El día que mi tercera sobrina nació toda la familia estuvo con ella; tíos, primos y abuelos llegaron a la CDMX para felicitarla desde otros estados. Con flores y tarjetas cursis en las manos pasaban uno por uno a darle un beso en la frente a la nueva mamá. Cuando yo aborté nadie me acompañó a comprar lo necesario; no recibí ninguna llamada, mensaje, mucho menos un ramo de flores mientras me retorcía de dolor en la cama de mi habitación. Mi mamá se alejó de mí como nunca antes, mi novio desapareció de la faz de la Tierra y si alguien intentaba dedicarme unas palabras, éstas sólo me juzgaban por la decisión que había tomado.
Sola, con un dolor físico indescriptible y el miedo más profundo que nunca había sentido, decidí abortar aunque el mundo me juzgara. Las razones no me sobraban, pero fueron suficientes para mí…
No impedí una vida, sino fui valiente por amor a mí misma.
Cometí un error y me hice cargo de él al tomar MI decisión.
Si alguien o algo se vio afectado con mi decisión, ése fue mi cuerpo.
Siempre estuve consciente de lo que implicaba ser mamá, por lo tanto decidí que no estaba lista para que eso sucediera.
Supe que sólo yo controlo mis actos, mis decisiones y mi futuro, pues nadie puede vivir por mí.
Al contrario de lo que todos piensan, la madurez me hizo darme cuenta de que ser mamá no debería comenzar como un accidente.
Opté por ser valiente y libre para abortar, en lugar de ser una víctima que prefirió no hacer nada.
Fui realista y supe que mis condiciones no eran ni siquiera suficientes para hacerme responsable de alguien más.
Comprendí que el aborto no se trataba de un acto egoísta; egoísmo es concebir a alguien no deseado.
Entendí que nadie era capaz de tomar esa decisión por mí, pues la embarazada era yo no ellos
Valoré mi presente y reflexioné sobre mi futuro, así que decidí darle el rumbo que yo deseaba a mi vida
Supe que se trataba de mi cuerpo, mi vida y mi derecho, por lo tanto no permití que nadie más decidiera por mí
Porque no tuve el corazón para arruinarle la vida a alguien que ni siquiera formaba parte del mundo todavía y que ya significaba un problema para mí.
Las mujeres que deciden abortar no sólo se enfrentan a una elección complicada e irreversible, sino a un conjunto de agresiones psicológicas y obstétricas –evidentemente innecesarias e injustas– que dificultan aún más el proceso. María del Carmen González Hernández, quien ha acompañado y apoyado a aproximadamente 250 mujeres durante el proceso de aborto, compartió con el medio medio mexicano Cultura Colectiva información de gran valía que esclarece y desmitifica muchos juicios y sobrantes construidos alrededor del aborto.
A pesar de que María no pertenece a ninguna colectiva o red específica, muchas mujeres han acudido a ella en busca de orientación y ayuda. Ella ha impartido talleres sobre el aborto –con el apoyo de la escuela de defensa personal para mujeres, Colectivo Colibrí– en los que a modo de crítica explica que para llevar a cabo un aborto (específicamente con el uso de un medicamento que se utiliza únicamente en mujeres con tres o menos meses de embarazo) no es necesario soportar los procesos y/o tratos que las asociaciones civiles dan a las pacientes. María, bajo toda la experiencia que ha ganado después de apoyar a tantas mujeres, aclara que el medicamento que se requiere para abortar es totalmente confiable, por lo que es posible llevar a cabo este proceso en casa.
Uno de los aspectos más importantes implicados en un aborto, es la red de apoyo que se necesita para optimizar el tratamiento. Esta red se entreteje con diversos factores, el primero: cerciorase de que la decisión de abortar es autónoma. María nos comentó que en algunos casos las chicas que acuden a ella son obligadas por sus parejas, por lo que parte de su misión y la de cualquiera que apoye el proceso, es asegurarse de que la elección de abortar fue tomada únicamente por ellas. Por otro lado, se debe contar con el apoyo físico y moral de alguien cercano, de suma confianza y sin intenciones de juzgarlas durante el proceso. A pesar de no correr riesgos graves el transcurso de un aborto siempre será complicado, por lo que es necesario que alguien más se involucre de manera incondicional. Cuando estas mujeres no cuentan con nadie que pueda proporcionarles ese apoyo, mujeres como María fungen como acompañantes para hacerlas sentir seguras.
Antes de iniciar la toma del medicamento es idóneo que, tal como lo sugiere María, la acompañante y quien va a abortar se capacite para enfrentar el proceso lo mejor posible. La información que se tenga y obtenga sobre el tema, reduce riesgos y disipa el miedo, por lo que es necesario conocer todas las implicaciones del aborto en casa antes de practicarlo. Apoyar a alguien durante este tratamiento se trata de un proceso de sensibilización, ya que sin juicios, con el lenguaje adecuado, las acciones pertinentes, la libertad ideal y mucha complicidad, es como se debe tratar a quien acaba de tomar una decisión tan importante como la de evitar algo para lo que no se considera lista.
A pesar de que abortar sea la decisión más acertada para muchas mujeres, esta acción continúa siendo juzgada de manera exacerbada. Sólo quien esté en esa situación puede comprender el peso y valor de cada una de las razones por las que abortar se convierte en la única opción. No importa si el mundo está en su contra, esa elección no afectará a nadie más que a la persona implicada.
*
Testimonio:
María del Carmen González Hernández