Durante los últimos años, el problema del suicidio se ha incrementado en nuestro país, en forma paralela al desarrollo que éste ha ido alcanzando.
Desde 1998, mueren anualmente en Chile 1.200 personas por suicidio, sin considerar los llamados ‘suicidios privados’ (en los que no se realiza una autopsia), casos que duplicarían la cifra. Además no existe un registro de los intentos frustrados.
Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en la región de Los Lagos las denominadas ‘causas externas de morbilidad y mortalidad’ ocupan el tercer lugar entre las distintas causas de muerte, luego de las ocasionadas por enfermedades del sistema circulatorio y por tumores malignos. En las llamadas causas externas, la de mayor impacto es la lesión autoinfligida por ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación, la que en el año 2003 alcanzó a 138 hombres y a 17 mujeres.
Ariana tiene 22 años, es de Lanco y estudia en Valdivia. En abril del 2004, la ruptura con su primer pololo gatilló en ella una fuerte depresión, que se venía incubando a raíz de distintas situaciones que le habían afectado. Luego de someterse a un tratamiento siquiátrico, en abril del 2005 intentó quitarse la vida por primera vez.
Ella estudiaba en Puerto Montt y vivía sola. Un fin de semana, un amigo la encontró tirada en el piso de su departamento. Había tomado un cóctel de pastillas y su conciencia divagaba entre la vida y la muerte. Trasladaron a Ariana a un hospital de la capital regional, donde le realizaron un lavado de estómago, frustrando su intento.
Según cifras que maneja el médico siquiatra del Hospital Regional de Valdivia, Tomás Baader: “entre los estudiantes es más frecuente el suicidio o intento de éste por parte de las mujeres, y un 70% de los casos se producen en el domicilio de las víctimas y en un horario diurno principalmente. Hay meses donde es más frecuente, casi siempre en primavera y verano, lo que se relaciona con las descompensaciones anímicas que sufren los individuos en esta época”, destaca el especialista y docente de la Universidad Austral.
Las estadísticas nacionales confirman que son los hombres quienes más se suicidan (cada tres hombres, una mujer). Sin embargo, las mujeres lideran la tasa de intentos de suicidio y parasuicidio. Este último es el que no tiene como fin premeditado la muerte, sino más bien busca llamar la atención de su círculo afectivo.
En la provincia de Valdivia el grupo etáreo más afectado es el que oscila entre los 20 y los 44 años, quienes alcanzan a un 50% de los casos. Un dato importante es que en un 52% de los hombres y un 31% de las mujeres había presencia de alcohol en la sangre. Según Baader “puede haber sido la ingesta abusiva de alcohol un detonante del suicidio, o tal vez lo consumieron en el momento para desinhibirse”.
En el caso de Ariana, después de lo sucedido volvió a vivir con su familia. Le prohibieron volver a la universidad, ya que la psiquiatra señaló que la joven no podía tomar decisiones por sí sola. Durante ese tiempo, su depresión iba en aumento: «Sentía vergüenza por no haber podido matarme», recuerda la muchacha.
Su madre trabajaba en el hospital de Lanco y señala que había escondido todos los medicamentos de su casa, previendo una posible recaída. También escondieron los cuchillos. La familia participaba en constantes sesiones de terapia para ayudarla. Pero no serviría de mucho. El 21 de septiembre del mismo año quiso suicidarse nuevamente.
Cuenta la propia Ariana: «ese día venía de un curso en el que participaba en mi ex colegio. Ni siquiera lo pensé: llegué directo a matarme. Mi mamá había escondido los remedios, pero yo sabía dónde estaban: me tomé dos cajas de Diazepam y me fui a acostar, de ahí no me acuerdo de nada más hasta que desperté en el hospital. Mi papá me contó que no se dieron cuenta, porque yo siempre dormía en las tardes. Llegó mi hermana y vio que estaba durmiendo. Al rato llegó mi papá. En ese momento encontraron extraño que yo no hubiese despertado aún y me fueron a ver. Ahí estaba yo, inconsciente, y las cajas de los remedios tiradas bajo la cama».
Estuvo hospitalizada una semana en recuperación: “Salí en silla de ruedas, porque mi cuerpo todavía estaba adormecido con el Diazepam. Fue como aprender a caminar de nuevo, ya que había pasado mucho tiempo, mi cuerpo aún no reaccionaba y yo tampoco me motivaba para nada», recuerda nuestra entrevistada.
La tasa de suicidio en la provincia se ha triplicado en los últimos diez años, desde un 4,81% en el año 1996, a un 16,93% en el 2005. Respecto a las causas que detonan las distintas conductas suicidas, Tomás Baader puntualiza que: “los trastornos afectivos, entre los que se incluyen los trastornos del ánimo y la bipolaridad, son un fuerte detonante que involucra aproximadamente al 30% de los casos. También hay un alto riesgo en los casos de pacientes con patologías como la esquizofrenia y trastornos de personalidad. Además, en un 10% de los casos, son personas con problemas de drogadicción y alcoholismo. Es importante señalar que estos factores no actúan de manera aislada, sino que se acumulan y algo los detona en algún momento”. La depresión es también una enfermedad que está relacionada a intentos de quitarse la vida. Un 15% de los casos de pacientes con la patología mencionada cometen actos de este tipo.
ABRIENDO EL PARACAÍDAS
En la prevención de una conducta suicida es importante estar atento a su desarrollo. La familia y las personas más cercanas juegan un papel preponderante en esto. Según el Dr. Baader, “al principio la persona comenta o hace una alusión breve de sus pocas ganas de vivir en términos generales, al cabo de un tiempo vuelve a mencionarlo, y es ahí donde hay que poner mucha atención. No se trata de andar persiguiendo todo el tiempo a quienes hacen estos comentarios, pero sí escucharlos. Cuando la persona ya no lo habla más, es seguramente porque ya tomó una determinación y está planeando cómo y en qué momento hacerlo”.
Existen dos tipos de conducta que se distinguen en la forma de operar y en la toma de la decisión: uno es el llamado ‘suicidio por balance’, donde la persona realiza una evaluación de su situación personal y planifica detalladamente su deceso. Y el otro es el ‘suicidio por cortocircuito’ o ‘impulsivo’, que detona por una fuerte crisis en un rato de frustración o conflicto y hace reaccionar al individuo en el instante.
Luego de los momentos críticos vividos, la familia de Ariana estuvo muy unida para salir adelante. «Mi familia me ayudó muchísimo a salir del hoyo en que estaba. Simplemente no quería vivir, o no veía nada por qué hacerlo», destaca la estudiante, quien siente superada esa etapa tan triste de su corta vida: «Después de todo lo que pasó, seguí yendo a la siquiatra sólo dos meses más, porque me di cuenta que yo sola tenía que ayudarme a salir de eso. Suspendí todo el tratamiento y los remedios. Hasta el día de hoy no he vuelto a sentir esa pena terrible, ni menos ganas de matarme. A veces me da susto volver a caer en depresión, pero sé que jamás voy a volver a intentar quitarme la vida”.
Como ya ha sido mencionado, la atención y comprensión por parte del entorno afectivo del individuo, puede reducir los índices de suicidio. Además es importante que, desde que los hijos son pequeños, se genere la comunicación adecuada en la familia para manejar temas que dicen relación con lo emocional, el manejo de la frustración, la seguridad en sí mismos, disfrutar de las pequeñas cosas de la vida y con esto evitar que muchas personas se sigan ahogando en este gran vaso de agua.
Rodrigo Vega