Hasta el 5 de octubre se realiza en el Centro de Extensión de la Biblioteca de Santiago (Matucana 151, Metro Quinta Normal) eI Encuentro INTERFACE Cuerpo y Nuevas Tecnologías, que apuesta por motivar e introducir a artistas de diversas disciplinas en el uso de las nuevas tecnologías. En el evento participarán el artista español, Jaime del Val; y la artista argentina, Alejandra Ceriani. De Val presentará ‘Microdanzas’, una performance-interactiva en la que usa microcámaras de vigilancia inalámbricas sobre el cuerpo, procesa la voz e imagen para la creación de un paisaje audiovisual – corporal. También habrá representaciones de los artistas chilenos Christian Oyarzún, Brisa MP y la académica Margarita Schultz.
El Ciudadano conversó con Brisa MP, organizadora del encuentro, quien plantea una necesaria mirada crítica a la inclusión de las nuevas tecnologías por los artistas. Su interés proviene de sus primeras experiencias en videodanza y a que su padre, Juan M. Pollier, “escribía sobre Ciencia Ficción. Leía e investigaba harto de biotecnología, neurotecnología o ciencia informática. Junto a una cuota de fantasía hacía volar su imaginación en cuestiones que ahora ya no parecen tan lejanas”.
¿Cómo llegaste a problematizar el recurso a las nuevas tecnologías desde tu formación en danza?
– Siempre estuve ligada al saber de la tecnología, ya sea de la, ya que mi padre. Mis reflexiones no me eran posibles de resolver en la práctica de cada una por si sola, requería cruces constantes e interdisciplinariedad. Creo que lo que uno proponga como ‘obra’ se concreta tanto por las influencias, por los procesos personales y por los contextos históricos. Está todo conectado y no se debe a una sola condición.
¿Qué camino y qué interrogantes te llevaron a ello?
– Tiene que ver con pasar de representar una idea a sugerir un problema. Parte con unas videodanzas que hice el 2005 y un trabajo del 2006 que presenté en Mónaco Dance Forum, encuentro que trató ciertos problemas del Arte como institución y la Danza como disciplina. Problematizamos acerca de los espacios de exposición, el lugar de la obra, el papel del espectador , la idea de tiempo real y tiempo diferido, la jerarquía establecida al interior del espacio del arte como espacio de circulación del poder, o sobre los prototipos corporales en la Danza y la sociedad.
¿Qué posibilidades otorga la tecnología para esa reflexión?
– Su uso me da la posibilidad de controlar todos los dispositivos técnico-estéticos con los que he ido trabajando los últimos seis años. Principalmente el video, el sonido y el cuerpo en movimiento. Mi llegada tiene que ver con que me interesaba la interactividad, a modo de lograr desligarme de la ejecución total de la obra, algo que reconozco en vías de desarrollo.
¿Qué reflexión te ha producido indagar en la relación tecnologías-cuerpos?
– Es posible cuestionar cuestiones del género relacionadas con la danza como espacio de representación de lo ‘femenino’, más claramente en el ballet clásico. También permite interrogar las llamadas tecnologías del cuerpo actualmente en boga, como las cirugías estéticas para aumentar o disminuir zonas del cuerpo para cumplir con prototipos culturales fuertemente incitados por los dispositivos visuales de la cultura capitalista. También la relación política de los usos y fines de la tecnología de una u otra forma, si no hay un control ético ponen en riesgo a la especie humana. Mientras más acceso a la tecnología tiene un país, y no solo hablo sólo de internet sino que de la investigación en biotecnología, farmotecnología o neurotecnología, estas naciones se volverán más poderosas mientras las otras se volverán más pobres y vigiladas. Este control ético que hablo es por decirlo utópico y dependerá de quien esté en el poder.
¿Qué implicancias crees que tiene para el campo del arte la incorporación de las nuevas tecnologías yendo más allá de ser un recurso técnico novedoso?
– Pienso que ya la integración de la cámara digital amateur en el arte ha permitido cierta democratización de la práctica audiovisual que antes estaba condicionada a la producción cinematográfica de alto costo. Por mucho que la tecnología se presente como una ‘herramienta innovadora’, creo que cada artista debe poder introducirlas dentro de lo que sea coherente en su proceso. Aún es habitual que para la producción de una obra interactiva un artista le pida a un programador informático que realice el diseño, o que artistas consagrados pidan a alumnos que les hagan sus videos y luego figuren ellos como ejecutores de todo; hay una relación del artista burgués, el de la idea, con el obrero del arte, el que hace. Creo que para introducir un medio o una técnica hay que estudiarla, saber como opera, experimentarla e intentar poco a poco ver como se sitúa en el contexto en que vivimos, por eso de este proyecto que hemos hecho de formación en INTERFACE Cuerpo y Nuevas Tecnologías.
CUERPOS CYBORG
¿Podrías situar el trabajo de Jaime del Val en la reflexión desde el arte sobre el actual desarrollo tecnológico y la idea del hombre-maquina o Cyborg?
