Dramático testimonio de esta actriz argentina que sufrió abusos sexuales en los sets de rodaje

  El resurgimiento de la cruel noticia de la violación de Marlon Brando a la actriz Maria Schneider durante la mítica escena de la película El último tango en París que se conoció de boca del propio director Bernardo Bertolucci, llevó a que otras colegas se animen a contar cómo fueron sus peores trabajos en la industria

Dramático testimonio de esta actriz argentina que sufrió abusos sexuales en los sets de rodaje

Autor: Andrea Peña

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El resurgimiento de la cruel noticia de la violación de Marlon Brando a la actriz Maria Schneider durante la mítica escena de la película El último tango en París que se conoció de boca del propio director Bernardo Bertolucci, llevó a que otras colegas se animen a contar cómo fueron sus peores trabajos en la industria.

La actriz argentina Antonella Costa (36), que trabajó en películas como Diarios de Motocicleta y Garage Olimpo, fue una de ellas. A través de su cuenta de Facebook, compartió el link de la nota que relataba el impactante caso de la película de 1972 y le agregó su duro relato personal en el que quedan evidenciadas situaciones igual de crueles que las que sufrió Schneider:

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«Dedicado a la vestuarista que dejó tiradas fotos de mi cuerpo desnudoque, siendo una adolescente, me saqué por motus propio (sic) por pedido y para uso exclusivo del director y la directora de arte. A los colegas que las encontraron y en vez de avisarme o destruirlas las usaron para burlarse de mí. Al director que a mis 21 años puso en la casetera del motorhome el VHS del crudo de la escena en la que me bañaba, para que lo vieran todos. A los extras que aprovecharon una toma para manosearme entera. Al asistente de dirección que me pidió que no dijera nada porque necesitábamos seguir filmando. Al actor que le sugirió a la directora meterme «bien la mano» en mi sexo sin consultarme antes, y que me humilló delante del equipo técnico por haberme negado a acostarme con él, y a tantos otros a los que me enfrenté, negándome simplemente a hacer lo que no quería hacer, y que no era parte del pacto ni del proceso creativo. Sepan que por cada uno que hizo o avaló alguna de estas actitudes cobardes y perversas, hubo muchísima gente que no lo hizo, que me escuchó, me ayudó y sostuvo mi postura digna evitando, muchas veces, males mayores. Esos se convirtieron en mis amigos, y hasta uno de ellos es el padre de mi hijo. Esas son las personas con las que decido compartir mi vida y mi intimidad. A ellos les agradezco y los abrazo una vez más. Por suerte, son la inmensa mayoría

Como si eso fuera poco, volvió a escribir otro mensaje tras la enorme repercusión de sus dichos:

«Veo que el texto que escribí hace unos días por este medio con motivo del día de la lucha contra la violencia de género está teniendo cierta repercusión. Me invitaron incluso a dar algunas notas al respecto. Honestamente no tengo más para decir que lo que escribí. El posteo es público y cualquiera lo puede leer y/o reproducir. Entiendo que genere alguna curiosidad, pero no estoy dispuesta a dar nombres de los responsables de las acciones que menciono. Tengo varios motivos, que me gustaría aclarar. El que considero más importante es que estoy completamente segura de que muchos de los responsables no fueron conscientes de estarme causando un daño profundo. Con los que tuve que hablar, lo hice, pude alejarme de quienes no quise tener cerca, no dependí jamás de ninguno de ellos en ningún sentido, y sobre todas las cosas y a esta distancia temporal de los hechos, lo que más me interesa no es escracharlos sino que APRENDAN. No es lo mismo que te toquen el culo o que te mojen la oreja. No da igual que se burlen de tu cuerpo o que te pongan sal en el mate. Avergonzar públicamente a alguien por no haber accedido a acostarse con vos no equivale a no regalarle tu postre en el almuerzo. La violencia física y verbal, el abuso de poder, la humillación, dejan marcas de por vida, y lo que una está dispuesta a hacer en un proyecto artístico siempre está claro desde el guión y las charlas previas con el director y eventualmente la producción. Que accedas a un desnudo frontal no habilita a nadie a tocarte, si no está escrito.

Que accedas a un desnudo frontal no habilita a nadie a tocarte, si no está escrito.

Y así como nadie inventa sobre la marcha una escena donde se le corte un dedo al actor que protagoniza, tampoco tiene por qué inventarse ninguna situación en la que las actrices (o actores!) quedemos expuestas ni dañadas en ningún sentido. Los actores profesionales sabemos dar la impresión de verdad sin necesidad de atravesar situaciones reales. Podemos responder con emociones reales a estímulos imaginarios. En eso consiste la habilidad que nos separa del resto de los mortales. Y al director que no nos sepa pedir lo que necesita, o no le guste cómo lo interpretamos, le queda siempre la opción de convocar otro elenco, estudiar dirección de actores, dedicarse al documental, o simplemente retirarse. Lo mismo queda para los colegas que se dejan «comer» por el personaje y creen que nosotras estamos para cumplir sus fantasías, y para los técnicos que nos ven como objetos que decoran el set. APRENDAN. Comprendan. Respeten. Disfruten y permitan el disfrute ajeno en el maravilloso arte del cine. Como ya dije, la inmensa mayoría de trabajadores del cine no hacen esas cosas, e incluso defienden con valentía implacable a quienes las padecen. Y a quienes eventualmente sufran alguna de estas situaciones, REACCIONEN, digan lo que sienten, pidan ayuda, recurran a las cabeza de equipo del set inmediatamente, recurran a las instituciones correspondientes y a nuestro sindicato, pero inmediatamente. Porque no es normal que nos traten así. No dejen pasar 20 años sufriendo el sabor amargo de un recuerdo de injusticia. No avalen a los cobardes. Gracias a todos los que se interesan y replican mis palabras. Me mueve un profundo deseo de que nadie nunca más sufra abusos en un set».

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