¿Es Fidel Castro un dictador?

A pocos días del fallecimiento de Fidel Castro, aún a pesar de que llevaba varios años alejado de la primera línea política desde que dejó de ejercer el cargo de Primer Ministro en Cuba, las posiciones opuestas, radicalmente opuestas, respecto a su figura se exacerban, al hacer el balance final, y renace la paranoia, la […]

¿Es Fidel Castro un dictador?

Autor: Mauricio Becerra

avelinoA pocos días del fallecimiento de Fidel Castro, aún a pesar de que llevaba varios años alejado de la primera línea política desde que dejó de ejercer el cargo de Primer Ministro en Cuba, las posiciones opuestas, radicalmente opuestas, respecto a su figura se exacerban, al hacer el balance final, y renace la paranoia, la virulencia de la guerra fría, que en realidad era muy caliente.

Se hace perentoria la pregunta ¿Fue Fidel castro un líder revolucionario brillante, ejemplo para el mundo, o simplemente es un dictador que atropello lo DDHH y eso basta y sobra?

La respuesta depende de lo que se entienda por dictador, y por otro lado por lo que se entienda que es democracia. Si dictador es quien dirige un sistema u orden social que no tiene un padrón electoral transparente, en el que no hay elecciones libres e informadas con un recambio de las autoridades de acuerdo a la voluntad popular, y se entienden los DDHH como una lista en la que siempre existe la posibilidad de agregar o sacar algo: entonces es un dictador.

Si por otra parte, se cree que estos requisitos que definimos para determinar si alguien es o no dictador, son suficientes para decir que si cumple con ello entonces no es dictador, y que además estaríamos en un sistema democrático, caemos en una generalización falsa, ingenua  y en muchos casos intencionadamente mentirosa. Sí, de acuerdo a esos parámetros Fidel Castro sería un dictador. Pero en  Chile, y en la mayor parte del mundo, no existe democracia. Porque democracia es el poder del pueblo, de la gente, que naturalmente, como capacidad de hacer, porque “poder” es capacidad de hacer, va a tender a su bienestar, el que va a manifestarse en la satisfacción de sus necesidades básicas como la alimentación, la protección del frio del calor, el cuidado de la madre, de los niños, de proveer la educación, la salud, una vivienda, seguridad social. Como todo sujeto biológico el humano tiene ciertas necesidades que condicionan su existencia, y el poder popular va a llevar a un orden social que tenga en consideración todas estas necesidades que lo mantendrán vivo y le darán sentido a su vida.

En este caso Chile y la mayoría de los países, incluso los que son llamados desarrollados como EEUU, Japón, los países europeos, no son democracias. A pesar de que cumplan las condiciones que nombré anteriormente para decir que no son dictaduras.

La democracia es un ideal y una entelequia que se plantea como una forma de convivencia que visualizamos en un horizonte futuro pero que no vivimos. En Chile que tenemos grandes diferencias de clases, de oportunidades, con abismales distancias entre ricos y pobres -de las más grandes del mundo-, donde la gente no tiene asegurada su salud en el momento en que más lo necesita, y está expuesta por lo tanto a la enfermedad, al sufrimiento y a la muerte, miles de personas, mientras otros pequeños grupos, que constituyen una bajísima proporción de la población, tienen la riqueza necesaria para conseguirlo todo, donde la crianza -por la misma razón- de los diferentes sectores sociales da distintas oportunidades, donde no hay seguridad social para la gente mayor ni pensiones dignas para ellos, donde las clases poderosas tienen el control de los medios de comunicación y las finanzas para mantener el sistema en esas condiciones, y para manipular justamente el sistema electoral que permite el recambio de las autoridades, convirtiendo ese recambio de las autoridades en una pantalla, para poder decir engañosamente que este es un sistema verdaderamente democrático, en estas circunstancias podemos decir que Fidel Castro es un dictador pero, no podemos decir que Chile y los otros países, que son la mayoría de los países del mundo, son verdaderamente democráticos.

Creo reconocer claramente que la dinámica de los órdenes sociales, y en su proceso de desarrollo, existen por lo menos 2 niveles, y son observables en el ser humano como en la naturaleza a la que pertenecemos, por lo tanto lo reflejamos en nuestras emociones, en nuestro pensamiento, en nuestra conducta.

