Mucho, demasiado probablemente, se hable en los noticieros cargados estratégicamente a la crónica roja de los efectos de «la delincuencia», pero poco o nada del origen de ésta, de su germen social y político. ¿Por qué ocurre? ¿Qué la origina? ¿Qué relación tiene con el sistema en el que vivimos?
Algo para lo que sí tuvo lucidez Jéssica Gallego, la adolorida madre de Yubal Cagnin Gallegos, el guardia que fue asesinado de un disparo en el tórax el pasado domingo tras intentar evitar un robo en un supermercado Unimarc en Las Condes. Tenía 20 años; sus victimarios 24, 19 y 17.
“Quiero pedirle a los que escuchan, que los humanos despierten de su odio y de la búsqueda desesperada de la riqueza material. De una vez por todas aprendan a amar, para que lo que le ha sucedido a mi hijo no le ocurra a nadie más”, escribió Jéssica en una carta que -según constata La Cuarta– le hizo llegar a la empresa de seguridad donde trabajaba su hijo.