El 25 de abril de 2016 seis personas entraron a un apartamento en el área de Kalabagan en Bangladesh y asesinaron dos personas a machetazos. Las víctimas fueron dos activistas que apoyaban la causa de la comunidad LGBT en dicho país. Uno de ellos era Xulhaz Mannan, editor y cofundador de la única revista dirigida a ese grupo social. Llamada “Roopbaan”, fue creada con el único propósito de generar mayor aceptación para las personas gay, bisexuales y transgénero.
Ese asesinato se unió a una serie de terribles actos que se han realizado en contra de periodistas, bloggers y académicos, como el profesor Rezaul Siddique, quien murió atacado con machetes cuando iba de vuelta a su casa, o Nazimuddin Samad, un blogger ateo quien debido a sus creencias también fue asesinado.
A lo largo del país cualquier relación o actividad homosexual es considerada ilegal, por lo que no sólo distintos activistas han sido exiliados de su lugar natal, sino que la persecusión es constante y en algunos casos resulta en violencia inmesurada dirigida para la comunidad LGBT, ya que aún existe la creencia de que tener preferencia sexual por alguien del mismo sexo es una enfermedad.
Las personas trans (también conocidas como Hijras) son reconocidas en Bangladesh desde 2013 como un “tercer género” por la ley y tienen derechos tales como la salud, el hogar y la educación. El problema es que, a pesar de ese cambio, la sociedad continúa atacándolos y discriminándolos de distintas formas; lo que resulta en que tengan que convivir en comunidades apartadas junto con personas homosexuales.
Dentro de esas comunidades se desarrollan jerarquías y suelen ser dirigidos por un “gurú”. Desde su origen, las sociedades que creaban las personas trans se sostenían bajo la “adopción” o el secuestro de niños en pobreza y personas consideradas en vulnerabilidad (como los homosexuales) para después obligarlos a trabajar pidiendo dinero o prostituyéndose para poder subsistir.
Lo irónico, en muchos de los casos, es que a pesar de que los transgénero son personas perseguidas, constantemente se solicitan sus servicios en la tradición india del “Ramayana” en la que se tiene la creencia de que es un buen presagio para un niño recién nacido si un hijra lo bendice mediante un ritual de baile y canto (sin mencionar a todos aquellos que piden los servicios de alguna prostituta trans o gay).
Como forma de resaltar la importancia de esta problemática –que sólo es un ejemplo de la persecución de personas gay y transgénero alrededor del mundo– el fotógrafo Raffaele Petralla desarrolló esta serie de fotografías en las que representó a las personas que sufren lo abrumador del juicio y persecución social. Petralla considera que el cambio legislativo que le atribuyó los derechos básicos a las personas trans, fue tanto progresivo como regresivo, ya que a pesar de su búsqueda por resaltar la igualdad de trato, no se enfocó en crear un cambio social para que pudiera ser aplicado de una forma apropiada.
Otra de las “regresiones” a las que se refiere Petralla es el punto en que se le considera a las personas trans como un “tercer sexo” en lugar de uno que ya existe. Aún hay debate dentro de las comunidades trans sobre cómo buscan ser definidos. La mayoría busca ser identificados como hombre o como mujer con sus derechos universales; entonces al posicionarlos como un tercer sexo, automáticamente se desarrolla una segregación. Petralla y distintos comentarios afirman que el caso de las Hijras va más allá del sexo y está relacionado con distintos intereses en los que se deja ver un poco de hipocresía.
La serie fotográfica que creó Petralla se titula “El tercer sexo de Bangladesh” y fue creada poco después de la serie de asesinatos que se desataron en la primera mitad de 2016. Los cuales son una prueba clara de que la intolerancia continúa latente en la nación, a pesar de la implementación legislativa que le da derecho a las personas trans. Las fotografías muestran los interiores de los edificios donde son forzados a vivir y el deplorable estado en el que algunos de esos lugares se encuentran.
Lo que queda claro es que mientras no exista un cambio del pensamiento social, no importa qué tipo de legislaciones se aprueben o cuántos derechos le aporten a las personas de la LGBT. Si se impone aunque esa transición aún no haya avanzado, causará más caos y persecución para los rechazados.
Bangladesh no es el único lugar en el que las personas trans y gay son asesinadas, en países mucho más desarrollados aún existe ese desprecio para individuos que lo único que buscan es estar más cerca del género con el que se sienten identificados. No existe una solución clara para esto, pero si tan solo todos comenzaran a verse como seres iguales, el mundo podría avanzar hacia el futuro con un poco menos de dolor.
Fuentes: DazedDigital y The Guardian.