EEUU y Trump: Consecuencias para las mujeres (y el mundo) de un perfecto misógino al poder

Expertas radiografían el personaje de Trump y su relación con las mujeres, y proyectan los efectos que el discurso de quien ostenta el mayor cargo de poder puede tener para las mujeres y para los ciudadanos en general.

EEUU y Trump: Consecuencias para las mujeres (y el mundo) de un perfecto misógino al poder

Autor: Meritxell Freixas

Insultó, descalificó, se burló. Sin embargo, nada de eso parece haberle pasado factura al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. Tanto en el proceso de primarias como durante la campaña electoral, el multimillonario se caracterizó por su discurso misógino, denigrante y cosificante hacia las mujeres, asignándoles un mero rol de objeto (sexual) supeditado al deseo y necesidades de los hombres. Lo dice todo su negocio en torno al concurso de belleza Miss Universo.

Trump se ha paseado a las mujeres como ha querido en sus discursos, enfrentándose a su rival, en las actitudes con su mujer y futura primera dama Melania, y hasta aceptando insultos hacia su hija. Además, en el tramo final de su candidatura, The Washington Post destapó un video donde aparecía una conversación muy obscena y ofensiva que el entonces candidato republicano mantuvo con un productor televisivo en 2005. La publicación provocó una ola de denuncias mediáticas por parte de mujeres que aseguraron haber sufrido acoso por parte del magnate neoyorquino.

mujeres trump

A pesar de que las encuestas post-video dibujaban un escenario con una importante pérdida de apoyo para el candidato, sobre todo de las mujeres conservadoras con estudios, y de las múltiples críticas que le espetaron numerosos miembros de su propio partido, finalmente ninguno de sus caducados y rancios comentarios hicieron caer a Donald Trump. Es más, salió reforzado de la batalla. Primero, porque sus escándalos y actitudes tuvieron costo cero (o muy muy bajo): un 42% de mujeres lo apoyó. Y segundo, porque su pelea se daba contra una candidata mujer, Hillary Clinton, quien podría haber pasado a la historia por ser la primera presidentA de Estados Unidos.

Un discurso aceptado

La socióloga y doctora en Ciencia Política, Lucía Dammert, y la cientista política de la Coporación Humanas, Arlette Martínez, radiografían para El Ciudadano el personaje de Trump y su relación con las mujeres y proyectan algunos de los principales efectos de su discurso, tanto para su nuevo cargo como para las mujeres, en particular, y la sociedad, en general.

Ambas recuerdan varios de los episodios más injuriosos y ofensivos en los que el multimillonario brilló por su machismo y sexismo: desde sus declaraciones de que las embarazadas son un problema para las empresas, hasta que las mujeres son un peligro en el mundo laboral, la calificación de su contrincante como ‘zorra’ o incluso cuando permitió que un periodista le dijera a su hija «pedazo de culo».

Arlette Martínez es muy clara en señalara que «Trump es una amenaza a los derechos humanos y a los derechos de las mujeres«. Según ella, su discurso atenta contra los principios de las declaración de los Derechos Humanos», es por eso que considera que, en este nuevo e inesperado contexto, «la sociedad civil se vuelve un actor clave para velar por el principio de no regresión, uno de los pilares rectores de los DDHH que implica que cuando los estados suscriben algún tratados de no-discriminación, no-violencia, etc. no pueden volver atrás».

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Por su parte, Dammert asegura que «Trump viene del mundo de los negocios y farándula, y por eso se le permitieron cosas que a otras figuras no se le habrían permitido. Los mismos dichos de él en boca de otro político profesional como Al Gore o cualquiera de los republicanos se hubieran considerado mucho peor». Y agrega: «Como, en el fondo, Trump viene de un mundo donde ese tipo de comentarios y narrativas son más tolerados, o incluso aplaudidos, se le han tolerado y aceptado con mucha más facilidad», dice.mujeres trump2

Para la experta, su mirada sobre las mujeres traspasa sus narrativas y tiene mucho que ver con su forma de vida: «En una entrevista que hicieron a su mujer, Melania, ella dijo que Trump de vez en cuando le pedía disculpas por las cosas que decía. Una semana más tarde lo entrevistaron a él y lo negó diciendo que nunca pide disculpas a su señora», explica. De hecho, la futura primera dama en varias ocasiones habló de que en la casa nunca esperó que su marido cambiara un pañal o llevara a los hijos a la cama.

«No podemos ver a Trump y a su familia desde ningún otro punto de vista que no sea el de una familia en la que el rol de la mujer no ha avanzado en absoluto desde los 60: ella tiene que ocuparse de ser bonita, decir cosas que refuercen lo que dice el marido, no contradecirlo, y no hablar de temas relevantes. Él ejerce el control económico y social sobre ella, y es la expresión del macho alfa que todavía cree que hablar así de las mujeres es normal», explica la analista.

Dammert considera que el discurso «trumpista» no es deliberado ni forma parte de ninguna estrategia: «Él es así y habla como piensa», afirma. «Todos los asesores comunicacionales y de contenido le tienen que haber dicho que el tema mujeres era un tema que le generaría problemas», añade.

