
Hándal, Schafik (1990), “PCS: 60 Años Jóvenes en la Lucha por la Democracia y el Socialismo”, disponible en https://www.marxists.org/espanol/handal/1990/001.htm
Zavaleta Mercado, René (1983). “Cuatro conceptos de democracia” (La Paz: Juventud)
Viaña, Jorge (2006), “Crisis estatal y democracia en Bolivia 2000 – 2006: un estudio de fondo”, disponible en http://www.rebelion.org/noticias/2006/9/37843.pdf
Mazzeo, Miguel (2014) “Desde adentro, desde abajo”, prólogo a Teruggi, Marco (2015) Lo que Chávez sembró. Testimonios desde el socialismo comunal (Bs. As.: Ed. Sudestada)
Flax, Sabrina; Romano, Silvina; Vollenweider, Camila (2016), “Golpes Siglo XXI: Nuevas estrategias para viejos propósitos. Los casos de Honduras, Paraguay Brasil”, disponible en http://www.celag.org/golpes-siglo-xxi-nuevas-estrategias-para-viejos-propositos-los-casos-de-honduras-paraguay-brasil-por-sabrina-flax-silvina-romano-y-camila-vollenweider
Borón (2000) Tras el Búho de Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismo de fin de siglo (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica)
García linera, Álvaro (2016) Conferencia magistral: “Del estado y la revolución al estado de la revolución en Lenin”, disponible en https://www.youtube.com/watch?v=2Elvk2NlPMk
NOTAS:
1 Hemos explicado en el capítulo 2 las características que adquiere el capitalismo en las últimas décadas, características que muestran el inicio de una fase de descomposición del sistema de acumulación de capital, tendencia de largo plazo que no impide su desarrollo deforme. Se debe tomar en cuenta que descomposición no es sinónimo de desaparición, sino que remite a la dificultad de reproducción en las relaciones que son propias, proceso que puede durar todavía siglos.
2 En la actualidad (julio 2016) existen 1.567 Comunas que agrupan a 46.118 Consejos Comunales según el contador de comunas que publica el Ministerio del Poder Popular para las Comunas y los Movimientos Sociales. Se puede visitar en http://consulta.mpcomunas.gob.ve/index.php. Estos números fueron obtenidos en la entrada a la página del 5 de julio de 2016, pero son modificados permanentemente a medida que crece la cantidad de comunas y consejos comunales.
3 Los vínculos con las dictaduras cívico-militares son directos en algunos casos, como los lazos económicos de la familia empresarial de Macri que se enriqueció como contratista del estado junto a los grupos económicos que formaron parte de la llamada “patria financiera”. Además, es visible la participación de militantes defensores de los genocidas en los actos de la nueva derecha en Argentina y entre los diputados que votaron a favor el impeachment en Brasil.
4Utilizamos el concepto de “capitalismo democrático” pues como explicaba Atilio Borón la expresión “democracia capitalista” es una expresión equívoca porque supone que en dicha forma estatal lo esencial es el componente democrático mientras que el carácter capitalista es apenas una tonalidad que modifica de modo accesorio al funcionamiento de la democracia. Las democracias en el capitalismo contemporáneo son ‘capitalismos democráticos’, en donde lo esencial es el carácter capitalista de una formación social y su expresión política, y lo accesorio, prescindible, descartable es la democracia. Lo primero, el capitalismo, recordaba von Hayek, es una necesidad; la democracia, en cambio, es una conveniencia, siempre y cuando no altere el funcionamiento de aquel. (Borón, 2000: 161-164).
5“En diciembre de 1998 los derivados globales llegaban a unos 80 billones de dólares equivalentes a 2,5 veces el Producto Bruto Global de ese año, en diciembre de 2003 alcanzaban los 200 billones de dólares (5,3 veces el PBG) y a mediados de 2008, en plena euforia financiera, saltaron a 680 billones (11 veces el PBG), la recesión de 2009 los hizo caer: para mediados de ese año habían bajado a 590 billones (9,5 veces el PBG). Se había acabado la euforia especulativa y a partir de allí las cifras nominales se estancaron o subieron muy poco reduciendo su importancia respecto del Producto Bruto Global: en diciembre de 2013 rondaban los 710 billones (9,3 veces el PBG) y luego se produjo el gran desinfle: 610 billones en diciembre de 2014 (7,9 veces el PBG) para caer en diciembre de 2015 a 490 billones (6,2 veces el PBG)”.