La perversa práctica sexual que según la ciencia no es tan mala como te han hecho creer

El cineasta estadounidense Woody Allen no es precisamente un sexólogo, pero sus palabras sobre el tema parecen ser el certero diagnóstico de un especialista: “El sexo es sucio sólo si se hace bien”

La perversa práctica sexual que según la ciencia no es tan mala como te han hecho creer

Autor: Andrea Peña

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El cineasta estadounidense Woody Allen no es precisamente un sexólogo, pero sus palabras sobre el tema parecen ser el certero diagnóstico de un especialista: “El sexo es sucio sólo si se hace bien”. Pero, ¿quién determina lo que es perverso o no durante el sexo? El texto más famoso al respecto es el “Kama Sutra”, libro que contempla 529 posiciones sexuales. Además, dentro de este catálogo se exponen distintas prácticas sexuales, tales como el beso de Singapur, la felación, el cunnilingus y el sexo anal.

El sexo anal es el tercer hábito sexual más practicado después del sexo oral y vaginal. Sorprendentemente, contrario a lo que la mayoría piensa sobre esta práctica, el sexo anal provoca diversos beneficios en el cuerpo humano. Tal parece que el placer y la salud no están tan distanciados.

De acuerdo con el centro de Estudios Sexuales y Maritales de Long Beach en California, Estados Unidos, sólo el 8 % de la población mundial practica el sexo anal. Lo cual comprueba que éste continúa siendo un tema tabú para hombres y mujeres, mismos que desconocen muchas de las verdades detrás del sexo anal. El cual se ha comprobado que interfiere positivamente a nivel físico y psicológico.

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Mito: el sexo anal es sumamente doloroso.

Realidad: un estudio realizado en la Universidad de Zagreb en la capital de Croacia, concluyó que el dolor ocasionado durante esta práctica es el resultado de un trastorno en la piel interior del ano. Por lo tanto esta molestia pueda solucionarse con lubricantes fabricados a base de agua, técnicas de relajación e incluso algunos masajes. Estos pueden llevarse a cabo entre pareja, él debe utilizar un condón en los dedos para evitar contraer cualquier tipo de infección y ella debe relajarse para comenzar a disfrutar.

Mito: a las mujeres no les interesa el sexo anal.

Realidad: según estadísticas publicadas por el “Journal of sexual medicine” (La gaceta de la medicina sexual), el 50 % de las parejas heterosexuales han practicado sexo anal al menos una vez en su relación y el 10 % de ellas lo adoptaron como una actividad frecuente. Este último porcentaje de parejas declaró que encontraban este hábito sexual muy placentero.

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Mito: el ano no puede excitarse.

Realidad: el ano es una de las zonas con mayor número de terminaciones nerviosas. De hecho, tiene tantas como el glande del pene masculino o el clítoris femenino, por lo que su adecuada estimulación es capaz de generar orgasmos tanto en hombres como en mujeres.

Mito: las mujeres se pueden embarazar a través del sexo anal.

Realidad: la única forma de que una mujer quede embarazada es a través de la fecundación de un espermatozoide, esto ocurre en el tercer medio de las trompas de falopio, desde donde el espermatozoide pasará al útero. Nada de esto puede suceder a través del sexo anal. De hecho, esta forma de estimulación era utilizada como un método anticonceptivo en la antigüedad. Aunque es casi improbable un embarazo por medio de esta práctica, lo mejor es tomar las debidas precauciones.

 

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Mito: las mujeres no llegan al orgasmo en el sexo anal.

Realidad: el clítoris no es la única fuente de placer en el cuerpo femenino. Los estudios del doctor Barry Komisaruk, catedrático de la Universidad de Rutger en Estados Unidos, demuestran que durante el sexo anal la pareja de la mujer puede estimular su clítoris y así la excitación clitoridea contribuirá a que el orgasmo anal llegue.

Mito: el sexo anal sólo es practicado por parejas homosexuales.

Realidad: el especialista Jack Morín, autor del libro “Anal pleasure and healt”, detalla en su texto que sólo el 50 % de los homosexuales lo han practicado y menos del 30 % lo frecuenta. Además, estudios recientes demuestran que es mayor el número de parejas heterosexuales que disfrutan del sexo anal.

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Mito: los hombres que lo practican realmente son gays.

Realidad: de acuerdo con un estudio de la Universidad de Shippensburg, en Estados Unidos, el sexo anal es una expresión de dominación del hombre hacia la mujer. Sin embargo, en el caso de las parejas homosexuales, esta práctica es una aproximación al sexo vaginal. No obstante, según la psicología eso no significa que quienes lo llevan a cabo sean gays o tengan tendencia a la bisexualidad.

Mito: el sexo anal es sucio.

Realidad: como con cualquier práctica sexual, durante el sexo anal también existe la posibilidad de contraer alguna enfermedad. Esta práctica puede provocar fisuras en el intestino, las cuales sirven como conducto para la materia fecal y otros agentes contaminantes. Practicarlo sin condón también expone a cualquiera a contraer enfermedades de transmisión sexual, por lo que el uso de preservativo es necesario.

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Mito: el sexo anal es inmoral.

Realidad: a lo largo de la historia el sexo anal se ha relacionado con la homosexualidad o la inversión de los roles entre hombre y mujer. Lo que en realidad ocurre es que, como cualquier hábito practicado sólo por una minoría, el resto no puede dejar de cuestionar este ejercicio.

En su ensayo “El sexo y el espanto”, el escritor francés Pascal Quignard hace un recuento minucioso sobre la sexualidad romana. “La sexualidad no se dividía en heterosexuales u homosexuales, sino en activos y pasivos, de modo que el activo era la figura dominante y penetraba al inferior, ya fuera por la vagina, el ano o la boca. Los activos eran, en general, hombres libres; mientras que los pasivos eran mujeres, jóvenes, esclavos y niños; todos de una escala social inferior…”.

La religión judeocristiana se refiere al sexo anal como “el vicio nefando”, por otro lado en la antigüedad los griegos y romanos no tenían ningún inconveniente con esta práctica. En Estados Unidos se legalizó la penetración anal hasta el año 2003. Esto demuestra que la sexualidad es un ámbito en el que la cultura, historia, religión y los intereses participan. Más allá de las valoraciones académicas, científicas, políticas o socioculturales, se trata de un rasgo humano en el que el respeto, la tolerancia y la libertad responsable son elementos necesarios para lograr una plenitud sexual.

 

 

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