Este es el antropólogo que dejó su carrera para ser estrella de porno

Si no fuera porque su combinación de formación, trabajo, ideología y orientación sexual parece un catálogo de pesadillas para los grandes medios de comunicación, estaría en todos los titulares

Este es el antropólogo que dejó su carrera para ser estrella de porno

Autor: Andrés Monsalve

Si no fuera porque su combinación de formación, trabajo, ideología y orientación sexual parece un catálogo de pesadillas para los grandes medios de comunicación, estaría en todos los titulares.

Colby Keller es antropólogo, estrella del porno, comunista y gay. Hace un año se deshizo de su casa y de todas sus pertenencias –menos una placa de Lenin que había comprado en eBay– y puso en marcha una campaña de financiación online para comprarse una furgoneta, un colchón, una cámara, gasolina, comida y Wi-Fi.

¿Para qué?

Para recorrer los 50 estados de Estados Unidos y también parte de Canadá y grabar al menos una escena de sexo en cada uno de ellos con chicos que así lo deseen. El actor quiere demostrar que se puede hacer sexo profesional al margen de la industria, sustentado por fans y no por productoras.

No es el típico proyecto en el que familias enteras aportan su dinero, pero ahí fuera hay mucha gente con ganas de ver a Colby en acción y nuestro amigo recaudó 45.000$ en menos de un mes.

Esto es lo que dijo en un medio de comunicación:

¿Cómo está yendo la aventura, Colby? ¿Dónde estás ahora mismo?

Ahora mismo me pillas en Quebec. Acabo de terminar la escena de Montreal. La cosa va bien. He estado en casi todos los 50 estados americanos y también en varias provincias canadienses.

¿Cómo contactas a la gente con la que estás teniendo sexo en el tour?

Algunos me entran por redes sociales, por la web o por el blog, pero la mayoría es a través de aplicaciones para ligar tipo Grindr o Scruff. La mayoría de gente me entra por Grindr pero es increíble la cantidad de perfiles falsos que hay alrededor del sexo en Internet

Supongo que te estarás divirtiendo y conociendo a mucha gente diferente…

El ser humano es un animal divertido. Lo más frustrante y cómico a la vez la cantidad de catfishes (personas que crean un perfil falso en redes y apps sociales) que estoy encontrando. Creo que el de los perfiles falsos es un fenómeno que habla a las claras del profundo tabú que continúa siendo el sexo, al menos en Estados Unidos y Canadá: muchísima gente dedica tiempo y energía para fingir que son capaces de hacer el vídeo pero en el último momento se echan atrás.

Naciste en Michigan pero creciste en Texas, siendo un estudiante de arte gay. ¿Qué nos cuentas sobre la discriminación en primera persona?

Mi familia me apoyó siempre. A mí, a mi amor por el arte y a mi interés por la antropología. Me animaron siempre a ser curioso y a trabajar duro. Si lo pienso ahora, creo que me enfrenté a mucha más discriminación y burlas por querer ser artista que por ser homosexual.

¿En serio?

Sí, sí. Ser un hombre blanco gay en este preciso momento de la historia de Estados Unidos es mucho más normativo y mainstream que ser artista. Los padres se preocupaban mucho antes si tenían un hijo gay, pero creo que ya cada vez ocurre menos. Si su hijo quiere dedicarse a profesiones relacionadas con el arte, sí.

He sufrido más discriminación por artista que por gay. Es mucho más normativo ser un varón blanco homosexual que dedicarse al arte

Tú al final te licenciaste en Bellas Artes y en Antropología. No es algo muy común entre profesionales del porno, ¿no?

Siempre me ha interesado investigar otras culturas y cómo cada civilización se ha organizado a través de la historia en todo, desde la música y los bailes a la ropa y la religión. De niño, me obsesionaban las tribus de indios nativos americanos y eso me condujo a un interés más general sobre todo tipo de personas.

¿Por qué siempre pensamos que la gente que se dedica al porno es estúpida?

Creo que los seres humanos estamos políticamente condicionados para desconfiar de todas aquellas personas que tomen decisiones diferentes de las que nosotros tomaríamos. El trabajo sexual ha sido siempre demonizado desde el preciso momento en el que se convirtió en una opción. Y una de las maneras de demonizar el sexo es asumir que, si una persona es buena en eso, debe tener alguna otra deficiencia importante. Como por ejemplo ser estúpido.

La filosofía y el arte siempre han hablado del deseo humano, pero el sexo sigue siendo un tabú intelectual.

El sistema no quiere personas conscientes, reflexivas y sexualmente satisfechas. Nos quiere tristes, vacíos, celosos y con ganas de traicionar al de al lado por un poco de confort extra.


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