Hillary Clinton expresó su preocupación a inicios del mes por la pérdida de la hegemonía ideológica de Estados Unidos en el mundo. En el terreno de la guerra informativa, Clinton declaró que las grandes cadenas de televisión estadounidenses están perdiendo espacios frente a la rusa RT, la china CCTV y, en especial durante estos días, la qatarí Al Jazeera. Esta cadena ha sido líder en la transmisión de las revueltas en el mundo árabe, “y está cambiando la mente de las personas. Nos guste o no, es realmente efectiva”, dijo la secretaria de Estado.
Es probable que Al Jazeera sea uno de los catalizadores de la actual revolución en el Oriente Medio y el Magreb, donde ha logrado durante una década y media de vida cambiar la mente de las personas ante el imperio. Un proceso que hoy trasciende el mundo árabe y se introduce, incluso, entre los mismos estadounidenses. Durante los días de la revolución egipcia, el sitio web en inglés de la televisora tuvo más de cuatro millones de visitas, de las cuales 1,6 millones fueron desde Estados Unidos.
Los motivos de la profunda penetración del canal de Qatar es fácil hallarlos. El auditor árabe percibe que emite una información más directa y objetiva que las transmitidas por las grandes cadenas estadounidenses. La cobertura de la CNN International, como de otras similares, está teñida por el punto de vista “occidental”, que es una mirada unidimensional y políticamente sesgada a favor de los intereses estadounidenses. Si las revueltas tienen como origen, entre otros factores, la dependencia de estos países de sus ex colonias y de Estados Unidos, las televisoras estadounidenses no están en condiciones de canalizar tal crítica. Un artículo en Al Jazeera titulado “¿Una revolución contra el neoliberalismo? Si la revolución trae un reforzamiento del neoliberalismo, millones serán los defraudados” no tendría cabida, ni sentido, en una cadena como la CNN, cuyos objetivos es reforzar las políticas para el imperio del capital.
La guerra de la información no tiene como teatro de operaciones sólo el Oriente Medio. América Latina es otro. La demonización de los gobiernos de Hugo Chávez, Evo Morales y, en menor medida de Cristina Fernández de Kirchner y Rafael Correa, por no mencionar a Cuba, es el resultado de un trabajo acucioso de la CNN a escala regional y prensas locales, como El Mercurio y La Tercera. Apoyados económicamente por los poderes políticos más conservadores y las grandes corporaciones, su trabajo es representar un escenario político utópico –la democracia neoliberal- amenazado por fuerzas desestabilizadoras. Es ésta la gran ilusión que ha de mantenerse diariamente a través de una narración que abarca todos los aspectos de la vida cotidiana.
EE.UU. tiene ahora competencia ideológica por otros varios frentes. El canal CCTV chino, también con transmisiones las 24 horas, ya tiene versiones en todas las principales lenguas, y la RT rusa en inglés y árabe. Ambas televisoras, y no olvidemos Al Jazeera, han tenido un enorme crecimiento mundial.
CADENAS QUE NO HACEN BIEN SU PEGA
El establishment mediático estadounidense, del mismo modo que la señora Clinton, miran con ira y algo de desesperación la penetración en el mundo de estas miradas críticas a la hegemonía de EE.UU. Walter Isaacson, nombrado por Obama como presidente del Directorio de Cadenas de Información, organismo que opera los algo anacrónicos bastiones de propaganda de la Guerra Fría, como las emisoras Voz de América y Europa Libre, ha hablado de las nuevas televisoras como de los nuevos enemigos. Por cierto que Isaacson incluyó también a la venezolana Telesur y la iraní Press TV, que transmite en árabe y en inglés.
La señora Clinton se lamenta de perder la guerra de la información. Culpa a las cadenas privadas de no hacer bien su trabajo, como CNN, ABC, Time Warner y podríamos agregar hasta el Disney Channel o el Cartoon Network; los condena de velar más por sus negocios que por la amenazada grandeza futura del imperio. Habría que recordarle que Facebook y Twitter, herramientas también en manos de los árabes y otros subversivos tercermundistas, son invenciones estadounidenses. Wikileaks es otra cosa, pero la gran fuerte de información es la propia Secretaría de Estado del imperio.
No se trata de reeditar la Voz de América. No es un asunto de propaganda ideológica, por cierto aún bien aceitada a través de la industria cultural global y dominada por la maquinaria del cine comercial, las cadenas de TV y las agencias de publicidad. La derrota en la guerra de la información es el despertar de los pueblos que observan el abismo que separa a la propaganda de la utopía neoliberal global de las malogradas realidades locales. En diferentes localidades, regiones y desde distintas subjetividades, los ciudadanos hoy comienzan a ver. ¿Y qué ven? Una evidente propaganda ideológica, encubierta por publicidad comercial, por una información modelada a para mentes dóciles y alienadas, por la industria del consumo y la telebasura local. Un decorado irreal que es una ofensa, una humillación al contrastarlo con sus vidas cotidianas.
El relato del american way of life, del libre mercado y las bondades de la globalización comercial se ha estrellado con los hechos. Para cualquier mente consciente, este discurso no es otra cosa que publicidad o propaganda si somos condescendientes; mentiras para la manipulación y el engaño si somos serios.
La señora Clinton tiene razón. Estados Unidos está perdiendo la guerra.
Por Paul Walder