Esta semana el Gobierno entregó los resultados de la encuesta Casen 2015 sobre Trabajo. Si bien las autoridades celebraron el aumento de la participación laboral femenina (en 1990 era del 32,5%; en 2013 45,6% y en 2015 fue de 47,4%), persisten una serie de brechas que afectan la situación laboral de las mujeres y de los trabajadores más pobres.
A modo de ejemplo, la participación laboral femenina no llega al 50%, mientras que la masculina alcanza el 71,0%, estadística que se ha mantenido relativamente estable desde el comienzo de la Casen, porque en 1990 era de 73,6% y en 2013 alcanzó el 70,7%.
Más grave es lo que ocurre con el ingreso promedio mensual de la ocupación principal medido por sexo, puesto que los hombres totalizan $520.936, mientras que las mujeres registran $383.853. «La explicación que hay detrás es lo que se llama discriminación pura en contra de las mujeres, es decir, que a igual trabajo e iguales condiciones, la mujer gana aproximadamente un 20% menos que el hombre y eso obedece a motivos culturales, entre otros aspectos», afirma Gonzalo Durán, economista de Fundación Sol.
El investigador agrega que un aspecto fundamental para revertir esta situación pasa por establecer una negociación colectiva por rama económica, «que incluya a la gran cantidad de trabajadoras y de esa manera ellas puedan instalar en el debate público lo que son temáticas asociadas al género».
Por otro lado, el artículo 203 del Código del Trabajo sobre las salas cuna para empresas con 20 o más trabajadoras, carga a las mujeres con la responsabilidad del cuidado de los hijos. ¿Podría generarse un impulso a la participación laboral femenina si los hombres también son sujetos de la normativa? Para Gonzalo Durán, «podría significar que la mujer no sea discriminada en tanto es vista como un costo mayor al hombre. Por la edad fértil, el empresario ve en la trabajadora un costo adicional que muchas veces no está dispuesto a pagar».
Unos participan más que otros
La desigualdad también tiene una expresión en los datos sobre la participación laboral por decil de ingreso autónomo per cápita del hogar. En el caso de los dos primeros deciles, la participación es de 33,8% y 44,4%, respectivamente, mientras que el décimo decil (el 10% más rico) alcanza el 77,1%.
Incorporando la variable de género en la estadística, Casen 2015 indica que la tasa de participación masculina para el primer decil es de 43,6%, proporción que sube a 59,7% para el segundo tramo. Sin embargo, el último decil, el de mayor ingreso, anota un 85,1%. Por el lado de las mujeres, la tasa de participación femenina medida en el primer decil arrojó un 26,9%; un 32,3% para el segundo decil y un 68,6% para el segmento de más altos ingresos.
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Desde la perspectiva del número de personas que trabajan por hogar, medida de acuerdo al decil de ingreso autónomo, los números también dan cuenta de la desigual participación en el mundo laboral. Esto porque en el primer decil presenta un promedio de ocupados igual a 0,59, al tiempo que el décimo registra 1,38.
Si bien los datos sugieren que la entrada en el mercado laboral podría disminuir la desigualdad, para Gonzalo Durán se trata de una «condición necesaria, pero no suficiente. Cuando uno revisa lo que pasa con los ingresos de la gente que tiene trabajo, se da cuenta que en Chile sigue existiendo de manera potente el fenómeno de los trabajadores pobres, personas que trabajando 45 horas a la semana, sus ingresos no les alcanzan para superar la línea de la pobreza. Eso nos da cuenta de que el fenómeno va más allá de tener empleo».
Desigualdad y nivel de ingresos
Por el lado de los ingresos, Casen 2015 arrojó una diferencia de diez veces entre los deciles extremos. Si el primer decil obtiene en promedio $131.273 como ingreso mensual de la ocupación principal, el décimo acapara $1.323.818, y el promedio se ubica en $462.147.
Una revisión de los ingresos por sexo, indica que en el primer decil, los hombres obtienen un ingreso promedio mensual equivalente a $154.000 y las mujeres $103.000. En tanto, el ingreso del 10% más rico es de $1.545.000 para el caso masculino y $1.029.000 para el femenino.
Al observar la mediana del ingreso mensual de la ocupación principal por decil de ingreso autónomo per cápita, resulta aún más evidente la gravedad de la distribución del ingreso en el país. En el primer decil, un 50% de los hombres gana menos de $150 mil mensuales y la mitad de las mujeres obtiene $80 mil.
En el último decil, el 50% de los hombres registra ingresos menores a $1.050.000, cifra que en el caso de las mujeres desciende a $800 mil. El promedio, en tanto, indica que la mitad de los hombres gana menos de $341 mil al mes y el 50% de las mujeres saca menos de $270 mil mensuales.
