La muerte ha frenado la porfía de Juan Radrigán Rojas. Quizás muy pronto para la voluntad que presumía. Tenía 79, pero nunca se dio descanso, ni en las letras, ni en las tablas. En 2014 hizo muestra de ello, cuando montó la obra Malquerencia con la compañía La Canalla en Punta Arenas.
Él viajaba cada tanto a Magallanes para guiar la dramaturgia y más tarde para dirigir el montaje. Eso, a veces desde Santiago, desde algún país europeo donde su trabajo estaba siendo adaptado, o desde una ciudad del extremo norte donde apadrinaba otra compañía regional.
De esta entrevista, hecha en marzo de 2015, se publicaron unas pocas líneas con el propósito de difundir la obra. El resto se guardó, para ser liberado hoy y recordarnos que ha desaparecido uno de los más crudos e incendiarios autores contemporáneos. Aunque no su rastro.
Su preocupación apuntaba entonces a lo que llamó la sospechosa ignorancia cultural de las autoridades y, por otro lado, al elitismo de los principales centros culturales del país. Entendía que la historia universal estaba en las periferias, por lo que no comulgaba con el sosiego ni la condescendencia. Quería sublevación, organización, vidrios rotos, cartas violentas que lograran sacudir al poder y a funcionarios públicos.
Esa tarde, entre café y cigarros en El Biógrafo, su medioambiente, habló de centralismo y del dificultoso trabajo teatral, con la honestidad que siempre derramó. Como en su obra Memorial del Bufón, donde propina uno de sus textos más contundentes: “el arte es subversivo o no es ni una hueva’”.
El Estado lleva algunos años implementando políticas que dicen perseguir la descentralización cultural, mejorar los mecanismos de financiamiento regional, etc.
– Claro, pero nunca se ha logrado. Son palabra de buena crianza, no más. Porque no hacen nada en realidad. La gente quiere hacerlo pero no tienen medios. Porque la verdad es que tu montas una obra, allá mismo en Punta Arenas, después de meses de trabajo, y ¿dónde la das? ¿Dónde muestra lo que haces?
Están los teatros municipales, escuelas y algunas salas pequeñas.
-Pero se te agota la gente en dos días. Por eso es que queremos traerlos a Santiago, para mostrar el trabajo de ellos. Ya hemos hablado con algunos teatros.
En este caso, ¿descentralizar el teatro sería que compañías regionales viajaran a la capital?
-Puede ser una labor fertilizante. Le puede empezar a interesar a alguien el hecho de que se haga teatro allá. El apoyo es nulo allá mismo, pienso yo. Debería por ejemplo interesarle al alcalde. Pero no tiene noción de la importancia de la cultura. Entonces, esa orfandad es terrible. Pero eso es a todo nivel. La mayor dificultad para los grupos de Santiago es encontrar un espacio. La sala. ¡No hay dónde mostrar! Hay unas tres salas, que si no entras ahí ya te cuesta mucho. Y están todos de un año para otro. Está Matucana 100, el GAM y un poquito el Teatro Nacional. Son las tres dónde podrías mostrar.
¿Piensa que son un poco elitistas en la selección de obras que programan?
-Más que un poco. Cuesta bastante entrar. Y para regiones mucho más. Porque estos tontos no creen. No les interesa. Entonces hay que bregar mucho para lograrlo. Y te dan tres días, una semana. Eso es glorioso para ellos. Puta, ¡han hecho una labor inmensa por la cultura! Y por nada no te dan el lunes, martes y miércoles. No te dan las mejores fechas. ¿Qué se puede hacer? ¿Cómo se puede alegar un poco?
Se han formado mesas de trabajo regionales donde los artistas y gestores se reúnen con el Consejo de la Cultura.
-Pero tendrían que unirse todos los grupos de teatro en las provincias y hacer cartas, protestas. Hay mucho espacio que barrer. Es medio desesperante. Y ¿qué se puede hacer contra eso? Manifestaciones. Es lo único que podemos hacer, ¿cierto? Ir. Gritarle cosas. Quebrarle los vidrios, para que presten atención. Para que despierten.
Pero si hacen eso vetarían totalmente a quienes se dedican al teatro.
-Los actores no se atreven a hablar mucho, porque después no los pescan en la televisión o en otros lugares. Cuando tienes un discurso no te invitan. Tienes que ser entre leso y cándido. Pero hay que romper eso. Por eso debieran unirse las provincias. ¿Cierto?
¿Cómo se deberían unir las compañías?
-Habría que hacer una especie de declaración y que (el público) la firme en las funciones. Exigir en una carta. Eso podría ser válido. Que firmen todos y después mandársela al Consejo (CNCA) y al mismo alcalde. Que no sea tan bruto, que vea que existe cultura y que es muy importante. Es que él no tiene idea lo importante que puede ser la cultura, que puede remover. O a lo mejor sí tienen idea, oye, y precisamente por eso no dan el paso. Sí, porque es muy sospechosa la falta de espacio para los artistas. No los dejan en ninguna parte.
¿La falta de espacios para la cultura les permitiría a las autoridades mantener cierto control?
-Claro. ¡Eso les voy a proponer! Eso podría ser bueno. Pero tendrían que juntarse antes los grupos, ¿cierto? Y diseñar una carta. Una carta más o menos violenta. Porque o si no, no resulta. Y hacerles ver el daño que le están haciendo a la cultura. Porque yo creo que ellos tienen posibilidad de apoyar, ¿no? Con espacio, con algunas lucas. Eso sería una bonita acción. Y eso quedaría firmado por toda la gente que vaya a las funciones y por todos los grupos de Punta Arenas. ¿Te encantó mi idea o no?.
Néstor Cid Sazo
El Ciudadano