La atención internacional ha sido sacudida nuevamente por los embates de la naturaleza. En todo el mundo, las lentes de las cámaras de televisión se han dirigido hacia Japón a causa del devastador terremoto y tsunami que afectó al país asiático. Junto con ello, se instala en la preocupación mundial la emergencia que las plantas nucleares cercanas al epicentro del terremoto en Japón signifique una tragedia aún mayor.
Mientras esto ocurre, el próximo viernes Chile firmará un convenio de cooperación con Estados Unidos sobre energía nuclear.
Existe, a nivel de la población nacional, un creciente rechazo a la utilización de la Energía Nuclear que aumenta en el actual contexto. Sin embargo, se trata de un tema de debate no exento de controversias. La ciencia dura maneja los pros y contras de la aplicación de la energía nuclear, en abstracto, porque a la hora de colocar plantas nucleares no es lo mismo hacerlo en lugares sin sismicidad, como Francia, que hacerlo en Chile y Japón que se encuentran en zonas de subducción.
Más allá de las políticas públicas de control y todas las medidas de mitigación de los riesgos, los accidentes ocurren, y los sismos en Chile y Japón no terminarán. Las preguntas entonces son muchas: ¿Por qué los chilenos vamos a estar dispuestos a correr riesgos de carácter nuclear? ¿Existen recursos energéticos que sean capaces de generar la misma cantidad de energía sin riesgos para la población? ¿Quiénes son los beneficiados directos con el incremento de la matriz energética a partir de la utilización de plantas nucleares?
La utilización de reactores nucleares para la generación de energía eléctrica es una alternativa que sin duda beneficiará a algunos grupos económicos, pero que generará dependencia en cuanto a los insumos energéticos para su funcionamiento y posterior traslado de residuos, incluso en el proceso de desmantelamiento de las plantas.
Por otro lado, existe un denominador común entre los insumos energéticos nucleares y el petróleo con relación a Chile. Ninguno de los dos se produce en nuestro país.
El debate público, sobre todo el de la clase política nacional, no ha considerado seriamente la utilización de Energías Renovables No Convencionales (ERNC) en la matriz energética. En efecto, y como lo ejemplifica Pedro Serrano, académico del Departamento de Arquitectura de la Universidad Santa María, “hay países como España que ya tiene 36% de energía eléctrica sustentable eólica, hidráulica y solar, datos que indican que en Chile también se puede”, considerando las condiciones geográficas diversas de nuestro territorio. El petróleo y otros combustibles fósiles (como lo plantea Jeremy Rifkin) son energías elitistas. No están uniformemente distribuidas, sino que existen únicamente en determinados enclaves y regiones del mundo.
Garantizar su control exige enormes inversiones militares, su mantenimiento requiere una rigurosa administración geopolítica y el proceso de extracción, refinamiento y distribución exigen gigantescas inversiones de capital. Incluso cuando todavía era una fuente de energía abundante y barata, estaba más allá del alcance de buena parte de la humanidad… no hay suficiente petróleo ni otros combustibles fósiles (ni uranio, en el caso de la energía nuclear), ni para mantener el lujoso estilo de vida de los más acomodados, ni para elevar el nivel de vida de tres mil millones de pobres.
La transición hacia una economía basada en el uso de ERNC no es un antojo ni capricho, sino que un imperativo que los países deberán asumir más temprano que tarde.
Por Pablo Chacón
Ingeniero Geomensor
Investigador de Ical
Referencias:
La demanda eléctrica y las energías renovables
La civilización empática. Jeremy Rifkin. Paidos, 2010. Barcelona, Madrid. Página 498.