«Si uno revisa el total, que es un dato que misteriosamente el Ministerio (de Desarrollo Social) no publicó, la mediana es $300 mil, es decir, la mitad de los trabajadores, ya sean hombres o mujeres, gana menos $300 mil líquidos y la gente tiene que estar completamente endeudada para llegar a fin de mes, para poder cubrir lo que falta de ingresos», explica Gonzalo Durán.
Y agrega: «Lo que hay detrás es una situación de extrema desigualdad, porque no se trata de que el valor de la fuerza de trabajo se remunere en $300 mil. Lo que hay ahí es un proceso de despojo, es decir, ellos producen mucho más de los $300 mil, pero quien se queda con esa parte no son ellos, muchas veces son los empresarios, los dueños de los medios de producción».
Complementar los ingresos para el segmento más pobre de la población constituye una necesidad, si se considera que, además de percibir ingresos más bajos y participar menos en el mundo laboral, deben solventar un mayor número de personas que no trabaja. Este dato se manifiesta en la tasa de dependencia de ingreso autónomo per cápita del hogar, porque en el primer decil, un promedio de 5,52 personas son solventadas económicamente por cada persona ocupada. En cambio, en el último decil, la cifra desciende a 1,53.
«Cuentapropismo» en la Casen
De acuerdo a los datos de Casen, un 62,6% de la población ocupada corresponde a empleado u obrero del sector privado, un 19,2% es trabajador por cuenta propia y un 7,8% es empellado u obrero del sector público.
Además, en 2015 un 77,6% de la población ocupada correspondió a asalariados, aunque visto por tramo de ingresos, se observa que la cifra baja en el primer decil a un 54,5% y en el último sube a un 78,0%. Del total de asalariados, un 71,8% tiene contrato o acuerdo de trabajo indefinido.
Para Gonzalo Durán, «llama la atención que no aparezcan en el informe oficial los ingresos de los (trabajadores por) cuenta propia, aunque uno puede calcularlo. La mediana, es decir, lo que pasa con el 50% de los cuenta propia, está obteniendo menos de $200 mil pesos (mensuales). Por lo tanto, no estamos hablando de un patrón de cuenta propia profesional, emprendedor, robusto, sino que básicamente son personas que buscan en este tipo de trabajo un refugio, una especie de sobreviviencia para poder llegar a fin de mes».
Una de las conclusiones del investigador apunta a la diferencia entre el crecimiento económico del país post dictadura versus el alza de los salarios. «No es menor que entre el año 90 y 2015, prácticamente se ha cuadruplicado el tamaño del PIB per cápita, sin embargo, los salarios están muy por debajo de esa proporción. Entonces, nuevamente estamos frente a una situación donde tenemos un fenómeno en el que los trabajadores siguen viviendo al límite», explica.
Respecto del tránsito del modelo económico de Chile expresado en las cifras históricas de Casen, Durán indica que «hay una evaluación que sin duda derriba algunas de las tesis neoliberales. Se nos dice que el empleo es clave para superar la desigualdad, pero hablamos recién que es una condición necesaria, pero no suficiente. Si uno mira los datos, efectivamente se ha creado mucho empleo en Chile, entre 1990 y 2015, pero a pesar de eso, vemos que la desigualdad sigue en niveles bastante preocupantes. De hecho, si uno compara la desigualdad del año 90 con la de 2015, medida a través de la brecha de ingreso entre el 5% más pobre y el 5% más rico de la población, vamos a ver que esa brecha en realidad se eleva».
Glosario de la Casen 2015
Tasa de participación: Porcentaje de la fuerza de trabajo o población económicamente activa (ocupados y desocupados) con respecto a la población total de 15 años o más.
Tasa de dependencia: número de personas que son solventadas económicamente por cada persona ocupada en una población determinada, se define como la razón entre la población total y la población ocupada.
Ocupados: Personas que durante el período de referencia (semana pasada) trabajaron a lo menos una hora en una actividad productiva –sin considerar los quehaceres del hogar- por una remuneración en dinero o en especies, o que trabajaron en una actividad informal u ocasional; o que estuvieron temporalmente ausente de su trabajo (licencia, vacaciones, etc.).
Tasa de ocupación: Porcentaje de la población ocupada con respecto a la población en edad de trabajar de 15 años y más.
Decil de ingreso autónomo per cápita del hogar: Décima parte ó 10% de los hogares del país ordenados en forma ascendente de acuerdo al ingreso autónomo per cápita del hogar, donde el primer decil (I) representa el intervalo ó 10% más pobre de los hogares del país y el décimo decil (X), el intervalo ó 10 % más rico de estos hogares.