– El Cyborg es un concepto contemporáneo dado por la ciber feminista Donna Haraway para denominar una nueva composición de la especie humana constituida por una parte orgánica y otra artificial. Hay artistas en Europa y Oceanía que han trabajado este tema a partir de la aplicación de exoesqueletos, en el caso del catalán Marcelí Antunes, o prótesis electromecánicas, en el caso del autraliano Stelarc. Se trata de ideas trashumanistas que intentan llegar a un nivel superior donde las óptimas capacidades del hombre se potencien y las que no, se sustituyan por inteligencia artificial. Por su parte, el español Jaime del Val plantea una crítica política a la tecnología.
¿Qué crees que condiciona la producción artística hecha a este lado del mundo?
– Más allá de estas propuestas que emergen de un contexto recursivo distante del nuestro, pienso que la producción artística no puede ser anacrónica. Si bien los contextos de cada artista dentro de esta sociedad son diferentes por sus condiciones de clase, los que condicionarán su acceso a los recursos, al nivel educativo y a la resultante producción de obra, en algunos casos la necesidad de crear pasa más allá de ser un medio de transcripción de realidades y emociones, ya que el arte bajo una dibujada libertad posibilita la reflexión, la pregunta, la intertextualidad y critica. La idea de contemplación de la obra, de conmoción emocional del creador y el espectador es tal vez necesaria, pero no puede ser un espacio catártico del que ya tenemos suficiente. En mi caso la producción artística me interesa como ejercicio de reflexión y, si lo logro, de subversión, no como acto autoconciliador ni como intento formal de perpetuar lo ‘bello’, pues, en el contexto de la cultura visual en que vivimos, con altos grados de control, tecnologización y violencia, si el artista hace oídos sordos, entonces no sabría que decir frente al papel que cumple la producción artística y del artista de hoy en día.
Hasta el momento el saber producido respecto a esto ha tenido como vanguardias la medicina y la robótica.
– La regulación del cuerpo de una u otra manera siempre ha estado presente, ya sea más claramente con las dictadura fascistas en la idea de orden, higiene y hegemonía, también sobre el cuerpo de la mujer a lo largo de la historia, complementadas por los modelos de representación en el Arte ya sea en la pintura o en la danza clásica. También la farmacología se sitúa como un dispositivo de control de cuerpos y conductas, industria que también ha ido en aumento a medida que su tecnología ha ido avanzando. Actualmente la gente dice ‘estamos en democracia’ sólo porque elige a través de un voto y toma partido de las protestas del Tibet. No se mira en el propio nicho y no se cuestiona el sistema global que propone un modelo económico e ideológico en lo visual y corporal. Si esto no es dictadura camuflada entonces ¿qué es?
Como lo que hacen programas como El doctor Vidal (Canal 13) o Cirugía de Cuerpo y Alma (Mega), que en el imaginario mediático masifican un ideal de cuerpo bello.
– El control anatomopolítico está estrechamente ligado con estos programas de televisión que, en la mayoría de los casos, las cirugías no se realizan por cuestiones de inhabilidad física, sino que se inscriben sobre parámetros de lo estético. Sitúan como algo natural y científico incidir en los cuerpos a modo de que la persona adquiera una supuesta seguridad dada por su visibilidad en el marco social, a modo de sentirse aceptada en si misma bajo la aprobación de un modelo o prototipo impuesto por otros. Hay un sentido de aparecer-desaparecer, si eres visible existes. Las personas que tendrán más visibilidad mediática serán las que cumplan mejor el modelo corporal impuesto. Estos programas, además de difundir estas prácticas y ser un buen negocio, intentan mostrar ‘tal y como es’ la cirugía a modo de decir lo científico, la cámara se mueve prácticamente igual que los programas sensacionalistas de violencia evidenciando su morbosidad. Todo bajo el velo de la ciencia.
¿De qué manera este saber medico y de la cibernética asedian las nociones de identidad, cuerpo y realidad?
– Se han ido produciendo nuevas lecturas de estos conceptos a partir de la tecnología médica y la cibernética. Desde un punto de vista de la identidad, esta urgencia por cumplir con un prototipo de normalidad y belleza interroga las nociones de identidad personales y culturales en la medida que estos modelos son cuerpos importados, modelos que el fenotipo del chileno no cumple, que es mestizo, mitad europeo e indígena. Ocurre un renegar de la propia identidad cultural en post de una hegemonía, lo que hace que la identidad individual se vea cuestionada constantemente en el deseo de ser otro. Algo parecido sucede en el ciberespacio donde se da la oportunidad de falsear tu identidad o simularla, ser alguien que no eres realmente. Second Life te permite crear un perfil, un cuerpo y una cara que hará la identidad que tu quieras, a la vez que la web ha puesto en boga un nuevo sistema de interacción social que antes era imposible.
Mauricio Becerra R.
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