Quienes conocían a Luiz Alberto Araujo lo describían como una persona estudiosa, seria y altamente competente. También decían que se había acostumbrado a recibir amenazas de muerte; de hecho, ése fue el motivo de su última mudanza, que estaba asustado.
Luiz Alberto era el Secretario deMedio Ambiente de la Municipalidad de Altamira, en el estado brasileño de Pará, uno de los más pobres de Brasil. Su trabajo consistía en documentar y atender los problemas ambientales de la región, desde la batalla contra la deforestación a las consecuencias de la construcción y funcionamiento de la cercana presa hidroeléctrica de Belo Monte. En una región en la que la minería ilegal, la esclavitud moderna y la explotación forestal clandestina son habituales, el trabajo de Luiz Alberto Araujo es un trabajo muy peligroso.
Tal como lo cuenta The Guardian, los hechos ocurrieron así: al final de un día de trabajo, el Secretario, que tenía 54 años, llegaba a casa acompañado de su familia. De repente, aparecieron dos hombres montados en una motocicleta y uno de ellos le disparo siete veces. Seguidamente, el pistolero se bajó de la moto, se acercó al coche y abrió la puerta para dispararle dos veces más. Ni su mujer ni sus dos hijastros resultaron heridos, pero presenciaron el asesinato allí mismo.
Un asesinato fuera de ‘lo habitual’.
Este tipo de asesinatos son habituales en el estado de Pará y en toda la zona amazónica brasileña: en los últimos 4 años, más de 150 activistas defensores del medio ambiente local han sido asesinados. La cifra es escandalosamente alta, y representa nada menos que la mitad de todos los asesinatos de este tipo que ocurren en el mundo. La mayoría de las víctimas son activistas. Lo que tiene de especial el asesinato de Luiz Alberto Araujo es que se trata de un cargo político, lo cual marca un nuevo listón en esta cruenta guerra sucia contra los ambientalistas.
The Guardian recoge interesantes testimonios al respecto. Uno de ellos es el de Billy Kyte, líder de la campaña de la ONG ‘Global Witness’, que indica que este asesinato envía un mensaje claro: “Nadie es intocable”. En su opinión, “el gobierno [de Brasil] debe proteger con urgencia activistas amenazados y encontrar a los responsables de esta matanza para que rindan cuentas. Mientras esa persecución no se lleve a cabo y no se garantice la protección, esta espiral de la violencia mortal no se detendrá”.
La policía civil del área de Xingu está investigando el asesinato. El detective que dirige la investigación, Vinicius Sousa, declaró a The Guardian que se están analizando las imágenes de las cámaras de seguridad y se están recogiendo testimonios entre los amigos y familiares de Araujo. Por supuesto, las actividades llevadas a cabo desde la Secretaría de medioambiente -que incluye cierre de minas contaminantes, multas a empresas dedicadas a la explotación forestal y, en general, medidas que incomodan y entorpecen el enriquecimiento de grandes compañías cuya actividad perjudica al ecosistema- están siendo consideradas como una probable motivación para este asesinato.
Fuente: Cuba Debate.