Sin embargo, muchos problemas no le ha traído ese comportamiento. De hecho, logró convertirse en el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Según Arlette Martínez, «a pesar de que las mujeres votaron más a Hillary, se castigó mucho tanto al Partido Demócrata como a ella misma; en cambio, Trump significa un personaje nuevo en la política».

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Por otro lado, Lucía Dammert indica que «lamentablemente el tema de la misogínia y su discurso machista, en vez de convertirse en una piedra angular de la discusión, se convirtió en una anécdota. Al quedar sólo en anécdota, no todas las mujeres lograron internalizar eso como para decidir no votarlo». Para ella, «las formas que ha tenido al expresarse sobre las mujeres han tenido un impacto en las mujeres latinas, afroamericanas y en las que tenían más formación; pero hay otros elementos que han jugado un rol en esta campaña: muchas mujeres no querían que Hillary Clinton fuera la primera mujer presidenta por las cualidades que no le encontraban», señala.

¿Bajo el efecto Berlusconi?

Si algún personaje podría ser comparado con Donal Trump por su «donjuanismo» pasado de moda, su mirada lasciva y objetivante hacia las mujeres, sus intenciones de rodearse y protagonizar escándalos con jóvenes mediáticas y su poder mediático y político, ese es el ex primer ministro italiano, Silvio Berlusconi.

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Sobre el riesgo de que Estados Unidos se convierta en una sociedad (más) machista donde se normalicen los comportamientos sexistas, algo que en la Italia berlusconiana ocurrió por la profunda influencia que el ex mandatario ejercía tanto en los medios de comunicación como en política, Dammert asegura que «EEUU es un país mucho más grande y diverso que Italia». Y puntualiza: «En California o en Nueva York seguro que muy pocas mujeres aceptaban los comentarios de Donald Trump. Ahora, en Iowa, Arizona o Texas, habrá más espacios poblacionales donde las relaciones son todavía extremadamente discriminatorias para las mujeres».

«Lo que sí creo es que este tipo de actitudes pueden abrir la puerta para que mucha gente se tome la libertad de decir determinados comentarios abiertamente, puede influenciar más a un nivel micro, en las prácticas cotidianas de un grupo de la población», precisa.

La investigadora de la Corporación Humanas, por su parte, subraya que tal y como ocurrió con las acusaciones que recibió Berlusconi por haber pagado a una menor de edad por tener relaciones, «Trump representa una muy mala señal para las mujeres víctimas de agresiones sexuales porque es muy grave que un líder mundial y una actor fundamental en la política tenga un discurso que desvalorice el acoso sexual y lo transforme en algo aceptado, normalizado».

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«Después nos preguntamos por qué las mujeres no denuncian», dice. Y cuestiona: «¿Cómo plantear eso si después el presidente de EEUU desvaloriza el acoso sexual, lo normaliza y, a pesar de que tener múltiples denuncias públicas de muchísimas mujeres, sale electo presidente?»

Y Clinton, ¿fracasó porque es mujer?

Lucía Dammert, quien conoce de primera mano el mundo de la primera línea política, considera que «Clinton tiene un montón de cualidades que si estuvieran en la figura de un hombre serían mucho mejor evaluadas».

Sobre su fracaso argumenta que «aunque la campaña tenía unos desafíos gigantes porque Clinton representaba lo que el pueblo norteamericano, en un alto porcentaje, no quiere (establishment, vinculación con el poder económico, etc.), muchos estadounidenses le tenían mala desde cuando fue primera dama». Precisamente Hillary Clinton fue muy cuestionada porque algunos consideraron que se entrometía demasiado en los temas políticos, y que quería eclipsar a su marido, Bill Clinton. «Yo me pregunto si en caso que Michelle Obama en estos ocho años en vez de estar preocupada de la comida saludable, de hacer ejercicio y haber sido tan carismática, se hubiera metido en temas de vivienda social para las minorías o en temas más duros, la ciudadanía le tendría tan buena consideración», plantea.

La idea de que Hillary Clinton rompiera el famoso techo de cristal y llegara a la presidencia de la que sigue siendo hoy la primera potencia mundial, ilusionaba a muchas mujeres. Pero no a las suficientes como para alcanzar un porcentaje abrumador de apoyo femenino. Ambas expertas coinciden en que en estas elecciones, en las que había que elegir entre el mal menor, no dominó el voto político de las mujeres, la solidaridad de género que, en este contexto, se expresaba en que independientemente de la ideología política propia el apoyo a Clinton era por ser mujer.

A pesar de eso, Martínez recuerda que parte de los votos de Hillary -quien ganó por unas décimas en el voto popular- tuvieron que ver con el apoyo de género y de los grupos que tradicionalmente han vivido discriminación.

La oportunidad de que una mujer llegue al puesto de poder más alto del mundo quedó atrás. «Hubiera sido un símbolo más que relevante y un gran avance», expresa Dammert. Una ocasión perdida en la que seguro que, más allá del castigo a los ocho años de políticas impopulares y promesas sin cumplir del Partido Demócrata, también entró en juego las dificultades extra que una mujer tiene para llegar a los espacios de decisión. Y más cuando se trata de decisiones a nivel mundial.

Meritxell Freixas

@MeritxellFr

 


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