La investigación de la muerte de Salvador Allende llega en un momento difícil: Como nunca antes nuestro Chile está en peligro de muerte. La puesta en marcha del megacomplejo termoeléctrico en Castilla contaminará gran parte de la Región de Atacama, sumiéndola en la misma miseria en la que están Ventanas, Tocopilla y Huasco, que fueron convertidas en zonas de sacrificio.
La Isla Riesco corre el mismo riesgo. El Gobierno acaba de aprobar el primero de cinco megaproyectos de extracción de carbón con que se alimentarán centrales termoeléctricas en todo el país, incluida la de Castilla. Éstas, a su vez, darán energía a las grandes mineras que en forma irracional saquean nuestro territorio.
Isla Riesco es un santuario de la naturaleza donde habita el huemul y el cóndor: símbolos de Chile, además de las imponentes ballenas jorobadas. Todos ellos y muchos otros seres vivos fenecerán ante la ferocidad de este proyecto. No es exagerado decir que si los dejamos morir estaremos permitiendo la destrucción de Chile. Todo es un símbolo y la muerte, el mayor de ellos, decía el boliviano Franz Tamayo.
Barrick Gold está destruyendo glaciares con su proyecto Pascua Lama. Los medios que apoyaron este proyecto a través de editoriales y extensos reportajes, como El Mercurio y La Tercera, no cubren sus nefastas consecuencias: Están concentrados en apoyar otros emprendimientos destructivos.
Isla Riesco y Castilla fueron aprobadas en el marco del nuevo sistema de evaluación ambiental en el que sólo votan personas de confianza del Presidente. Ni siquiera los alcaldes y consejeros regionales pueden hacerlo. La opinión de los afectados ni cuenta. Es decir, es el presidente Sebastián Piñera quien está detrás de la decisión de destruir nuestro territorio para aumentar la riqueza de unos pocos incluida la suya propia. Es bueno saber que él es accionista de Copec, impulsora del proyecto carbonífero en Isla Riesco.
También cabe recordar que una de las plataformas de campaña de Piñera fue la defensa del medioambiente y su compromiso de ponerle freno a las termoeléctricas. Una vez en el poder hace todo lo contrario. Es bueno señalar que no está en las atribuciones del Presidente destruir nuestro país, por lo que en caso de insistir se pondrá al margen de la legalidad y del espíritu de su cargo, por lo que la población estará en su derecho, y quizás en su deber, de rebelarse para impedir que se destruya lo más sagrado que tenemos: La vida.
El Gobierno de Chile negocia con su par peruano un proyecto de interconexión eléctrica mediante el cual la energía surgida de la destrucción de Magallanes, la Patagonia y Atacama, podrá abastecer el saqueo del oro y cobre peruano, que impulsa el presidente Alan García en connivencia con grandes capitalistas.
En estos mismos días de verano, la estatal Codelco, dirigida por el ejecutivo de mineras transnacionales Diego Hernández, ha decidido entregar el 66% del yacimiento Inca de Oro a la empresa PanAust. Esto, a cambio de 50 millones de dólares que ni siquiera irán al erario fiscal sino que serán aportes de capital para el emprendimiento. Para hacer tamaño atentado al bien común, Piñera, a través de Codelco, se amparó en la Ley 19.137, de 1992, promulgada bajo el gobierno de Patricio Aylwin. Esta normativa permite a la cuprífera estatal asociarse con compañías extranjeras para la explotación de yacimientos mineros. Ello al parecer impide a la Concertación plantar cara contra este nuevo abuso de Piñera. Codelco también ha anunciado que se aliará con Francia para facilitar la extracción de uranio.
Pero: ¿Por qué editorializar con la defensa del territorio en un número dedicado a esclarecer el contexto y las circunstancias que rodean la muerte del Presidente Salvador Allende? ¿Por qué no mejor haber dedicado este número a socializar información respecto de los urgentes problemas ambientales antes descritos en vez de privilegiar hechos ocurridos hace 37 años? ¿O es que acaso éstos influyen en nuestro presente? ¿Por qué es tan importante aclarar la muerte de Salvador Allende y de quienes pagaron con su vida la lealtad a un proceso?
El 11 de septiembre de 1973 marca un antes y un después en nuestra historia: La versión sobre lo ocurrido fue elaborada por los golpistas y, más tarde, asumida por los “demócratas”. Estos, traicionando el anhelo de millones de chilenos, pactaron con la derecha y los militares, construyendo una falsa democracia que en realidad es una dictadura encubierta.
Por todo lo anterior, creemos que ha llegado la hora de refundar Chile con base en la verdad, la justicia, el respeto a los derechos humanos, sociales, económicos y culturales. Ha llegado la hora de la verdad. De decir las cosas por su nombre: Allende fue asesinado por los militares golpistas, por la derecha, por Estados Unidos, por los mismos que hoy están promoviendo la destrucción de Chile, independientemente de quién haya apretado el gatillo.
A la luz de los hechos que hoy ocurren, podríamos decir que desde aquel “11” se viene disolviendo el sueño del Chile independiente. Hace unos días, gracias a un cable de Wikileaks, pudimos constatar que nuestro representante en la OEA, Darío Paya, es un habitual servidor e informante de Estados Unidos, país que definió su nombramiento. Nadie reparó en eso porque todos se quedaron con el detallito que Paya había dicho que Piñera es un imbécil.
¿Qué nos queda?: Denunciar, resistir. Impedir que destruyan lo más preciado que tenemos. Informar: que todos sepan que el actual Presidente de Chile, yendo más allá de las atribuciones que le han sido conferidas, pretende destruir nuestro territorio, contaminarlo, convertirlo en un lugar no apto para llevar una vida digna. Piñera y la derecha quieren matar al huemul y al cóndor, todo por unos millones más en sus cuentas.
Es hora de reaccionar, es momento de que la unión de los pueblos de Chile con un discurso y actuar racional, avance en la deslegitimación final del poder financiero especulativo y violador de toda soberanía nacional.
Salvador Allende lo tenía muy claro cuando a fines de 1972 intervino en la OEA y dijo: “Estamos frente a un verdadero conflicto frontal entre las grandes corporaciones transnacionales y los Estados. Éstos aparecen interferidos en sus decisiones fundamentales, políticas, económicas y militares por organizaciones globales que no dependen de ningún Estado y que en la suma de sus actividades no responden ni están fiscalizadas por ningún parlamento, por ninguna institución representativa del interés colectivo. En una palabra, es toda la estructura política del mundo la que está siendo socavada”.
Así, hoy las palabras de Salvador Allende cobran más vigencia que nunca, llegó el momento de un ¡Basta! que recorra de Arica a Magallanes, llegó el momento en que juntos pongamos atajo a tanto atropello a los pueblos y al medioambiente.
¡Nueva Constitución! ¡Nueva independencia!
Equipo Editor
El Ciudadano Nº97, primera quincena marzo 2011