Un primer nivel está compuesto por el poder natural silvestre que vendría a ser la “ley de la selva” que es la verdadera “Constitución Universal” que rige la convivencia en nuestro planeta, con la dictadura del humano a la cabeza. En este primer nivel de desarrollo, obviamente, cualquier orden social o cualquier comunidad se organiza según el poder del más fuerte. Este primer nivel de desarrollo tiene su sentido, porque aquellos más inteligentes, más poderosos, más capaces, e incluso los “más bellos” etc., que le dan mayor importancia a sus necesidades, son quienes -no puede ser de otro modo-, vencen al momento de determinar o especificar cuáles son las características del orden social al que pertenecen.

Hay un segundo nivel de desarrollo, que tiende a la democracia, y es el que deviene de la consciencia, cuando esa comunidad, esas personas van comprendiendo cuál es su realidad como sujetos, como comunidad y luego como sociedad, se identifican empáticamente con los más débiles, y empiezan a cambiar el orden social impuesto por la ley de la selva, o el poder natural puro o silvestre, favoreciendo justamente a aquellos, que por tener menor poder y capacidad tenderían a ser marginados en la dictadura del más fuerte, del anterior primer nivel de desarrollo.

Este sería el segundo nivel, y en este nivel están de alguna u otra manera varios países del mundo y gran proporción de otros se encuentran en el primer nivel, el del poder natural puro silvestre: camino a una supuesta democracia. En el primer nivel de desarrollo descrito es un sector o grupo de mayor poder el que domina, y pone sus normas, y sus reglas, y su castigo, y su violencia: en la que cree, realmente cree, como lo correcto, lo adecuado, lo justo.

Así es que se nos plantea en estos días una pregunta que es común. La izquierda se deslumbra con Fidel Castro que sería un dictador, y la derecha se deslumbra -o aún se deslumbra- y se encanta con Augusto Pinochet que es un dictador. Digo que sí, en un ejercicio de análisis, de balance y reflexión se pueden comparar, se pueden homologar en algunos aspectos ambos personajes y líderes, pero no igualar. Si, son dictadores y se puede decir que la dictadura de Pinochet cometió crímenes de lesa humanidad, y a la vez impuso un modelo económico que ha tenido una evaluación con algunos paramentos favorables como para convertir a Chile en un atractivo de muchas naciones del continente y de otras partes, trayendo a miles de inmigrantes que vienen aquí porque quieren compartir sus éxitos. Sin embargo eso no significa que estemos en un sistema democrático.

Po otra parte el sistema cubano con Fidel Castro a la cabeza tiene a su haber la salud, la educación, la seguridad, la solidaridad –que incluye a muchos pobres de otras naciones especialmente de América del Sur- y la igualdad. Necesidades básicas mucho más esenciales que algunas necesidades secundarias como la libertad de expresión, por ejemplo. Así es que la historia nos está enseñando nuevamente de que hay muchas dictaduras, y hay caminos que supuestamente van hacia la democracia, pero democracia no hay probablemente ninguna al día de hoy.

Con esto no pretendo ser crítico, ni acido, ni nihilista, pero estoy reconociendo que en las formas autoritarias también hay orden social, y consiguen beneficios, que son aquellos al alcance de su nivel de desarrollo sustentado por el dominio y la reducción por la fuerza desde un sector poderoso sobre los demás. Sin embargo presentimos y racionalizamos que eso no nos hace felices, que hay más, tenemos la ilusión de que el mejor orden social es el que no necesita de la agresión, de la violencia, de la imposición, es el orden social de la consciencia, de la famosa “hermandad” –que incluye a otras especies por cierto, los “hermanos menores” en algunos sentidos y muy mayores en otros-, de la unidad, y ese orden social está por venir.

Lo creemos, porque lo tenemos siempre en la imaginación, porque a veces nos parece verdad de que somos iguales, y en “cierta medida” nos identificamos con los demás, y “pasamos momentos” en los que nos sentimos a punto de luchar por todos con la misma pasión que nos produce luchar por nuestra propia existencia.

Avelino Jiménez

Psiquiatra


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