El proceso de reconstrucción que se inició luego del terremoto del 27 de febrero nos ha mostrado varias cosas, cuyo interés en revisar no está en puesto en su novedad sino más bien en su utilidad para mostrarnos cosas que vienen pasando desde hace años -para ser preciso 37- en nuestro país. Por eso les advierto nuevamente, no esperen nada que no se haya dicho o visto antes…
Partamos por lo elemental. El proceso de reconstrucción ha tenido como motor principal al emprendimiento privado, no de cualquier tipo, sino el del gran empresariado de nuestro país. Ellos se han hecho cargo de esta “tarea país”: han producido y construido viviendas de emergencia (incluso contando con mano de obra gratuita), han suministrado los materiales de construcción, han reparado hospitales, escuelas, edificios, calles, plazas, etc. Es decir, han sido gestores de la épica misión de levantar a Chile, misión por la que cobran una “módica” cuenta la cual surge desde la oportunidad que le entrega en bandeja el Estado (como en tantas otras veces) para hacer nuevamente buenos y lucrativos negocios.
Este modelo de reconstrucción se impulsa con especial entusiasmo por parte de Piñera y la derecha bajo el discurso de la eficiencia. Todo calza ya que la eficiencia, valor tan de moda en estos tiempos modernos, sólo es posible encontrar de manera excluyente en el ámbito privado. Por tanto, el Estado tiene que preocuparse de hacer lo que sí sabe hacer bien, eficientemente: bases de licitación para distribuir a los privados las diversas tareas que se deben llevar adelante.
El efecto más concreto de todo lo anterior lo siente la señora que perdió todo en Dichato, Iloca u otro pueblo costero de las zonas afectas ya que la ayuda que recibe del estado (a esta altura con minúscula) es una gift card, esas tarjetitas de colores con lucas adentro, para ir a comprar materiales a una de las multitiendas del rubro y así reparar su casa.
El envoltorio final de todo este diseño lo da la otra arista del discurso de Piñera, la unidad nacional. Según éste, los tiempos de hoy son momentos para unirnos, abrazarnos, no armar alboroto y callar, no politizar los temas porque eso es malo y Chile no lo necesita. Chile lo que necesita es cuadrase ordenadamente detrás de la reconstrucción que definieron ellos.
Los que podrían decir otra cosa, no entiende nada de nada. La Concertación recién pasado un año para evitar un triunfo político de Piñera, que le ha ganó todas el año pasado, se acuerda que hay gente aún viviendo en la mierda. Tristemente su forma de oposición se reduce a asistir a un acto de conmemoración paralelo al de Piñera, vociferando que las cifras de aquí y las cifras de allá no son las correctas, sacando la voz de la manera más oportunista posible como si eso ayudara en algo a resolver los problemas de la gente que sigue sin parar su casa por culpa de la reconstrucción más penca de la historia de nuestro país.
Al final, como siempre pierden los de siempre, la gente común y corriente ya que la reconstrucción que pintan los políticos en los discursos oficiales no ha llegado. En Constitución, la reconstrucción se reduce un año después a la construcción de tres casas nuevas de cemento sin techo. Tres casas sin techo. En otros lados cientos aún viven en campamentos de emergencia, sin agua potable o alcantarillado; los niños que no alcanzaron a matricularse en los liceos de excelencia de Lavín iniciarán otro año escolar en containers donde pasarán frío; ¿los subsidios? son más bajos que los tradicionales y ni siquiera han llegado por lo que la gente que lo perdió todo simplemente no puede volver a empezar. Y para más remate, los medios de comunicación de la capital, en especial la tele, con sus programas tipo “Chile ayuda a Chile” van a burlarse y jugar con el dolor ajeno para subir unos míseros puntos de su ranking y no para denunciar lo que no se ha hecho.
Con reconstrucción o sin reconstrucción ganan los de siempre y pierden nuevamente los de siempre. Ven. Qué les dije, nada nuevo bajo el sol.
Por Jorge Sharp